EL ESCRITOR QUE ESCRIBE SIN CENSURA
No había nada qué decidir, la
tranquilidad de la noche me dejaba las cosas en claro, no quiero cambiar mi
estilo de vida, no ha nacido la muchacha que me hiciera dudar. Probé un poco de
mi taza con té inglés mientras calaba mi tabaco mentolado luego de haberme
lavado los dientes con DENTO anti caries, cuido mucho mis dientes, no me
imagino tener 95 años sin poder comer carnes que deba masticarlas bien para
poder saborearlas, nunca las dentaduras postizas fueron garantía alguna ante
los platos más deliciosos de la región. Había estado recostado en mi cama y el
silencio agradable me dejaba laxo, con el deseo que esta soledad fuese siempre
así, ¿se había endurecido mi corazón, o padezco de un desgaste en torno a las
relaciones íntimas con las mujeres?, no lo sé, lo cierto es que mis apetitos
carnales me conducen siempre hacía nuevas muchachas para ser feliz en los
lechos donde hallo la sabiduría que se requiere para vivir sin tener compromiso
alguno, sin querer renunciar a la vida que llevo.
Al levantarme de mi cama y ver
todo dispuesto en el orden que yo lo propongo, el aire con aroma a tabaco era
agradable después de largos días de lluvia. ¿La vida?, si fue descubierta por
las demás personas, puede que sí, puede que no, eso me hizo pensar en la vida
de los escritores a los cuales nada emocionante les pasaba, si acaso el sexo lo
es para mí, sobre todo cuando es practicado con muchachas veinteañeras que
gustan de tipos maduros y grandes como yo. Suerte la mía de estar a 3 años de
contar con 50 años y darme el lujo de saber de esas muchachas que tienen
preferencia para con los hombres adultos, los que no quisimos tener hijos y
tenemos costumbres de caballero sin el ánimo de perder la libertad ansiada por
muchos varones que, cansados llegan a sus hogares y absortos en la rutina, le
llaman pasión a cosas insignificantes que a mi entender son muy cursis y
carentes de la violencia que se requiere para hacer sentir mujeres, a sus mujeres.
¿Puede el entusiasmo de un amor
durar un día? La verdad que no es la primera vez que me pasa esto y en ello no
guardo culpa alguna, soy así y, así se me conoce. No me complico la vida
afanando a mujeres que no me pertenecen y no me complico tampoco la vida cuando
se trata de elegir a la muchacha con quien quiera tener intimidad en el día que
yo elija. Porque en el esperar que transcurra la noche, hallo placidez en estos
momentos de ocio donde puedo dedicarme a realizar lo que es mi vocación de
Escritor, porque si bien, otros varones de mi edad viajan y recorren el mundo,
entiendo que sus vacaciones son cortas y estresantes, como si todo se resumiera
a las apariencias e hipocresías desde las que esforzadamente tratan de hacer
ver a los demás que son felices. Y no es que tenga fobia a tener niños, que
cada quien tuvo sus razones para
tenerlos, si fue en accidentes como se les llama o por pasión desmedida donde
se creyó que el sexo era amor, porque regresar del trabajo para luego estar
frente a una mujer que viene con el discurso de los niños, los gastos y las demás
obligaciones donde se debe afrontar una vida donde se debe hacer más dinero
porque éste ya no alcanza, me deja la
sensación que el abatimiento y el cansancio puede más que el deseo de hacer el
amor ante la imperiosa necesidad de solo querer dormir sin que la esposa ronque
o tenga apetitos sexuales donde ya no hay atracción. No sé, me entiende lector
si es que ésa es una de mis razones del porqué no repita de muchacha cuando
tengo sexo, que igual da, ya que cada quien va en su propia realidad y cada
casa es un mundo desde donde las cosas que suceden siempre serán un misterio
sagrado que es celosamente cuidado para
no dar pie a desdichas o carencias de pasiones u otros problemas.
He pensado en una vejez amable
para conmigo mismo, con el rostro más lleno de arrugas y mis escritos, en la
potencia de mi vigor sexual sin desmayo hallado ya el secreto de la vida, el
que solo pueden disfrutarlo los libres como yo y, no encuentro arrepentimiento
alguno en mis decisiones. Por lo pronto, pruebo un poco más de mi taza con té
mientras pienso en la muchacha con quien haré el amor el 14 de febrero, si es
que tenga deseos de hacerlo o, para variar, el sexo sea un día después, para
aprovecharme de las venganzas, de esos San Valentines donde hay más peleas
sobre celos y discusiones que amor, si acaso las revanchas son platos que puedo
servirme, porque detrás de cada mujer que traiciona, hay un deseo malsano de
herir a quien no sé por qué razones no cumplió lo que se debió cumplir, si es
que alguien sabe realmente qué es lo que pasa por la cabeza de las mujeres,
cuando se trata de convivencias o relaciones de pareja, así sea desde hoteles
donde buscarán consuelo, sin que naturalmente sepan mi nombre verdadero o, les
deje bien claro que todo servicio debe ser pagado, que no acepto encuentros
donde no haya tarifa que deba cancelarse, ya que no consiento otorgar el
derecho de tener sexo, si es que éste me involucre en una relación, que
sinceramente, no deseo tener, teniendo tantas muchacha para elegir, si es que
ellas, nunca se acabarán.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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