CAPITULO V NOVELA: EL ÚLTIMO RITUAL






No Mauricio, el sexo dejó de importarme hace años, ese hacer el amor se había convertido en toda una competencia entre mis amigas y yo, entre el estar con los muchachos que estaban de moda o quién tenía más orgasmos o era más sexy así no se estuviese en los días más fértiles de la ovulación que nos hacen sentir muy sensuales y con deseos de hacer el amor. No, el amor dejó de ser importante para mi vida hace muchos años, escucharte hablar a ti del cómo disfrutas de tus conquistas y la manera de relatar tus hazañas en la cama me enternecen, pero llegado el momento, un día te darás cuenta que estás haciendo el amor para tus lectores o lectoras y ya no para ti mismo, porque habrás caído en el juego de los que tienen que demostrar que tienen sexo, así ya no haya amor.
Esa mujer era muy bella, alta, de ojos claros, rubia y de una sonrisa encantadora, precisa para ser tomada con atención si acaso dentro de todos su descreimientos para el amor y a pesar de ello, su poder de atracción que bien la podría posicionar dentro del grupo de muchachas peligrosas, de las cuales cualquier hombre podría echarse a la perdición, siempre tuvo la costumbre de decirme todo lo que le ocurría, del cómo teniéndolo todo en el mundo, a ver, debo ser claro, sentirse amada por alguien más, viajes bajo buen recaudo por diferentes países, el don de saber hacer que las personas la tratasen bien, información que le permitía recibirle con las puertas abiertas donde fuera, el cariño de muchos amigos y amigas, una buena economía, y cuanto se requiriese para decir: yo no me quejo, no le era suficiente, porque así me lo hizo entender cuando expresara en lágrimas irreprimibles: no soy feliz, Mauricio.
De si el sexo nos hace sentir bien, es algo que no reparo en defender, pero recalco que es importante para nosotros los hombres el saber elegir con qué muchacha hacerlo. Hay sesiones de sexo que nos dejan un malestar propio del no querer volver a hacer el amor con la muchacha del momento y, hay muchachas que nos enloquecen y nos hacen alcanzar orgasmos donde nuestra eyaculación se prolonga por decenas de segundos si acaso lo hacemos notar en nuestra viva voz que es como un grito animal desde el que expresamos lo bien que la estamos pasando en el momento del clímax. Pero no había reparado en lo que ella me decía, que el sexo a sus casi 30 años había dejado de ser un fin, algo a perseguir, no, para ella, con 4 relaciones ya tenidas, dentro de un mundo donde nada se le fue negado, era algo que carecía de importancia, que yo no me estaba dando cuenta, pero para ella, hacer el amor era lo que hacía conmigo, mostrar su espíritu desnudo por única vez, sin importarle llorar, porque si bien, sé que puedo tener buenos orgasmos con muchachas de las que no sé absolutamente nada, de ella lo sabía todo, lo que a nadie se atrevía a confesar y, eso nos hacía sentir muy unidos. Eran encuentros de alma a alma, donde tener sexo, era innecesario, salvo para cuando lo habíamos planificado, para cuando ella se cansara de luchar en esta vida y quisiera ser madre, como se lo hice entender, porque si un día decidiera tener un hijo con alguna mujer, sería precisamente la elegida, así me dijera que nunca tendría hijos, al menos por el momento, entre todos su viajes por el mundo y la búsqueda del equilibrio en medio de tanto caos y competencia, como cuando me confesara que la última vez que tuvo sexo, no sentía nada, que se sentía como un cuerpo inerte, quieto, que se dejaba llevar por algo a lo cual ella ya no le prestaba interés. Porque así me lo hizo entender, que no era una mujer que salía por las noches en busca de placer, que de eso ya tuvo bastante desde que se supo mujer y que habían otras cosas que deberían mostrarle los caminos de la satisfacción. El problema era que esos caminos desde diferentes ciudades del mundo se acababan y ya nada le estaba quedando para decir que su vida tenía sentido, más aún, cuando el sexo no le era importante para su vida.
Porque una cosa son los amores que no se consuman por falta de dinero y, otra, cuando el placer ya no significa nada, en el cuerpo.
¿Entiende mi lector por qué se titula así esta novela cuando hablo de rituales?


Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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