CUANDO LAS MUJERES YA NO SIENTEN PLACER






Una ninfómana nunca alcanzará orgasmos y su deseo de hacer el amor una y otra vez será en demanda de lo perdido: la capacidad de sentir, por ello, les entusiasma hacer el amor con los lujuriosos, esos insaciables en los lechos que tras su brutalidad al momento de poseerlas las conecta con el placer del que padece de satiriasis, ese apetito desmedido por el goce, así no logre eyacular en toda la sesión de sexo. El querer entender al varón que en el acto sexual se siente un ser totalmente dominante y sometedor, se termina por convertir en otras formas de placer donde se hacen sumisas y dispuestas a caer en las garras de quien no ama y solo las posee como una necesidad donde lo suyo es solo animal, nada de afectos ni sentimientos desde una actitud sincera para la intimidad y, esto las enloquece.
Despertar sin ánimos para con la vida cuando el deseo o el apetito sexual se acaba tanto para el varón como para la mujer es una de las sensaciones más desagradables y tristes para el ser humano, porque se conoció la felicidad y luego que ésta se fue, queda un sin sentido para la vida, donde todo es observado como una rutina insoportable.
Es el recuerdo y la nostalgia del orgasmo lo que insta a las mujeres pasadas de los 30 años a querer experimentar todo aquello que a sus 15 o 20 años no requería de esfuerzo o estimulación exigente para llegar al clímax.
Hombres y mujeres bebiendo, consumiendo drogas y otras evasiones para no ceder a las horas de la realidad no requieren de un trasfondo psicológico de difícil interpretación: es la búsqueda de lo que no tiene límites, cuando las maneras para conseguir placer son demasiado simples y, la mujer se inclina hacia lo más bizarro, explorando lo que sus fantasías no permitidas en la adolescencia le demanden entre hacer de prostituta, por el solo hecho de querer saber qué se siente ser mujer de muchos hombres, hasta las aberraciones más incomprensibles e inconfesables y, todo por la anorgasmia o ausencia del goce en los lechos, cosa que ya he explicado en párrafos arriba.
La vida de los impotentes es muy triste y no tiene edad en los varones, por ello los muchachos beben o se evaden con otras drogas para no caer en las meditaciones donde la realidad carece o no tiene razón de ser. ¿El dinero y el poder compensan estas sensaciones? En términos viles ello solo conduce a la destrucción mental del varón. Un escape inmediato son las bebidas y las drogas, porque desear y no poder copular es una frustración que puede aparecer a los 25 años si es que se ha tenido un inicio sexual temprano o, una visión de la vida desde donde esperar la vejez sin placer sea una condena monótona donde nada valdría la pena. Pero esto es en el caso de los varones quienes empiezan a despreciar a la filosofía y niegan la sabiduría cuando en realidad es el goce de la carne lo que nos hace sentir vivos.
En el caso de las mujeres, el no querer tener más sexo, es por no sentir nada al momento de ser penetradas, de haberse cansado del sexo brindado por los hombres comunes y corrientes que en nada se parecen a los lujuriosos, esos especímenes que no las respetan en la cama y hacen uso de ellas como si fueran hembras a someter en el lecho sin  piedad alguna. Si a esto se le añade que el dinero sea un plus para alcanzar orgasmos que normalmente no los alcanzan con sus parejas, es porque el sexo raya en lo no permitido, en las exigencias cada vez más incomprensibles que tienen mucha relación con su manera de sentir la seducción, porque lo que a los 15 o 20 años era un orgasmo veloz, rápido y satisfactorio, es insuficiente o considerado como placer para adolescentes en una mujer que pasando los 30 años entiende, el placer en ellas también se hace rutinario y se dan cuenta, el deseo sigue allí, así como pasa con los varones, el deseo de penetrar, como en el caso de ellas, de ser penetradas de otras maneras, desde otras prácticas donde el sexo sea una novedad superior a la realidad o a lo ya conocido.
Un hombre que ya no tiene erecciones es un hombre condenado al silencio y la tristeza y, una mujer que desea pero no alcanza el orgasmo, es la tristeza de lo que alguna vez fue motivo de alegría y ganas de vivir, impulso vital para reconocerse como mujeres, dadoras de vida en pleno orgasmo, elemento necesario donde nada tiene que ver el sentirse deseadas por todos los hombres más allá de la edad que tengan, sino de consumar ese deseo con clímax donde la posesión sea inédita dentro de sus experiencias, si es que el lujurioso es un maestro, alguien que tiene técnicas que van más allá de una simple penetración y que juegan con los miedos no liberados de la mujer, esos que están más allá de lo establecido por la moral, los que también son desconocidos o la negación a no realizar actos repudiables que en manos del maestro solo significan: volver a corresponder el deseo con orgasmos continuos, como fue en un principio, cuando se descubrió al placer.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco




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