UN HOMBRE SOLTERO PARTE XXXI
Soy un hombre que no necesita
conversar con nadie, porque cuando lo hace, se arrepiente, prefiero por ello
escuchar canciones donde cada frase es clara y reveladora, quizás así sea más
honesta mi visión de la realidad, porque detesto conversar con personas que
despiertan en mí mi lado más vil o hipócrita. Dialogar con amigos donde nos
tratemos fraternamente me hace sentir mal, me parece una reverenda mariconada,
prefiero mis silencios y mi soledad, este aislamiento desde donde puedo
escribir. A las muchachas solo las llamo para lo puntual: sexo. La única
persona que despierta El Bien en mí soy yo desde mi consciencia, porque sé que
una sola persona no tiene solución y, este mundo tiene algo de 7,000 millones
de habitantes, por ello solo mi Literatura al momento de pretender cambiar al
mundo, tenga connotaciones bíblicas o de profeta, pero es solo desde mis
escritos, porque al momento de dialogar con un intelectual, sale a relucir en
mí mi temperamento fuerte o mis deseos de pedirles: déjenme solo que así la
paso mejor y, no es que sea alguien que odia a las demás personas, pero a mis
47 años sin buscar la diferencia y las anécdotas dignas de ser oídas, hallo
placer en mis meditaciones y silencios, ¿sea eso rudeza o autosuficiencia? No,
fui más bien acostumbrado a una soledad desde donde mis pensamientos son
plácidos y llenos de buenas voluntades. ¿Emocionarme por la nueva muchacha a
conocer? Pues eso es algo que lo celebro después del buen amor, con una KR Limón
y unos tabacos mentolados para luego retornar a esta tranquilidad de madrugada
donde lleno de vida y mundo, escribo sin desmayo, conociendo plenamente al ser
humano, desde sus flaquezas más inconfesables que no me son extrañas, hasta
esas virtudes que uno debe entregar a las demás personas, así te hayan pagado
mal o sus intenciones sean la de meterte en problemas, porque de algo estoy
seguro, el mal es una tentación constante y, El Bien, un don que se multiplica
cuando se practica y hace a uno sentir muy bien. Es curioso, pero practicar El
Bien mejora mi estado de ánimo y me hace creer más en mí y en las demás
personas, muy al hecho de no esperar nada a cambio. ¿Les pasa lo mismo,
estimados lectores? Yo creo que sí, creo que todos queremos practicar El Bien,
pero el día y sus obligaciones y responsabilidades terminan por ganar a todos
y, la paciencia no es precisamente un don con el que nacemos. Somos muy susceptibles
en la mayoría de casos y, dentro de todos los lugares comunes, queremos ser
señalados como los diferentes, desde el buen sexo hasta el ser considerados
como buenas personas para la sociedad. Siempre he pensado que es muy viril
sonreír sin dejar rastros de debilidad, sino más bien de aplomo y seguridad. Esas
sonrisas francas que te recuerdan que el mundo tiene sentido cuando las luchas
son silentes, más allá de los discursos moralistas desde donde se dice una cosa
y se hace otra. No cuesta nada ser perseverante en esto, no cuesta nada pasarse toda una mañana
hasta el mediodía estar sentado en la puerta de mi apartamento, bebiendo solo
agua y calando mis tabacos mentolados para contagiar mi energía a las demás personas,
el mundo es tan mierda a veces con los demás, ¿por qué no ser el que te
recuerda que la vida existe, a pesar de todo lo que a uno le puede haber
pasado?, ¿es así la vida de alguien que bien podría ser interpretado como
misántropo por ejercer su derecho al silencio?, contradictoria postura para
alguien que se opone a lo que está mal dentro del sistema y sabe que la vida se
la pueden partir muchas veces más, pero su amor es más fuerte, su amor al ser
humano, a la familia, más allá de malentendidos donde se debe practicar lo
pensado en silencio, porque así es el alma de quien fue tratado con amor desde
niño y, crecido en un entorno donde los afectos fueron sinceros y espontáneos. He
pensado en la quincena de este mes. El amor me espera con todas mis ganas y sé
que ello me motivará otra vez el deseo de hablar o también de querer horas
después penetrar las paredes de mi habitación. Aún no es tiempo de volver a
la lujuria de hacerle el amor a dos muchachas a la vez o a una tras de otras,
cuando sea el momento donde mi economía me permita ello, no temeré como en su
momento a la lujuria, porque es extraño, soy el Escritor que descree del amor
pero que es feliz amando. Y así son mis pensamientos mientras estoy solo, si
ello alcance las reflexiones de un hombre soltero de 47 años y conoce el camino
que sanan todas las heridas.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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