DEL ALCOHOL, COCAÍNA, MARIHUANA Y LA CALLE
Mauricio, no lo hagas, mírame a
mí, no puedo más, tengo miedo, mucho miedo, siento que me van a matar en
cualquier momento.
Debo remitirme desde cuando fue
detenido por haber lanzado balas al aire en una discoteca muy concurrida de la
ciudad, era un tipo de esos que no hablan mucho y saben bien qué es una pelea callejera, alguien con familiares
abogados que sabían cómo sacarlo de sus querellas para luego internarlo en un
psiquiátrico por unos días sin que nadie hiciera preguntas. Alguien que había
cruzado la línea muchas veces y se había desgraciado sin culpa alguna.
No lo hagas, Mauricio, el alcohol
es el peor de todos los vicios, dime, dónde están ahora mis amigos de chupa,
dónde que no los veo, me han dejado solo. No bebas nunca, Mauricio, yo soy el
rey de este barrio, pero nadie me quita esta agitación en el pecho y este temor
a que me maten en cualquier momento, ¿puedes entenderme?, mira todas las
mujeres que he tenido, solo me hacen chupar, me hacen beber y luego me
abandonan y me dejan solo, ¿ellas me aman?, no, claro que no, son solo mujeres
destruidas que quieren verme derrotado, Mauricio ,no te vayas, solo en ti
confío, ¿puedes recostarte a mi lado?, no creo que sobreviva a esta noche,
quédate, no puedo más, dame tu mano, échate a mi lado, no seas como los
demás, no seas como ellas, quédate
amigo.
Las pesadillas eran constantes y
fuertes como la vibración que transmitía cada vez que despertaba sujetando con
todas sus fuerzas su mano a la mía. Hasta que sentí los demonios que le
atormentaban y supe entender de qué me hablaba, del porqué me repetía constantemente
que no bebiera.
Y entiendo que hay noches donde
no se soporta nada, donde necesitas de algo que calme las bestias que llevamos
los hombres muy adentro y nos hacen sentir esos deseos de evasión para no
seguir pensando o sintiendo todo lo pesado que sentimos los hombres.
Sentados a la mesa, ellos bebían
y gastaban bromas y eran muy ocurrentes, hasta que el más astuto, peleador callejero y agresor a
traición, sacó cocaína y empezó a esnifarla. En ese momento supe de dónde
sacaba tanta personalidad para ser tan astuto, le pasó la cocaína a su amigo y
luego me dijo: ¿quieres? Me reí y le dije: no consumo esa mierda.
El tipo me miró extrañado, es de
la buena, pero, ¿despreciar cocaína?, quién eres. No le prestó más importancia
y empezó a relatar impresionantes historias entre broma y broma con una
habilidad de orador de auditorios repletos. Entonces le dije: sí, quiero
cocaína. El tipo entonces empezó a reírse y me dijo: me la tienes que chupar
ahora para que te de cocaína. Lo contemplé por unos segundos dejándole sentir
su poder, el poder de la adicción, lo que me confesaran en Narcóticos Anónimos
cuando me decían las bellas muchachas que hicieron de todo por cocaína o
marihuana. En ese momento las entendí. Y qué, me mostraba la bolsa con cocaína,
¿quieres o no? Me reí, prendí un tabaco y le dije: yo no consumo esa mierda,
solo quería corroborar lo que me confesaran antes otras muchachas, eres bien
mierda ¿eh? En ese momento se bebieron el whisky de golpe y se abrazaron
mientras se echaron en la cama para no querer despertar. No eran tipos
cualesquiera, eran tipos de la calle con apellidos inimputables.
Salí al balcón para seguir
calando mi tabaco. Pasé por la habitación donde estaban ellos y fui donde mi
amigo para decirle que todo estaba bajo control. Él estaba sedado por el
clonazepam que le había comprado. Sabía que sobreviviría una vez más y que
sería el mismo tipo de temer, el que no arrugaba ante nadie. Espero que sepas
reconocer todo lo que te enseñado, Mauricio, me dijo cuando abrí la puerta para
marcharme. Aquí todos somos bravos, pero lo que has visto nos derrota, sé que
vas a escribir sobre esto y sé que estarás a mi lado otra vez, espero que
entiendas ahora cuál es el valor de la amistad. Y volvió a cerrar los ojos
hasta caer en un pesado sueño.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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