UN HOMBRE SOLTERO PARTE XXIV






Descarté por ello la posibilidad de volver a visitar a la psicóloga que hacía cerca de casi 10 años no veía, tenía un recuerdo de ella bastante infantil, si bien, sus alcances esclarecieron parte de mis dudas, su ayuda no fue sincera o al menos, el apoyo brindado se supeditaba a ser el paciente de por vida, alguien dependiente de un diálogo monotemático que no me permitía crecer como persona, pero las cosas inesperadas son sorpresas, la mayoría de veces curiosas o, en todo caso, dignas de ser atendidas, era la llamada de una psicóloga quien decía iba a estar un par de meses en la ciudad y estaba interesada en mi obra y, según ella, tenía un método infalible para ayudarme a salir de mi trance o exacerbado apetito sexual con la garantía de no hacer transferencia conmigo. Rechacé de inmediato tal propuesta, a pesar de su insistencia, lo cual no significó tener una entrevista con ella antes de darle las buenas gracias y embarcarla en su avión de retorno a Buenos Aires.
Conversar sobre mis apuros sexuales con una mujer de profesión psicóloga quien me verá como un paciente a quien orientar en la vida, pero si la vida no se enseña a vivir o nadie tiene una fórmula para aplicarla, ¿quería acaso debatir sobre ello conmigo?, ¿y por qué precisamente sobre mis necesidades sexuales?, ¿había una fascinación por mis escritos y mi libido?
Ella negó la entrevista y me habló sobre un método exitoso en Inglaterra: tratar a las personas con lecturas de poesía y novelas. Ya me había enterado sobre ese método y pensé en los beneficios de leer a autores pesimistas cuyo destino final fue el suicidio. No, definitivamente, eso no era lo necesitado, porque no podía creerle a un autor sobre el cómo veía a la vida si terminó suicidándose, eso era incubar dentro de mí el germen de una fatalidad. El otro hallazgo fue el enterarme de las desdichas propias del oficio del ser Escritor o Poeta, de haber sido de conocimiento público el destino trágico de estos intelectuales, luchadores en medio de un mundo donde prima la indiferencia y carencia de compromiso con la realidad sin querer tomar partido por ninguna causa.
A mi apartamento llegaron por servicio postal una caja con una decena de libros de títulos extravagantes como autores totalmente desconocidos para mí, sin ninguna garantía de saber si fueron escritos por psicópatas o aficionados a drogas para poder escribir si reparara en alguna otra observación renuente a mis gustos literarios. Tomé el del título más interesante y lo único que conseguí fue dormir por unas cuantas horas para despertarme y decirme: ¡qué autor para más aburrido! En ese momento ella volvió a llamarme para decirme: Mauricio, ahora entiendes por qué tu Literatura despierta intensas pasiones en tus lectoras y lectores, eres un afrodisiaco motivador para las personas solitarias poseedoras de un concepto erróneo del amor, les has dado una nueva visión a los placeres, puedes botar a la basura los demás libros y dejar de perder el tiempo con el libro leído y aburrido del cual apenas has leído unas páginas y te ha aburrido. Ése es el problema con los autores actuales, no se entienden así mismos y sus escritos no parten precisamente de hechos reales como no es tu caso, ellos no supieron encaminar lo poco de lucidez desde su aburrimiento para crear una Literatura que generara placer. Te leen y se sienten reconfortados y con ganas de tener sexo, ¿eso no es magnífico? Los comentarios recibidos desde diferentes partes del mundo sobre tus escritos han despertado un interés poco usual en estos tiempos donde nadie cree a los escritores y, todo parte de tu biografía, tus experiencias vitales, tus luchas desiguales y el cómo lo masculino se ha manifestado en ti contra todo pronóstico. Eras el muchacho al cual se le aplicaron electrochoques porque le tenía miedo a la vida y recibía como tratamiento neurolépticos cuyos efectos extrapiramidales te atormentaron durante toda tu juventud y no por ello te rendiste. Debo volver a Buenos Aires, mi objetivo ha sido cumplido, recibe saludos de tu editor quien está ansioso de recibir tus escritos.
Una vez más todo ocurría sin enterarme de quiénes estaban detrás de los acontecimientos en mi vida. Al menos no mencionó a mi Literatura como si fuera de autoayuda sino como a una Literatura vital desde donde era reconocido como un vencedor. Eso me estimuló bastante, vi mis ahorros y me animé a llamar a una de esas trabajadoras sexuales de la web luego de un minucioso diálogo donde las garantías brindadas por ella, no significaran algún contagio. Me rasuré entonces, llevaba un día sin hacerlo, eso era una buena señal, al menos para ese día, porque sabía de los días siguientes, cuando con el miembro viril erecto, quisiera penetrar a la paredes de mi dormitorio.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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