EL HOMBRE QUE NO MIRA PARA ATRÁS
Entiendo perfectamente el olvido,
que lo acabado no tiene marcha de nuevo, que decir adiós es suficiente, pero en
el camino esto me ha pasado muchas veces, que si las historias terminaron bien
o no, eso ya no nos compete a cada quien, pero mi temor es que aparezcan
después de muchos años con alguna insinuación de tener derechos sobre mí. Lo mío
se me pasa con una muchacha que brinda servicios sexuales y todo vuelve a ser
estupendo como es a mi voluntad, pero esos mensajes me perturban.
¿Tanto cuesta olvidar? Al menos
para mí no, he estado con muchachas muy bellas realmente y eso no me ha
significado verme derrotado en un adiós, como para perderme entre las botellas
y los bebedores impotentes, entre la gente que no tiene ilusiones o que sigue
viviendo en el pasado.
Por ejemplo, cuando escribo,
nunca uso nombres y, temo, esto pueda significar un bullying para todas las
muchachas o mujeres que hayan sido mías, porque al decir: “ella”, me refiero a
la muchacha que me inquiete en el presente, no a las que forman parte de mi
pasado. Y es que no tengo otra alternativa, no me gusta nombrar a las mujeres
que forman parte de mi vida, con las que compartí algo y que se fue muriendo en
el camino hasta no ser ahora nada.
Temo ser demasiado intenso y
entregarme mucho, quizá hacer las cosas demasiado bien, pero en esto no hay
premeditación alguna, hago lo que siento y lo digo con franqueza, total, sé muy
bien que cuando se dice lo que sentimos dentro de nuestros corazones, se va, se
muere en ese momento y ya no retorna nunca más.
Me explico con el ejemplo del
perdón. Cuando perdonamos a alguien, nos damos cuenta que los conflictos
sentidos desaparecen. Y esto no es una teoría o una receta sacada de un libro
de autoayuda, es algo que muchas personas maduras te lo pueden compartir y
comprender. Ese peso hondo de sentimientos difíciles de poder superar son
sanados cuando perdonamos y, todo radica en pedir perdón. ¿El verbo?, no lo sé,
pero al pronunciar, al decir lo que se siente, con sinceridad, dejamos ir lo
que nos perturba y entiendo yo, allí nos liberamos de todo aquello que nos
impide estar en paz.
Así explico lo que decimos y ya
serenos, decidimos qué camino tomar, sin mucho drama ni complicaciones de
adolescentes. Pero recibir mensajes de personas que ya no forman parte de mi
vida y a quienes he hecho entender que no deseo saber más nada de ellas porque
soy consciente que hay mujeres que te despiertan emociones que uno rechazó
definitivamente por no ser agradables o significar fracasos que no se desea
repetir, hace que uno tome voluntad sobre su existencia sin considerar si
quedara algún sentimiento.
No sé de quién se trate, hay
varias mujeres en mi pasado con ese nombre y nada con ellas terminó bien. Lo
mío es darlo todo hasta sentir que ya es suficiente para luego dejar un vacío
donde verifico, mi ausencia perdura, incluso más allá de los años.
Entiendo también que pueden ser
horas de debilidades donde la soledad sea tan fuerte que vulnere esto a las
mujeres, en todo caso, no tengo ánimos de volver sobre lo vivido y no sé
precisar de quién se trate, si acaso las mujeres que llevan ese nombre y que
forman parte de mi pasado, tuvieron lo mejor de mí en cada etapa mía y, a lo
mucho, espero la quincena que viene, para hacer el amor con una nueva muchacha
veinteañera a quien le pagaré, para dejar bien en claro que no tiene derecho a
formar parte de mi vida, si es que haciendo el amor con ellas, las nuevas,
entienda de otra forma al amor, como así lo he aprendido, en cada una de esas
centenas de muchachas, con las que soy feliz.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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