LA MUCHACHA QUE TENÍA A SU ALCANCE 100,000 HOMBRES Y SE QUEDÓ SOLA






¿El sexo da poder a las mujeres sobre nosotros los hombres? La recuerdo cuando me dijera eso: que tenía a su alcance 100,000 hombres y que ella podía darse ese lujo, de escoger entre los que ellos quisiera.
Ella al abrir los ojos, estaba en un hotel donde a lo mucho recordaba que allí fue con un hombre quien la había abandonado. En ese momento se preguntó dónde estaban esos 100,000 hombres de los cuales ella estuvo muy segura.
Me había pasado como es de costumbre leyendo y escribiendo y, justamente esa noche no pude dormir. Decidí echarme a mi cama y calar un tabaco mientras probaba de mi KR Limón, solo quería eso, que nadie me molestara. Pero el celular sonó. Tengo esa costumbre, de borrar de mi agenda a las muchachas que las doy como casos perdidos. Al contestar no sabía de quién era el número, por ello contesté con un: buenas noches. Para ser preciso eran las 4 de la mañana y normalmente cuando duermo, no contesto las llamadas por caer en un sueño muy pesado.
Pero qué, ¿fue algo importante?, por qué me llamaba a esa hora de la madrugada. Sabía bien que ella no era de confianza, pero lloraba desde el otro lado del celular. Pensé que me estaba manipulando y fingiendo un llanto. Me decía que había estado en una discoteca bebiendo y consumiendo cocaína, que había despertado en un hotel a donde había ingresado con un hombre que esa misma noche conoció, no la estaba pasando muy bien, sentía mucha soledad, sí, soledad. Espera, ella es la muchacha que hacía un mes atrás había afirmado categóricamente que tenía a su alcance 100,000 hombres, también era la muchacha a quien decidí nunca más hacer volver a mi apartamento porque se había llevado los audífonos de mi celular. Pero qué, fue acaso algo importante, apenas tuvimos sexo unas 3 o 4 veces. No pensé que me recordara, porque yo tampoco la recordaba, en ese lapso había hecho el amor con más de 10 muchachas como es mi costumbre, lo afirmado por ella fue algo a lo cual le restaba importancia, no soy del tipo de hombres que se enamora solo con sexo, ya no sé con qué podría enamorarme, solo sé que no quiero complicar mi vida con mujeres que no saben qué es lo que quieren.
A pesar de haber entendido que ella sí sabía lo que quería, desde el otro lado del celular me decía que se sentía muy sola, que había llegado al extremo y que no sabía qué más hacer. No me quedaba otra opción que la de aceptar su pedido de recibirla en mi apartamento. Se moría de miedo por lo que pudiera pasarle, ella estaba en un distrito peligroso de la ciudad.
Si me prometes que estarás tranquila sin hacer escándalos, aceptaré que vengas para oírte, para acompañarte en tu soledad. Ella aceptó. Le di mi dirección una vez más.
Al llegar me llamó, llevaba una botella de cerveza en la mano. Pero qué haces, sabes que no bebo ni consumo drogas, por qué has traído una botella de cerveza. Ella quería entrar a toda costa con su cerveza en la mano. Le negué tal petición. Te he dicho claramente que no quiero escándalos y que no consumo alcohol ni drogas.
Al entrar a mi apartamento y recostarse sobre mi cama, pensé que era bien fácil hacerle el amor dándole más cerveza o tal vez hacerle fumar marihuana, porque ella adolece de esos vicios. 100,000 hombres a su alcance, así era el ego de esta muchacha que empezó a hablar de drogas y alcohol, que no entendió que la iba a escuchar.
Debes irte, no te quiero, te dije que podría oírte, pero tus hábitos y costumbres no son las que yo llevo. Eres un aburrido, yo pensé que contigo podría beber y drogarme. No. No soy un aburrido, soy un hombre rechaza tus costumbres. ¿Qué, eres de los que juzgan y dicen?: ¡miren, ése es un drogadicto, un alcohólico! No, no juzgo ni condeno, solo sé que tú quieres destruirte más y yo no quiero formar parte de tu destrucción. ¿Me rechazas y no aceptas hacer el amor conmigo? Bajo esos términos, pues no, debes irte.
Ella se marchó a justas por las calles. Yo cerré la puerta de mi apartamento y verifiqué si es que no me había sembrado nada en la habitación. 100,000 hombres a su alcance. Ahora era una mujer sola en el mundo, una mujer que bebía y se drogaba. Una mujer que no quería entender que el alcohol y las drogas destruyen a las personas.
Borré una vez más su número de celular y sus mensajes de texto mientras recordaba que me decía que nadie la amaba, que nadie la quería, que solo quería un poco de afecto y amor, que se sentía muy sola. Pensé que había sido sincera, en realidad solo quería seguir drogándose y bebiendo. Me di un duchazo helado, ella no necesitaba nada de lo que había pedido, necesitaba un psiquiatra para sus adicciones. Mi paz es algo innegociable.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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