UN HOMBRE SOLTERO PARTE III
El saludo de los vecinos que
ignoraban el final de nuestra relación me provocó nostalgia, me había tomado la
molestia de escribirles unas largas y claras cartas de despedida a cada uno de
ellos para no dar muchas explicaciones. ¿Puede alguien explicar al amor? Creo
que nadie. En fin. Esos saludos eran mi despedida. Me dirigía a mi apartamento
de soltero al cual iba una vez por semana para darle mantenimiento, nunca
sabemos cuándo volveremos a él y, volví. El orden era perfecto pero extraño, no
me reconocía solo en esas habitaciones, en ese olor que era mío antes de haber
compartido 4 años de mi vida con ella. Llegué al dormitorio y lo primero en
hacer fue echarme en la cama. El cansancio me vencía, había bajado mucho de
peso. La erección fue de inmediata, como acto reflejo, ¿la costumbre a las
posiciones horizontales?, no sé, lo cierto era el olor a sexo de ella en mi
cuerpo, supongo que lo mismo le pasaría a ella, pero no era algo importante para
repararlo. Mi cuerpo venció al colchón, el edredón era suave y delicado, exhalé
con relajo, era libre otra vez, mas la inquietud era: ¿y ahora con quién voy a
conversar mis discursos de más de 20,000 palabras diarias?, las trabajadoras
sexuales no van a conversarme de los temas acostumbrados sostenidos con ella.
Admito la desesperación embargante. No había salida otra vez. Los viejos amigos
fueron distanciados por decisiones mutuas. Si tan solo fuera aficionado a las
bebidas, no, pasaba de ello, me era muy desagradable beber, puse algo de
música, el rock que evité escuchar durante 4 años para recordar quién fui antes
de ella y quién soy ahora después de ella. Comprendí la nulidad del efecto, era
necesario buscar nuevos temas musicales, tal vez nuevos horizontes. Reitero,
debía volver a empezar.
Estaba a pocos meses de cumplir
los 20 años de mi primer internamiento en un psiquiátrico, allá por los años de
la Dictadura. Necesitaba pensar en otras cosas para no pensar en ella. Decidí
pensar en esos años donde fuera internado consecutivamente 5 veces en los
manicomios. Vaya Dios, 2 décadas iban a pasar si me remitiera a las fechas
exactas. ¿Tan romántico era? No, lo sabía bien, no elegí mis circunstancias,
¿alguien las elige?, ya, al menos alguien auténtico, alguien desobediente, con
características como las mías, alguien obligado a ser diferente. No, no tenía
ánimos para pensar en derrotas del pasado. Porque allí estaban mis libros
escritos y el ordenador con todos mis archivos de lo que había escrito durante
5 años, cuando me había dedicado a hacerle el amor a todas las muchachas que
brindan servicios sexuales y testimoniaba mis experiencias. La cosa no iba
bien, estaba muy erecto y hacía mucho tiempo que no me autocomplacía, ello me
parecía algo muy propio de los carentes de sexo. Recordé los años cuando no
tenía con quien conversar cuando carecía de vida mundana. En esos años
compensaba el tedio con lecturas voraces de libros a falta de no tener con
quién conversar. Hice el mismo intento, tomé un libro, luego otro, pero era
vano, me parecían infantiles los autores a pesar de ser Premios Nobel’s. Cogí
el viejo cenicero para encender un tabaco mentolado. En ese momento me di
cuenta del olor de vida de soltero llevada. Vaya si fue un error ella. ¿Y solo
por placer? Me puse a pensar si acaso algo en ella era distinto a lo entregado
por las demás muchachas. ¿Gastar 4 años de mi vida con 50 polvos por semana
cuando bien pude haber tenido 50 polvos con distintas 50 muchachas? Debí estar
loco, porque empecé a calcular la cantidad de polvos, a razón de 250 por mes,
2,500 por 10 meses, 3,000 por año, 12,000 por casi 4 años. ¿Es qué he estado
mal de la cabeza? ¡He perdido la simiente que estaba destinada para 12,000
muchachas! Tal vez eso les pase a todos, a los casados y a los convivientes.
Calé el tabaco. Pensé en la mujer más bella conocida, la visualicé bien, me
postré boca abajo sobre la cama, eyaculé y, laxado, dormí.
Continuará...
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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