EL ESCRITOR Y EL GEN SUICIDA
¡Solo se suicidan los cobardes! Hacíamos
el amor y la muchacha de 20 años, impasible ante este tipo de confesiones apuró
la marcha y me dijo: mejor hazme el amor como sabes hacerlo, tienes que
aprender a disfrutar de nosotras y tener el
corazón de piedra, ya sabes que cuando más me necesites no voy a estar a
tu lado y allí, deberás solo enfrentar tus problemas.
Y así fue, ya pasó muchos años de
ello y así también fue escrito, como ahora que bebo de mi jarra con agua
mientras calo un tabaco mentolado y sin poder visualizar bien su rostro
recuerdo sus palabras finales cuando habíamos alcanzado un orgasmo múltiple, Mauricio,
ya superaste la etapa de las psicólogas, ahora vienes donde nosotras para
evadirte de tus pensamientos, sé que no tengo autoridad para hablar sobre
Literatura, en realidad no me agrada leer y no porque sea bruta, pero es que en
realidad casi todas las historias que llegaron a mis manos, fueron tristes, muy
tristes; tú lidias contras tus pensamientos todas las noches y sientes que
nadie te va a entender cuando necesites decir lo que hay en tu mente, porque
aunque te parezca poco creíble, te conocemos, sabemos qué piensas y nos
enorgullece que no bebas ni te drogues como lo hacen los demás hombres, aún en
esos momentos extremos donde sientes que estás sobrepasando tus límites, somos
conscientes de ello, pero te dejamos solo en tus laberintos, por algo eres
hombre, ¿no?, tienes mucho qué demostrar en tus enfrentamientos contras ti
mismo, ya no con el mundo y tus lectores o las muchachas a quienes nos haces el
amor.
Si he recordado con precisión sus
palabras es porque hallé sabiduría en ella, la sabiduría que parte desde una
realidad donde ellas hacen el amor con militares, policías, criminales, presos
dentro del penal al cual visitan y gente capaz de todo. Yo soy ese Escritor que
está dentro de toda la variedad de hombres con los que ellas hacen el amor y
esto es ya hace años, hasta el día en que empezaron a darme el número de sus
celulares para que las llamara, cosa que aceptaba para luego borrarlas de la
agenda de mi celular.
Ya no necesitaba a nadie. Así fue
mi aprendizaje: una necesidad de convivir con mi mente, mis pensamientos y todo
lo que llegara a imaginar desde el delirio de la soledad hasta los apuros de la
carne. De pronto tomé consciencia de lo que estos escritos significarían para
mí cuando llegara a los 100 años, más allá de las pruebas duras o rituales que
he superado y como me comentaran jóvenes rudos y decididos a querer conquistar
el mundo: no, Mauricio, tienes voz de héroe, pero no creemos que podríamos
soportar todo lo que soportas a cada segundo, tu pasión es diferente como tu
soledad, lo que no logramos entender es por qué no te quiebras nunca, porqué tu
voz es cada vez más insistente y vigorosa, al parecer, eso es lo que pensamos:
amas las experiencias extremas, éstas te hacen más agudo en tus escritos y en
tus hondas reflexiones llenas de silencio, encuentras respuestas personales que
no se aplican a nuestros estilos de vida pero nos enseñan a buscar las
nuestras, las propias.
Sonó el celular, atendí
amablemente porque era un número no agendado. La voz suave de una muchacha a las
2 de la mañana rompió mi paz, era una de esas voces donde te recuerdan con
palabras precisas qué es lo que más te duele de la vida, porque hablaba del
dolor, de la soledad, de la renuncia al amor o la falta de credo en él, de
Dios, de mi pasado rebelde y contestatario, de mis derrotas y los 5
internamientos en los psiquiátricos, de las muchachas que no pude amar o de las
traiciones a las cuales había aprendido a enfrentar sin perder la calma. Espera,
le dije, veo que te has tomado la molestia de leer casi todos mis escritos, que
has mostrado interés en mi biografía y no sé qué es lo que pretendes con todo
esto. Quiero conocerte. Eso fue lo que ella dijo con voz amorosa. Era la voz de
una muchacha de unos 25 años. Para qué. Tengo interés en saber qué piensas como
ser humano, que al fin y al cabo, eres tú tu Literatura, no dejas nada para la
imaginación, escribes como piensas y como actúas y ese misterio me perturba
hace tiempo, Mauricio, en otros términos, quiero aprender de ti todo lo que
sabes y aún no has escrito. Probé de mi jarra con agua, calé un tabaco y lo
primero que se me vino a la mente fue hacerle el amor, porque me excitaba todo
lo que ella me decía. Pierdes tu tiempo. ¿Qué?, pero si sé que en este momento estás
deseando hacerme el amor, siento que me necesitas. Tienes razón en una sola
cosa, en lo de necesitarte para hacer el amor, pero tú no eres la indicada,
quieres una relación conmigo, no quieres solo sexo. ¡Mauricio!, hablas
constantemente del suicidio desde tus escritos y ahora, ¿rechazas la
oportunidad de no estar solo nunca más? Inmediatamente hizo una video
conferencia, era una muchacha como lo había calculado, de unos 25 años,
extremadamente hermosa, sensual, sexy, muy sexy sobre todo. ¿Quieres tenerme en
tu poder cuando ya no te tenga a mi lado? ¡No, no, Mauricio, no pienses eso por
favor!, por qué te niegas a ser querido, amado, a que una mujer te de cariño,
afecto, amor, dulzura, ¿no eres el hombre de las 50,000 palabras diarias?, mira
cuánto escribes diariamente, sabemos que escribes como hablas, ¿rechazas la
oportunidad de tener sexo con una mujer que además te correspondería en las
conversaciones? Calé mi tabaco, probé otro sorbo más de agua helada y sin
meditar mucho le expliqué lo que no sabía de mí: la soledad se hizo mi aliada,
el amor y la soledad son definiciones muy propias para mí a como las demás
personas puedan entenderlas y, no soy un hombre de 50,000 palabras diarias, soy
un pensador nato que cuando habla, usa 100,000 palabras, inclusive cuando hago
el amor, pero entre decidir vivir contigo esa maravillosa experiencia que
ningún escritor solitario rechazaría y, hacer el amor con trabajadoras sexuales
para luego retornar a mi apartamento para sentarme al escritorio y escribir en el
ordenador, mi elección es ésta, el de ser un Escritor solitario que convive con
el gen suicida y, ¿quieres una razón clara?, pues te la daré: no soporto la
presencia de otra persona por mucho tiempo a
mi alrededor, mucho menos la convivencia y, no es que me guste imponerme
a las mujeres, puedo ser muy abierto al diálogo por ejemplo, pero eso siempre
implicará que tenga la razón a pesar que solo esté dialogando; mis silencios
son mis silencios y no tu voz en mi consciencia a cada momento ni tu parecer
del mundo o de la vida o todo lo que hayas aprendido de ésta, porque para serte
más sincero, no me interesa, por ello desde ya desecho la posibilidad de que
hagamos el amor ya que puedo hacerlo con quien yo elija sin ningún compromiso
de por medio, ¿entiendes que si me das a elegir entre mi Literatura y tú, ya he
elegido hace muchos años? Pero, Mauricio, y el amor. Son bobadas, tiempo
perdido que bien puedo utilizarlo para escribir diariamente como lo hago
siempre. ¿Te niegas a la experiencia del amor? Me niego a que seas tú la única
mujer que me enseñe lo que es el amor o que el amor seas tú sola. ¿Cómo?,
¿crees que es amor lo que ellas te brindan? No, en lo absoluto, pero eso es lo
único que necesito, a mis 47 años sé qué quiero de las mujeres y qué quiero
para mi vida y tú no estás dentro de estos planes ni creo que lo estés para
cuando llegue a mis 100 años de vida. ¡No llegarás a los 100 años de vida, te
suicidarás, llevas dentro de ti el gen suicida! Me reí e inmediatamente le
repliqué: ¿ves?, a eso me refiero justamente con lo que tú entiendes por amor. Apagué
la llamada y el celular antes de bloquear su número. Tengo bien en claro qué es
lo que quiero de las mujeres, pero no precisamente lo que ella quería para
ella, para mí, para ambos, para mi Literatura o para recordarme a cada momento
sobre el gen suicida desde la soledad que requiero para no ser perturbado. Vi mi
agenda, pregunté sobre las nuevas muchachas que llegaron a la ciudad para hacer
el amor. Me duché, sabía qué debía hacer. Lo demás eran boberías.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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