CAPÍTULO VI NOVELA: EL ÚLTIMO RITUAL






Dentro de todas las iniciaciones en el placer está el desnudarse solamente para alguien. El ser visto por otra u otras personas más allá de todos sus significados, sean por protesta y manifestación de rebeldía o, por vanidades relacionadas por el ego. Dentro de mis experiencias, hallé mujeres muy bellas que bailaron para mí en ropa interior, sin que acaso hubiese la intención de tener sexo conmigo, solo sentir el placer de que su piel desnuda fuese deseada por la mirada, el reconocimiento de los ojos de otra persona que entra en los territorios prohibidos donde hay ropa, buenas maneras y modales y las manos muy lejas de lo que de pronto se convierte en confianza, una demostración de poder que solo puede ser ejercido por las más bellas, o las reconocidas en este mérito sino además, realmente dignas de ser contempladas desnudas. Y en esto nadie debe escandalizarse, que bien una cosa es bailar temas sensuales o que las muchachas lleven ropa muy provocadora para atraer admiraciones inevitables, pero el arte de saber atrapar la atención con la desnudez no parte solo de que ellas sean muy hermosas, además deben dominar bien los movimientos con su cuerpo y saber seducir con la seguridad propia de las que se sienten diosas para provocar orgasmos si es que el espectador se está masturbando o simplemente, consumiendo alcohol, drogas o relajando la mirada después de un largo día pesado de trabajo.
Algunas suelen hacerlo con temas románticos donde son ellas las que se encargan  de reemplazar a amores del pasado con mencionados temas donde las risas van y vienen entre comentarios acompañados de la danza de ellas, las que se desnudan con un arte que es preciso disfrutar, sea en vivo o desde celulares en vivo, sea pagada la sesión o a voluntad decidida a su antojo por la muchacha que ansía bailar y desnudarse para otro u otros varones, por el solo hecho de sentir en su piel, el reconocimiento de la mirada de un hombre extraño que la desea y desea ir más allá de la señorita respetable y de buena reputación que desea ser puta con estas manifestaciones que nada tienen que ver con la que hacen las feministas.
A veces el placer está solo en ver, en apreciar unos buenos senos, unas piernas largas blancas, bien depiladas y contorneadas, unas caderas dueñas de sus movimientos que dejan con la boca abierta y llena de saliva a los espectadores o esos orgasmos virtuales desde donde ellas se autoproclaman sexistas sin temor alguno.
¿Ser vistas es un placer? Pues lo es para ellas, como lo es para nosotros los varones, el mostrarnos desnudos ante mujeres que solo desean apreciarnos sin ropa, recostadas en camas cómodas desde donde pueden tocarse o mojarse o ir más lejos y masturbarse hasta alcanzar sus clímax.
En este reconocimiento está el ritual del olor a la piel desnuda para los amantes o, los ojos que ven desnuda a la muchacha que no quiere sexo, solo exhibicionismo, el no ser tocada o sí, ser tocada, pero dicho sea con propiedad, con la mirada, si es que ver es algo que nos apasiona, cuando se trata de la belleza y de las muchachas que solo pueden hacerlo, cuando no pueden reprimirlo y un día mandan todo al carajo y se dejan filmar, tomar fotos, para ser sexys o las deseadas, para masturbarse.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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