UN HOMBRE SOLTERO PARTE XI






Por supuesto era muy consciente de la influencia de mis escritos en personas perturbadas. A tiempo sabía bien de los lectores sensatos, aquellos quienes al leer mis libros, no se tomaban al pie de la letra cualquier interpretación, ¿misógina, sexista?, ¡cualquier otra cosa! Eran pocos esos lectores de mente susceptible a afectar a quienes podría confundir con mi Literatura. Normalmente los lectores compran libros muy eventualmente no como una vocación para contribuir a sus vidas rutinarias y hacerlas mejor sino, para saber cómo piensan los intelectuales sobre diversos temas y tenerlos como temas de conversación en sus reuniones, si el aporte fuera curioso y diferente, jamás como una pauta a seguir. Ello de inmediato me evocaba recuerdos de los muchachos estudiantes de letras despojados de su propio verbo, cuando empezaban a enunciar sus esbozos de discurso con los vocablos del autor leído y hasta con el pensamiento de ellos. Entiendo bien la necesidad de entendernos en el diálogo, de ser claros, sencillos y puntuales en las palabras a utilizar, de lo contrario, nuestra soledad sería insoportable y ese arte de comunicarse perdería su encanto, adorables momentos donde compartimos nuestras propias ideas y no las de otros autores, porque entiendo al escritor como un portavoz de sucesos o hechos imaginarios o vividos desde los cuales puedan surgir nuevas ideas, pero siempre propias, no dogmas propias de fanáticos sin identidad, atrapados en las esquizofrenia de las muchas voces de muchos autores, donde no se entiende nada de lo expresado en el diálogo. Siempre me resultó desagradable el querer imponer formas de pensar o vivir, el debate fue una renuncia de salvación para mí por comprenderlo como una pérdida de tiempo, cuando la vida se pasa volando y lo anhelado es ser feliz, llevar la vida en paz, sin problemas y, si la ocasión se apertura para el diálogo, pues es todo un placer sentir cómo la soledad se desvanece en esas coincidencias desde las que ambas partes terminan digamos, un almuerzo juntos, de manera muy agradable, con el buen provecho de haber compartido nuestro valioso tiempo con alguien simpático o simpática, dentro de las buenas maneras y costumbres, esa educación obligada para saber valorar la sabiduría de cada persona, si llamo sabiduría a la interpretación personal de todo lo vivido, esa hermenéutica donde celebramos no las victorias o quejamos no derrotas, sino el estar cerca a alguien, siempre a través de la palabra.
Fue por ello mayor mi entusiasmo de querer dejarme sorprender por la tarde y el paseo por el Mall mientras dudaba en decidirme por la colonia a usar, algo casual, sin mucha evidencia, apenas relajante para quien pasara por mi costado, un aroma propio de la alegría de saberme un ciudadano al cual la vida recién empezaba a sonreírle sino era una evidencia del cómo el instinto de supervivencia es superior a cualquier tragedia impuesta por el destino o esos enemigos no elegidos. Meditaba sobre los lectores ofuscados y también sobre los escritores flojos de entendimiento, no por ser prolífico, sino por ver con lástima esas producciones literarias echadas para el olvido, con rastros de pesimismo o suicidios postergados y arrojados a inocentes lectores desde credulidades destruidas, porque si bien, el autor es responsable por sus escritos, no debe ser un referente para saber por dónde tomar el camino perdido, ello, sé, es muy personal y, también sé, la vida es más fuerte en toda circunstancia como el amor, el amor como evasión, el placer, el sexo, como lo interprete mi lector, porque llegado el momento, solo nos queda disfrutar desde donde estemos, sea cual fuera nuestro oficio, como cuando le preguntan a uno: ¿cómo está usted?, para responder con una franca sonrisa, no tan bien, pero igual, solo nos queda reírnos, porque lo peor sería hacerle caso a nuestros instintos salvajes, ¿no cree?
Por ello mi lector quizá crea que soy un privilegiado, yo diría más bien que uno se hace fuerte con el tiempo, sobre todo cuando se partió desde un estar solo contra el mundo, con todos los pronósticos en contra bajo muchas apuestas.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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