UN HOMBRE SOLTERO, PARTE FINAL


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La puerta era tocada con insistencia. Nadie me visitó nunca a mi apartamento por ser un lugar solo reservado para mí. Calaba mi tabaco mientras esperaba semanas o meses llenos de conflictos, problemas propios del amor. Era ella. Al salir, la vi con su mochila, con lo necesario para decirme que ya no podía más, que lo suyo era amor verdadero. No la entendía sinceramente. Tampoco podía dejarla así en ese estado en la calle. A justas estaba en pie y parecía haber llorado demasiado, como cuando se llora por amor de manera inconsolable. Fue un error cambiar el número de mi celular, eso forzó más su presencia en la puerta de donde vivo. No había mucho para meditar. La hice pasar.
Como si hubiera cargado una cruz muy pesada, una cruz que tiene relación con las soledades del cuerpo y del alma, dejó la mochila a un lado mientras sacaba una lata de cerveza de ésta para beberla con desesperación. Se había rendido, pero equivocadamente.
Calé mi tabaco mientras me dirigí a mi habitación dejándola sola con su amargura. Nunca le había prometido amor, nunca le juré nada, lo nuestro fue solo sexo y conversaciones sin cesar. ¿Eso es el amor para las mujeres?, pensé. Cerré con llave mi dormitorio y me eché a dormir. Al parecer ella hizo lo mismo desde el sofá.
Al despertar, traía más años de los que tenía en el rostro, sus ojos brillosos eran propios de quien ha llorado desde hacía mucho tiempo y hacían vérseles azules, el color de los ojos en el amor. Le alcancé un vaso con agua. Ella tenía mucho qué decir.
No pensé que fueras tan insensible. ¿Me estás diciendo que soy un hombre sin sentimientos? ¡4 años juntos, Mauricio!, ¿es que no sientes nada por mí?, ¿no me extrañas ni un poquito?, ¿no sientes rabia y celos por tan solo pensar que me he acostado con más de 100 hombres? Espero que te hayas cuidado bien o hayas tomado esos tecitos para evitar embarazos no deseados, ¿te cuidaste de las enfermedades de transmisión sexual? ¡Eso me importa un carajo!, ¡te di lo mejor de mí!, ¡cómo puedes haberme olvidado tan rápido! No es que te haya olvidado, pero no lo vas a entender. ¿Entender qué? Dime, Mauricio, dímelo a la cara y lo sabré entender, sé cómo es la naturaleza de los mujeriegos como tú, ¿las amas a todas, es por eso que necesitas de una muchacha diferente para sentir amor por parte de cada una de ellas y de igual forma, amarlas? Encendí otro tabaco mientras me preparaba una taza con leche helada, bien helada. El amor, el amor no es eso que tú has descrito, el amor para mí es lo que dura una sesión de sexo sin repetir de muchacha y, no es cierto que las ame a todas, ahora mismo, en mis pensamientos hay solo muchachas que han sido mías, pero eso no quiere decir que quiera estar con ellas para siempre o las ame a todas, es un concepto errado del amor para “los mujeriegos”, como tú lo dices; amo en el momento en que la muchacha se me entrega, pero luego el amor se desvanece y dejo de sentir con la muchacha que me lo ha entregado todo, porque deseo inmediatamente saber de otras muchachas o mujeres para volver a amar, pero sin recordar o necesitar de la anterior muchacha hecha mía. ¿Lo tuyo qué es entonces? Sentir, sentir con cada una sin querer que me pertenezcan o que yo les pertenezca, es muy corta la vida para estar atado a una sola mujer cuando el amor está en todas sin que ello necesariamente signifique que sea para siempre con cada una de ellas, tengo sentimientos y así es mi manera de amar, pero no amo a todas a la vez y quiera con ello tenerlas aquí justo bajo las mismas condiciones en que tú estás; una sesión de sexo es el amor consumado y varias sesiones de sexo con varias muchachas es mucho amor que no debe ser para siempre, a pesar de sentirse en el momento de la intimidad que se sienta así, porque siento que amo a la muchacha que es mía, pero luego, ya no siento nada, todo se desvanece como el polvo en el viento, sin dejar en mí rastro alguno de anhelos de pertenencia, pero no creo que lo entiendas, creo que nunca me entendiste, fuiste excepcional conmigo, pero no eres la única ni tampoco quiero que lo seas. ¿No has pensado, Mauricio, que ellas en este momento deben estar buscándote porque no te han logrado olvidar? No lo creo, una buena sesión de sexo es inolvidable, pero el amor no es un vínculo que una para siempre a dos personas, aprendí a hacer el amor con guerreras que en el lecho saben, no seré el único hombre en sus vidas ni el definitivo, solo el furioso amante que saciado busca a una y a otra solo para sentir el amor en cada acto sexual sin deseos de retener a ninguna de ellas. ¡No, Mauricio, tú nunca has amado, eres incapaz de amar!, ¡solo quieres sentir placer con diferentes mujeres, lo tuyo es solo sexo, nada más, eres un hombre que no tiene corazón! Calé el tabaco mientras probaba de mi taza con leche helada y la contemplaba con ternura, con cariño, como lo hago con todas las mujeres que son mías. El orgasmo, todo se resume en el orgasmo, mientras demore en alcanzarlo, el amor está allí vivo, con toda su intensidad, en toda su plenitud, una vez alcanzado el orgasmo, todo se desvanece y pienso en volver a amar a otra muchacha para sentir otra vez placer y amor, eso es algo que ustedes las mujeres aún no sabían de nosotros los hombres o “esos mujeriegos” como me defines, todo se acaba para mí una vez alcanzado mi orgasmo, pero así entiendo a la vida y me siento muy vivo cada vez que poseo a una muchacha diferente sin pedirle que se quede a mi lado toda mi vida. Estoy destruida, Mauricio, yo te amo de verdad, no he podido olvidarte, he dejado a un hombre en el altar por ti, no puedo olvidarte. Hace cuánto tiempo que bebes. No lo sé, todo se rompió dentro de mí, aquí, en Lima, en París o Madrid, con modelos, corredores de autos, actores de cortometrajes, escritores sin talento y con talento, hombres de negocio y de mucho mundo, en fin, una no elige a quien amar, ¿no lo crees? Olvidas algo, ya no te deseo. No me interesa, Mauricio, no me interesa que ya no me desees, solo quiero tenerte cerca. No lo vas a soportar, porque igual seguiré haciéndole el amor a todas las muchachas que yo desee. No me importa ello, Mauricio, lo mío ya no es sexo, es algo que va más allá de lo que tú como hombre puedas entender. Y bueno, entonces aquí estamos, tú, con el deseo de estar a  mi lado así yo siga con mi vida de “mujeriego” y yo, con mi estilo de vida que por cierto no deseo cambiar. Pues lo acepto, Mauricio, acepto, pero por favor, por lo que más quieras, no me saques de tu vida, yo ya no sé adónde va ésta, estoy totalmente perdida dentro del mundo sin ti y no es importante para mí el sexo, solo quiero tenerte cerca. No creo que resulte, enloquecerás de celos, no soportarás que esté con una y otra, estás poniéndole condiciones a mi vida. No son condiciones, es amor verdadero, he perdido ya demasiado en estas noches donde creí vengarme de ti haciéndole el amor a pobres hombres que están ahora enamorados de mí y me buscan desde todas partes. Bueno, al menos siempre fuimos parecidos en algo. Qué estás pensando, Mauricio. En que no debes quedarte aquí. ¡Me mato, Mauricio, me mato si me abandonas! Probé del vaso con leche helada y calé mi tabaco. ¿Sabes?, hay un apartamento en alquiler en otra zona de la ciudad, lo leí por casualidad cuando abrí la bandeja de correos de mi correo electrónico, solo me pregunto, ¿podrás soportar el olor a sexo de las muchachas que sean mías cuando retorne luego de haberles hecho el amor? Ya no tengo nada qué perder, si eres feliz así, lo acepto, lo acepto todo, yo no quiero saber más de sexo, solo quiero tu compañía. ¿Y si me matas en un arranque de locura? Ya pensé en ello también, mi vida está muy desgraciada, lo he perdido todo, solo el verte diariamente me puede curar de esta enfermedad llamada amor que tú no puedes corresponder. ¿Entonces quedamos como amigos? “Amigos”, ¡no sabes cómo me duele escuchar esa palabra!, pero, ¿no tengo otra opción,  no? Pensé en los silencios tensos de los reclamos, de las convivencias donde ni siquiera se me puede reprochar por ser infiel por no ser nada de ella. Apagué el tabaco, dejé la taza con leche sobre la mesa, le ordené que se levantará del sofá y la abracé sintiendo todas sus fuerzas en ese abrazo.
¿Sabes que puedo estar erecto pero de igual manera no te desearé? Lo sé, Mauricio, solo quiero tu afecto, no me importan tus amoríos diarios con diferentes muchachas, porque así como tú tienes una forma extraña de entender al amor, también tengo yo la mía. Podrás hacer tu vida cuando lo desees, sigues siendo libre, no sé si esto sea un error, anda, date un duchazo y arréglate, vamos a alquilar ese apartamento, que éste es de mi vida como hombre soltero y aquí solo puedo vivir yo y nadie más.
A la hora salió como si hubiera recuperado 20 años de juventud, como si nada hubiera ocurrido entre ambos, volvió a ser la misma de siempre, en su mirada había una sensación de victoria.
Fuimos por ese apartamento en alquiler y, al ver su trasero, inmediatamente entendí por qué estuve con ella 4 años conviviendo. Mi memoria recuperó la intensidad de su olor vivo a sexo excitado. Extrañamente pensé que después de todo no era una mala idea volver bajo las condiciones acordadas a convivir juntos, mas el celular sonó insistentemente, era una muchacha que me llamaba para querer conocerme, decía ser estudiante de Literatura, que quería hacer una tesis sobre mis escritos y quería citarse conmigo cuanto antes. Ella percató ello, me sonrió dándome una palmada en el miembro viril que estaba otra vez duro y erecto y sin mucho drama me dijo: ¿puedo ser amante de tus amantes?
Mi reacción fue meditar rápidamente en el sexo como necesidad y búsqueda de placer, pero ella me amaba, a pesar que yo no sentía ya nada por ella. No podía dejarla sola. Le respondí de inmediato: mientras me den tiempo para escribir, no me haré problema alguno, pero, ¿no sería mejor que tengas a hombres como amantes?
Y entonces dijo algo que lo resumía todo: “quiero sentir lo que tú sientes con ellas cada vez que las haces tuyas para siempre”. Recuerda que seguiré llevando mi vida de hombre soltero. Mauricio, en realidad desde que te conocí supe ello, que estabas destinado a la soltería.
Una semana después, ya en el nuevo apartamento, comentábamos sobre las muchachas a las cuales les hacíamos el amor y, sin darme cuenta, otra vez habíamos conectado, sin que yo la ame a ella, a pesar de ver en su mirada el amor incondicional de quien estaría a mi lado, así siguiera siendo yo: un hombre soltero.

FIN
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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