EL FIN DEL AMOR
Para mí, las muchachas más
bellas, no merecen una segunda oportunidad, es decir, un buen orgasmo me enseña que ya fue, que debo saciar mis
apetitos sexuales con otra muchacha igual de bella, no escribo más bella, porque
conozco a las de belleza superlativa. Entonces, ahora que he revelado todas las
formas científicas y los remedios caseros para hacer que el menstruo o la regla
baje para evitar todos los embarazos no deseados, si he escrito hasta el
cansancio que percibo con suma claridad los orgasmos de mis mujeres llevando
siempre preservativo, que a los 47 años se puede disfrutar de muchachas
veinteañeras sin tener algún vínculo o compromiso con ellas, que no tengo hijos
por tanto y no necesito afecto si al conocer a una mujer después de haberla
hecho mía, entienda que es un error el tratar de conocerla, que callada
despierta el deseo sexual y es mejor así, que se pierde mucho tiempo enamorando
a una muchacha para luego tener que aguantar sus reproches, su mal humor, su impuntualidad
o todo ese cortejo que termina en los lechos, cuando bien sabemos que después
de haberse consumado el sexo, deseamos estar solos en la cama, no compartirla
con la muchacha sino desear que se marche, sin mucho drama, para en mi caso,
tomarme una jarra con café con leche, con sus cubos de hielo y, encender mi
tabaco mentolado y esperar que la noche pase hasta contemplar por la ventana
cómo vence el sol, si acaso sé, estos son los privilegios de la libertad, entre
rubias, pelirrojas, morenas y negras, de todas las edades en un rango de 18
años a 30, por qué entonces tendría que meditar un solo momento sobre tener
pareja o querer saber qué es eso llamado amor. Mis horarios son míos y son
dedicados exclusivamente para escribir, no soporto ni a la más bella por más de
5 horas, a no ser que sea para hacer el amor, más nada y, si dentro de todos
estos testimonios detallo hace años cómo son las relaciones de un hombre
soltero que no para de hacer el amor con una y otra sin repetir de muchacha,
sea porque ¿el amor no existe?
Porque sé que me vas a odiar,
pero al voltear tu rostro, lo que vas a ver es un panorama nada alentador: una
mujer impacientándote a cada momento, diciéndote que hay cuentas por pagar, que
los niños reclaman cosas, que el alquiler, el auto, la comida, la salud, que
ella y el amor, que por qué no le haces el amor como antes, como cuando recién
la enamorabas, que por qué no le dices las mismas cosas que solías decirle
antes de hacerla tuya y tú piensas ¿qué le dije que ya no recuerdo nada? Y, solo deseas estar
tranquilo un momento, porque el fin de semana se acaba y debes volver al
trabajo donde hay muchas responsabilidades y personas con quién convivir
laboralmente si es que no estás pensando en los años que se te han venido
encima y sabes que en cualquier momento te llega la carta de cese o despido y
entonces ella se hace un cuesco y voltea a verte sin maquillaje, sin haberse
duchado, con la ropa puesta desde la mañana con la que se levantó de la cama y
piensas, ¿dónde está la muchacha bella a quien amé?, porque entonces no te
pedirá, sino más bien, te reprochará por qué no la sacas al cine, a una
discoteca o se van de viaje con los niños y entonces piensas ya no en los
ahorros que cuestan tanto sino, en cómo resultaría un viaje de fin de semana
con unos niños a los cuales no se puede controlar si es que no has reparado que
la última vez fueron dos días llenos de mucho estrés con discusión en el lecho
encima mientras los niños lloraban porque solo querías descansar y tu mujer te reprochaba
una vez más que ya no eras el tipo romántico con el que se casó, que eres un
inútil hasta en la cama y no sirves para nada mientras se echa a llorar y
enumera cosas del pasado que tú no recuerdas, porque son con hora y fecha y todos los detalles propios de
esas venganzas donde te arrepientes de todo y llegas a tratar de pensar: ¿cómo
era mi vida de soltero?, ya que me lees y piensas, ese, Mauricio, la sabe
hacer, tiene 47 años y hace el amor con veinteañeras las veces que se le da
la gana y no ha embarazado a ninguna, se
dedica a escribir entendiendo que ésa es su vocación, que solo se dedica a ello
y a hacer el amor y, es cuando piensas, ¿por qué no hubo un Escritor como él en
mi generación?, para estar enterado sobre esto que me está pasando cada segundo
de mi vida cuando medito si es que en verdad el amor existe y, entonces vienen
a tu mente todas esas bellas muchachas ansiosas por hacerte el amor y a las
cuales les dices no porque tu mujer te mata, si acaso en este momento no te está
matando de un colerón porque quiere hacer el amor tal cual como está, con olor
a frituras y una mascarilla en el rostro para contrarrestar las arrugas
inútilmente y el cabello lleno de carretes porque se le ha metido la idea en la
cabeza que ya no es bonita, que le eres infiel sin que lo seas y temes
despertar una de estas noches sin tu miembro viril ante uno de sus delirios,
porque encima también tienes la culpa que ella envejezca y que todo en su vida
le haya salido mal.
¿Y entonces, cómo empezó todo?,
ah, verdad, recuerdas que fue por el preservativo que te lo sacaste porque te
gustaba dar la leche sin protección y es cuando lees estos escritos y piensas: Mauricio,
quién como tú, tienes 47 años y llevas la vida de un muchacho de 17 años que no
busca amor sino placer y, encima lo tienes a tus anchas con mujeres sumisas, esclavas, complacientes y de
orgasmos continuos. Para que finalmente exclames: ¡por qué tuvo que tardar
tanto tiempo en aparecer un Escritor así para saber qué era el amor!
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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