LA ZONA DE RECOMPENSA
Es inútil, no debo tener
experiencias sexuales muy intensas con muchachas veinteañeras porque me dejan
en un estado de laxitud donde no quiero saber nada de nada. Es que uno se
siente tan bien que pareciera que todo es como un sueño, los ojos se aclaran,
uno rejuvenece, la vida es bella y para nada tengo ganas de escribir, si acaso me quede en un
estado nirvánico desde donde mi apetito
sexual me inste a querer seguir haciendo el amor a cada momento durante todo el
día y la noche de los días donde estoy satisfecho y quiero más.
Esta mesura ante la posibilidad
de que un día desaparezca de mi Blogger y no se me lea más, sea sin duda porque
estoy haciendo el amor sin parar y de lo bueno estoy probando en esta vida. Que
si en su momento escribí y diserté que la literatura salva a las personas o
debería ser usada como terapia para ayudar a las personas solitarias para, en
el escribir, se esclarezcan y se sientas acompañadas de sí mismas, el acto
saludable del sexo mismo no solo hace que segreguemos en exceso dopamina y
nuestro sensualidad nos brinde más autoestima y seguridad con el sexo opuesto,
se manifiesta en mí como la plenitud de la vida de, no solo disfrutar de la
belleza femenina, del saber apreciar de sus encantos, del no querer dejar pasar
las horas si acaso solo fueran para hacer el amor y, ahora, en estos momentos
de mesura, cuando tengo oportunidad para entender el poder del sexo, de su
sanación y el cómo, matizando con la literatura, hacen de mi persona , un hombre
completo sin que necesariamente me apegue a ninguna mujer o entienda el amor de
otra manera, entiendo bien que en momentos he llegado a perder la razón y he
estado desesperado por ver la manera en cómo facilitar los recursos económicos
necesarios para poder complacer en todo lo que las muchachas me pidan a cambio
de favores sexuales donde ellas, terminan por convertirse en terapeutas
sexuales, más eficaces que las propias consultas a especialistas que intentan
vanamente hacer entender a los pacientes lo buena que es la vida, porque si
hace 20 años me hubieran hecho entender que en vez de gastar mi dinero en
médicos para querer saber cómo debía enfrentar mis miedos, angustias y fobias,
hubiera tenido la oportunidad de conocer a las muchachas de quienes recibo sus
favores sexuales, creo, sin equivocarme, las cosas habrían sido más fáciles para
mí y para los de mi entorno, si es que todo es un proceso y si es que es
necesario desaprender al amor para volver a amar, pero amar a cuanta muchacha
que siendo incapaz de sentir celos como de igual forma me pasa a mí, entienda
que la vida dedicada solo al placer en compensación al estrés, obligaciones,
responsabilidades y presiones propias del día a día, solo pueden ser
sobrellevadas por el contacto perfecto con las muchachas multiorgásmicas
quienes sin tapujo alguno, sin inhibición alguna y dispuestas a disfrutar de su
juventud, advertidas de todas las formas para evitar contagios o enfermedades
de transmisión sexual como, embarazos no deseados con el conocimiento que se
requiere para con todos los métodos anticonceptivos que existen, creo, sin
cargar el peso de la censura o el ser juzgadas, al sentir que el ser mujer es
una carga muy pesada si esto lo relacionamos con el sexo o, el necesitar de
bebidas alcohólicas o drogas para por fin, sentirse libres y dispuestas para
disfrutar del sexo, entra a tallar en lo que debe ser una nueva cultura del
sexo, en esta generación donde veo, los géneros no están complacidos o los
encuentre en constante lucha por no aceptar a placer su masculinidad o
feminidad, entre conflictos de los cuales no tengo el menor interés de saber,
si acaso, para mí, como varón, me resulta muy gratificante contemplar
recatadamente la belleza de una muchacha, una mujer, o tratar con el respeto
debido sin dejar de ser cariñoso y sin cruzar límites, si es que la sola
presencia de cientos de mujeres lo convierten todo en un paraíso, si es que
este mundo puede ser una mierda para todos y, si es que a mis 46 años, me
convenzo más que lo bueno está en este mundo y al alcance de cada uno de
nosotros, cuando se trata de hacer el amor, sin ningún tipo de conflicto
interior o mental, que impida ser felices en la intimidad y así, se logre
llegar a la zona de recompensa que entiendo es, la que me impide escribir por
días enteros y, si retorne a la literatura sea como en estos casos, para
filosofar sobre mis placeres o memorias donde me es grato ser el hombre que
posee a la mujer y en ello, estoy muy conforme y satisfecho.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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