DE DIOS Y EL MISTERIO DE SU AMOR
Donde estés, le dijo Nuestro Señor a quien escribe
Recuerda darte tiempo para la soledad y el silencio
Yo me manifiesto a través de las personas que meditan en mi
obra
Y mis señales las doy a conocer a través de la alegría y el
perdón,
Mas no por ello dejo de inclinar la balanza ante lo que es injusto,
Entiendo bien que los más fuertes son los que gobiernan
Y sé que deben además de ser buenos
Si acaso entre los hombres hay una Ley que debe respetarse
Para así poder vivir en paz, por ello, así me dijo cuando
Atraído por su misterio insistiera que me diera tiempo
Para disfrutar de su gracia, la felicidad que solo puede ser
hallada en soledad
Donde El Bien debiera prevalecer
A fuerza de músculo, sin miedo alguno, bajo el rigor de los
vencedores
Que han de entender de lo que me dijera Nuestro Señor
Sobre el júbilo, la alegría de estar vivo y presenciar de
sus milagros
Como suele acontecer a cada minuto
Porque si el hombre común y corriente
Y el más fuerte supiera dónde descansan las lágrimas con las
que despertamos
Al abrir nuestros ojos al nuevo día
Comprenderíamos el don de saber convivir con sí mismos
Hasta conocer el amor que fluye del universo
Y que solo puede ser hallado en Nuestro Señor
Sin pedir nada a cambio, sin rogar para los demás,
Que en su momento, todos tendrán las noches para la
filosofía
Y las preguntas sobre lo observado
Y así, sin decir más nada, en un mundo donde todos están
contra todos
Me he apartado para recibir su dicha en soledad
Para llenarme de su energía y testimoniar que de todas las
verdades perpetuas
Hay una constante dentro de todas las tradiciones
Y así Nuestro Señor sabe en qué momento revelarse
Para que seamos hombres de Bien
Justo cuando en la hora de los juicios
Nos recuerde porqué vivimos
Y en nuestra sanación, estar preparados para otro mundo
Donde La Ley es más severa y justa
Necesariamente, hasta el día del retorno
Al lugar de donde provenimos
Llamado, Paraíso.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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