EL ESCRITOR QUE NO QUERÍA SALIR DE SU APARTAMENTO
Una buena tarde es saber que es solo para ti
Que puedes escuchar canciones de amor sin que te duelan
O tal vez, calar un tabaco mentolado sin que a nadie le
tengas que pedir permiso,
Una buena tarde es sentarse a escribir sin ser molestado
Tener tus escudos de armas en la puerta de ingreso a tu
apartamento
Y saber que las tardes son agradables, que nadie está
tocando la puerta para molestar.
Supongo que esto es propio de quienes no andamos en malas
juntas
O evitamos el alcohol y las drogas
O tal vez a tiempo nos separamos de una muchacha que solo
complicaciones traerá.
Una buena tarde es sentir el fresco de las 4 mientras sabes
que no hay prisa para nada
Que las ideologías se las has dejado a los que están
resentidos con el mundo
O que tras éstas, buscan cómo hacer la fortuna que nunca tuvieron
Y en esto no les hallo inteligencia alguna,
Yo que soy austero, sé de otros valores donde la vida es
verdadera,
¿De qué me serviría leer a Marx o Mao si sé que corresponden
a otras realidades?
No he aspirado a salir de esta ciudad,
No me imagino recorriendo el mundo ni tampoco aprendiendo
alemán
Quizá todo lo que necesite esté donde estoy yo,
Es cierto, tal vez esto limite mi capacidad de conocer
maravillas de otras partes
Pero si me las dicen en un ruso que no entiendo nada
O en un francés muy fluido o en un inglés donde haya
palabras intraducibles
Entonces prefiero hacer el amor con las muchachas que están
a la mano
Ver las puestas de sol desde las costas cercanas
O agradecer el cielo que me acoge por sus bondades,
Entonces, ¿por qué tendría que visitar la tumba de Kafka?
Qué verdad oculta está en la tumba de Vallejo que no la haya
ya escrito
Qué secreto dejó en su ciudad María Antonieta
Y, si sabiendo cómo son relatadas las historias
¿Podría creerle al oriental cuando me hable de Confucio si
sé que las versiones cambian?
Mucho menos sé el chino culto como para perder años valiosos
Que bien podría seguir usándolos para vivir y escribir
Entonces, cuando me hablen de nuevos Evangelios necesarios
de conocer
¿No deberé yo leerlos primero en su idioma original?
Y eso es para mí tedioso, tan tedioso como escuchar a
alguien que cree saber qué dicen
Cuando sé que aquí todos aumentan, corrigen y disminuyen la
historia
Digamos, a su antojo.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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