CARTA AL ISLAM, LA COMUNIDAD JUDÍA, Y AL CATOLICISMO.
¡No queremos resucitar!, el alma
es presa de las pasiones de la carne y, tanto el varón como la mujer, vive
constantemente en pugna ante sus deseos, desde los que son impotentes hasta los
lujuriosos, desde las personas de edad avanzada, tanto en varón como mujer y,
resucitar es volver a la carne, a ser eternos en carne propia y sentir lo que
sentimos en vida. ¡No necesitamos la venida de Jesucristo!, al morir el
Espíritu se libera del cuerpo y de las pasiones abyectas de la carne, de los
placeres y de los goces donde somos felices, solo mientras seamos jóvenes y se
guarden las normas de la moral contra el incesto, la pedofilia o las
desviaciones de varones y mujeres. Dios en su santidad no nos entiende por nuestros goces de la carne,
porque Él es Espíritu y Jesús, a sus 33 años, era un hombre virgen que se
dejaba acompañar por prostitutas por ser de simiente única, resistente al
placer o las tentaciones provocadas por las mujeres, único entendedor del amor
de niño entre los seres humanos, propio del perdón y la misericordia.
¡Musulmanes, escuchen, no necesitamos la venida de Jesús para volver al Paraíso
donde el ser humano volverá en carne a disfrutar de los placeres por la
eternidad! ¡Comunidad Judía, no existe tal Profeta que redima egoístamente solo
a su Pueblo llamado el Elegido! ¡Papa Francisco, seguidor de la Santa Virgen
María, la Inmaculada, no queremos sacerdotes condenados a la soledad de no
tener mujer o monjas condenadas a la soledad de no tener varón!, ¡no queremos
que se perviertan en la pedofilia o la desviación sexual! ¡Queremos la pureza
del Espíritu Santo, no el alma que padece y es feliz con los goces de la carne!
La lujuria termina en desviaciones inevitables que terminará por destruir en la
eternidad a la Creación de Dios.
No queremos Anticristos ni
promesas de un Juicio Final, porque aquí a pesar de los goces de la carne y la
felicidad que otorga, hay algo superior que es propio de la paz y se llama:
conocimiento o sabiduría propia de Dios, porque el Amor solo destruye a las
personas, las entrega a la corrupción económica por responsabilidades obligadas
por los hijos tenidos o, al desamor, donde se pierde la Fe en el ser humano y
las evasiones concluyen en las drogas y el alcohol como otras adicciones. La soledad
del Espíritu es dichosa en la eternidad y no es necesario Resucitar para ser
felices. Todo placer que se experimente desde la carne viva en la eternidad concluirá
inevitablemente en aberraciones donde las prácticas serán inconcebibles e
inimaginables en lo largo del tiempo que no cesa.
¡No queremos un Juicio Final
donde los malos sean juzgados y los buenos recompensados en justicia! Los buenos
nunca toleraremos ver a los malos arder en el infierno mientras gocemos de los
placeres de la carne en El Paraíso, ¡eso no es perdón y misericordia! ¡Eso no
es de Dios, Santo en su Espíritu y Creador de los Cielos que conoceremos con
otra naturaleza al morir! Al morir y ser Espíritus, volveremos a ver al
universo como niños, sin malicia ni vileza, sino con la sana curiosidad de
quienes no padecen de los impulsos sexuales.
¡A los que reclaman Justicia
Divina!, a ellos quiero decirles que en la eternidad solo hay Paz y ausencia de
dolor y, El Juicio Final, es solo el deseo de venganza por lo que se padece en
este mundo donde ignoramos la vida que hay en el más allá, cuando seamos
Espíritus sin afectaciones del placer, sin cuerpos con hormonas alborotadas a
cualquier edad, sin la pasión del placer, porque queremos conocer del Amor
Puro, propio del que tiene el Espíritu, que está libre de todo deseo y, que
contempla desde la inocencia y carencia de avaricias o deseos de poder al
universo.
El mundo siempre ha estado mal y
lo estará, es una condena estar aquí a
pesar de ser felices cuando maduramos, porque al ya no sentir dolor, sentimos
el dolor de los demás y vemos con impotencia el no poder hacer nada. El mundo
está lleno de guerras y pugnas por el poder y el deseo desmedido de tener mucho
dinero. Las grandes perdiciones del hombre son el placer y el dinero, por estas
se entrega el Alma, para seguir teniendo más placer, sin meditar en las
consecuencias, tragedias y desgracias. ¡Tantas Guerras en Nombre de Dios que
jamás las pidió! ¡Han usado tu Nombre Santo y lo siguen usando para intereses
infames y nada podemos hacer! El buenismo o el querer ser bueno es condenado
por los que ostentan el poder en este mundo, ¡todos compiten contra todos en
busca del éxito!, y también todos quieren la Paz del Espíritu, pero los deseos de la
carne son mayores aún cuando no haya juventud y, todos se venden por dinero sin
importar si los familiares entre sí se maten.
¡No queremos resucitar para
prolongar hasta el infinito este caos donde unos son más que otros y nuestros
cuerpos se entreguen a las orgías de la carne! ¡No necesitamos la Resurrección
Religiones del Mundo! Queremos ser Espíritus como Dios en su Santidad lo es y
así estar en la eternidad y, para ello, no es necesario volver a la vida en
cuerpo y alma. ¡La muerte es la respuesta como verdadera salvación sin
discriminación alguna mientras tengamos que asumir nuestros deberes con El Bien aquí en este mundo!
Sea la Justicia de los Hombres
para este mundo y, el compromiso del Hombre de todos para un mundo mejor, sin excepción
alguna ante las tentaciones del dinero y el placer. Y seamos veraces y unidos
en el propósito de ser hermanos en este mundo. Y que los más sabios nos enseñen
a perdonar y no nos desamparen. ¡Que los Amos del Mundo recuperen sus corazones
y renazcan en su Espíritu condenado y podrido por sus consciencias llamada Alma!
Sea este tránsito que es la vida
el conocimiento de lo que es el Hombre y, sea la eternidad, el Paraíso de los
Espíritus, por toda eternidad.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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