UN HOMBRE SOLTERO PARTE X
Al despertar el celular no dejaba
de sonar, era un viejo conocido quien mencionada en sus mensajes de voz no
saber de mí hace tiempo y el ofrecimiento de publicar una novela basada en mis
aprendizajes del amor, naturalmente era algo para reírse, pues mi manera de
entender al amor es muy distinta al de las demás personas, pero no por ello
dejó de resultarme interesante. Pensé en llamarle días después, cuando tuviera
claro sobre lo propuesto a escribir, en ese momento le puse el título a la
obra: “La invención del Amor”, no sonaba mal y, creo, no le resultaría extraño
a nadie, al menos a los adultos, a aquellos peregrinantes de los sentimientos
libres de todo desquicio de celos o locura, convencidos en el principio de la
confianza, alejados de cualquier malentendido desde las redes sociales, sin
duda, era un libro para adultos, muy al hecho de estar convencido de la escasez
de adultos en esta sociedad llena de crímenes, atropellos a los derechos
humanos y sobre todo eso: feminicidios. Pensé tal vez en un libro contra mí
mismo, como el caso de aquel hombre bienaventurado quien escribiera sus
testimonios sobre el cómo salvó su matrimonio para terminar preso por serias
acusaciones de su esposa ante él, quejándose ante La Ley por maltrato físico,
verbal, psicológico y con una demanda de divorcio, si acaso así son los libros
con sus autores: libros contra uno mismo. Vaya título, pensé mientras preparaba
la ducha caliente y me dirigía a la cocina para prepararme unos sándwiches. Encontré
en la despensa unas lonjas de carne de
cerdo, queso, mermelada de fresas, mantequilla y, unos huevos para preparar, porque a pesar de no haber vivido en mi apartamento de soltero, cuando tenía ganas de estar solo, me tomaba la molestia de hacer las compras para cuando terminara mi relación con ella y, ese era el momento. Estaba
bien para pasar la tarde luego del sueño pesado. Entré a la ducha mientras
empecé a recordar las dos sesiones de sexo tenidas. ¿Sementeras? Vaya, mi fama
de Escritor se basaba en mi miembro viril y el uso maravilloso atribuido a mi
apetito insaciable para con el amor. Cerré el grifo del agua caliente para abrir
el de agua fría. No quería salir de la ducha, era plácido estar así por unos
largos minutos. Secándome con la toalla, pasé con ésta con un nudo a la cintura
a la cocina para servirme de los sándwiches preparados, acompañados con una
jarra con zumo de melón, para ser exacto, una jarra con 3 litros de este zumo. Mi
sed era impresionante, la yema semicocida de los huevos un manjar que bien
saboree mientras mordía los cubos de queso y mezclaba el sabor de la mantequilla
con la mermelada de fresas y el sabor salado de las lonjas de cerdo. Me lavé
las manos y tomé 3 vasos del zumo para luego volver a ir al baño y lavarme los
dientes con la pasta dental de flúor y menta. Si quería empezar a escribir el
libro, necesitaba hacer unas anotaciones, un organigrama de pautas a cómo
desarrollar mis propuestas. “Ideas, Mauricio, queremos escritores con nuevas
ideas”, ¿ideas?, pero si yo escribo sobre mis vivencias; quizás era el cómo
interpretaba esas vivencias. ¿Alguien se interpreta así mismo cuando no hay
tiempo para nada? En fin, mi vida se resumía en hacer el amor, dormir, comer y
escribir. Era la vida ideal de un hombre soltero, alguien pagado por una suerte
pródiga en felicidades muy distantes del dolor, las desgracias o los escenarios
donde el discurso se fuera contra mi persona. Mis condiciones siempre fueron
claras, evitar los auditorios, cualquier tipo de entrevista para los medios de comunicación
o presentaciones en Ferias de Libros desde videos conferencias, nunca perdiendo
el tiempo con firmas y dedicatorias de mis libros donde comprendía, más allá de
mis escritos, los lectores me pedían respuestas para esas vidas no resueltas
por los terapeutas, esas terapias de pareja echadas para el fracaso instando a
los amantes fracasados a buscar en autores como yo, la respuesta al amor
frustrado de ellos. No, no tenía ánimos para escribir nada, mis deseos eran
recurrentes y maniáticos, solo quería hacer el amor. ¿Mi vida era una vida
fálica, es decir, un homenaje a los orgasmos perdidos? Puse algo de música
desde el estéreo, escogiendo con cuidado la radio a sintonizar, había pasado
mucho tiempo, el apartamento me resultó agradable por fin en ese momento, no
pensé en hacerle ningún cambio. Fui a la habitación para abrir el ropero y
escoger la ropa a ponerme. Tenía en mente salir de compras como en mis viejos
tiempos. Iría a un Mall. La idea era despejar la mente y entretenerme contemplando
muchachas bellas, era un pasatiempo al cual antes era muy aficionado. Era momento
de disfrutar de mi soltería, una soledad sin hijos ni esposas demandantes. Nada
más se podía pedir, al menos para un hombre de mi edad cuyos ingresos se
supeditaban a rentas de herencias, no a la venta de libros, estaba claro eso
para mí, la Literatura te da fama, no de comer.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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