PARA HACER EL AMOR






No era la primera vez que me decían las muchachas a las cuales les iba a hacer el amor si es que era yo un ginecólogo. Expectantes a lo que hacía siempre dicen: “tienes mucha experiencia con nosotras las mujeres”. Hacía unos meses había descartado hacer el amor con las mujeres que pasaban de los 30 años, prefiero a las veinteañeras,  sin embargo tenía que lidiar con sus arranques de ira, algo que en cualquier momento podía desencadenar en un escándalo o problemas, por ello, mis exigencias se basan en que acepten o consientan en ser sumisas, complacientes y muy esclavas. Esas muchachas de 18 años que anhelaban saber del trato de un hombre de 47 años era algo que las mantenía en suspenso y las tenía chorreadas antes de ser penetradas.
Mi auscultación partía meticulosamente en el reconocimiento de su sexo que debía estar rasurado en su totalidad para no tener duda que tuvieran papilomas o condilomas, ello me daba la garantía de estar con una muchacha sana, sin venéreas. Porque luego de verificar ello, les ordenaba que se dieran la vuelta para que me mostraran su derrier para verificar que estuvieran limpios de todo tipo de grano o lunar. Hecho esto, les ordenaba otra vez estar boca arriba para reconocer el olor sano de una vagina sin infecciones. Con el dedo índice y el del medio, con las uñas bien cortadas para no dañar las paredes vaginales, los introducía para reconocer los fluidos si es que estaban en días fértiles, pre, ovulación o post. Abría sus labios vaginales luego de reconocer el tipo de vagina que tenían las muchachas y auscultaba si es que estaban esas paredes libres de verrugas o lunares. Rechacé siempre el hacer abortos porque eso provocaba desarreglos en la menstruación de las muchachas, por el abuso de métodos abortivos que generaban quistes y reglas que tardaban meses según el daño dentro del útero, si es que se volvía inútil luego de tanto retraso menstrual donde con métodos caseros o científicos, el útero quedaba inservible para ellas. El ver por ejemplo el orificio del útero me decía que estaba en su día más fértil y la rechazaba de inmediato para hacer el amor a pesar de poder usarse  espermicidas o preservativos.
Recorrido todo el cuerpo de la muchacha con atención ante mis ojos, me fijaba con atención si es que no tenía lunares extraños en la piel o el rostro, de tenerlos podría significar contraer contagios solo con el tacto de piel a piel. Superados estos rigores, empezaba a hacerles el amor dándoles las órdenes del Amo, del que guía a las muchachas al momento de tener placer. La orden principal era exigirles gemir espontáneamente a medida de mis penetraciones también espontáneas.
Hacer el amor con muchachas de 18 años que acabas de conocer hace apenas unos  segundos es una fantasía donde ambos somos dos desconocidos y eso hace más sucio el sexo.
Guiado entonces por reconocer la chorreada de ellas, podía saber además de sus gemidos y reclamos, de qué modo penetrarlas para que tuvieran más orgasmos continuos. Las muchachas de 18 años pueden tener decenas de orgasmos continuos en menos de una hora de sexo continuo y quieren siempre más, allí la diferencia entre un muchacho de 18 años que eyacula en 15 minutos y un varón de 47 años que no hace pausas en horas de sexo continuo y no eyacula en todo ese lapso.
Para finalizar, los besos son un ingrediente básico pero no se les da a todas las muchachas. Unos labios perfectos, limpios, sin lápiz labial para poder ser apreciados completamente, sin granitos o úlceras, mucho menos verrugas o, unos dientes bien cuidados sin caries, daban la señal que la muchacha merece ser besada justo antes de alcanzar el final orgasmo de ella y el mío, de manera múltiple, cuando luego de toda la sesión, se da la conexión sexual requerida para ser feliz.
Está demás decir que jugar a que el preservativo se ha salido estimula más el orgasmo de ambos y, es un riesgo al cual se juega a pesar de verificar que sigue en el miembro viril. En todo caso, los implantes hormonales que se ponen en los brazos lo solucionan todo, pero le restan excitación al clímax.
De alguna forma, librando todos estos percances para hacer el amor, soy consciente que nunca podré tener hijas mujeres, el PH de las mujeres que solo dan hijas mujeres, es incompatible al momento de alcanzar sus orgasmos, con la sensibilidad de mi glande, aún con preservativo puesto, pero bueno, eso es algo a lo cual no debe importarle mucho a mis estimados lectores y lectoras, ¿o sí?

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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