UN HOMBRE SOLTERO PARTE VII





Era como un animal suelto, con el miembro viril crecido y rápido en sus reacciones, alguien ansioso de muchachas para hacerles el amor. El ser libre de nuevo me contrajo una sed de KR Limón helada para calmar las temperaturas o calenturas difíciles de apagar. Era puro fuego y esa energía se podía sentir en las miradas de las muchachas pícaras, arrebatadas por los deseos de la carne, dispuestas a saber de mis conocimientos desbocados para con los lechos. Porque dentro de mis meditaciones, sopesaban los descansos de los sábados para con los judíos, días obligados de reflexión entre otros tantos de arduo trabajo y comercio. No, a pesar de estar dentro de las cadenas de mi árbol genealógico algunos “costados” judíos, no me casaría nunca con una mujer judía, primero por negarme a circuncidarme y renunciar a los orgasmos estimulados por el prepucio en ese entrar y salir de esas vulvas succionadoras hacia adentro, si bien, en mi familia nunca hubo antisemitismo y, se comentaba mucho sobre el linaje judío por parte de padre y de madre y otros vínculos con la masonería, la vida libre abocada solo al sexo y la literatura fue el sueño antes de mi concepción cuando mis padres entendieron antes del amor sobre las vidas perfectas, esas donde el anhelo de ser un hombre señalado para la sabiduría tuviera mucha relación con el ser Escritor o el escritor de la familia. Y ese fui yo desde mi nacimiento. Porque los judíos en su sábado de descanso, repensaban sobre las maneras para hacer comercio y soportar los rigores de éste, sin entrar en discordias o enemistades, entendiendo del trato diario y constantes con todo tipo de personas y la virtud como hábito a practicar en medio de todas las posibles convivencias donde se exige paciencia y buen humor. ¿Ese no es entonces el proceder de las personas maduras? Debe serlo, así lo pienso, entre horas donde da ganas de mandar todo al diablo y el estrés nos estrella con los instintos violentos y agresores sancionados por La Ley del hombre, orientada hacia la paz y un Estado de Derecho riguroso al cual había que acatar no por razones autoritarias sino por el bien común. Y fue entonces dentro de mis meditaciones el ver la aprehensión de los extranjeros dentro de su propia ciudad, del saber observar los límites de la conducta y el férreo rechazo a los malvivientes en su práctica del: “piensa mal y acertarás”. ¿No era esa premisa el principio de realidad de las mentes perversas, caóticas y sin métodos reflexivos, donde se debe poner límites al pensamiento para no ser un peligro común dentro de contextos urgidos de paz? Algo difícil para las mentes creativas e imaginativas, algo muy común para las mentes esquizofrénicas o paranoicas, ese desorden en la consciencia, ese desborde de pensamientos donde no hay control y los daños son evidentes ante las víctimas y las demás personas. ¿Pero el Libre Albedrío o la voluntad sobre el pensamiento era un bien de todos? De mis lecturas, estudios e intercambios personales de aprendizajes con todas las personas llegadas a conocer plenamente, desde los ámbitos universitarios hasta los profesionales, la paz, la felicidad, negada como posibilidad en la vida, radicaba justamente en las mentes atormentadas y sin estímulos aprendidos para el disfrute de la vida, ¿malas meditaciones?, ¿aprendizajes desde niños o herencias de hábitos mentales de personas enfermas?, tal vez, porque el reclamo de la paz y felicidad parte milenariamente en todas las sociedades y permanece en los judíos al esclarecer a su Mesías como el Hombre sabio autorizado a enseñar al Pueblo Elegido a cómo hacer de este mundo, El Paraíso prometido por Dios. Quizá todo podría partir del sexo, me dirán mis lectores y lectoras, mas llegado el momento, para los hombres casados, apesadumbrados en sus obligaciones y responsabilidades contraídas ello estaba en segundos o terceros planos. Por ejemplo, degustar de mi agua de soda desde este café sin temer a nada por estar sujetado a La Ley, evitando ser un transgresor, al menos me garantizaba la tranquilidad anhelada por los ajustados a un sistema con el cual no comparto nada, aclarando mi postura renuente también al antisistema. La pregunta era entonces: ¿nuestra sabiduría no ha madurado aún lo suficiente para alcanzar nuevas respuestas? Erecto y ansioso por hacer el amor, llamé a mi viejo amigo quien sin mucho aspaviento me comentó sobre las nuevas muchachas dedicadas al trabajo sexual, entre otros comentarios breves donde para nada se extrañaba mi retorno al mundo de las ansiosas de placer  sin deseos de compromiso alguno, al menos, por ese momento. Pagué mi orden en el café y con un tabaco mentolado en mano, apuré el paso al encuentro de ellas. Era un hombre soltero, una consciencia de hombre soltero, si acaso solo los hombres solteros aún podemos cambiar al mundo, porque un hombre casado solo puede observar cómo pasa su vida, sin poder hacer ya nada.

Continuará...

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

 

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