CAPÍTULO XII NOVELA: EL ÚLTIMO RITUAL
Esos niñatos que tuvieron que ser
enviados a brindar servicios militares para corregirles el carácter para que
sean bien hombrecitos o no se desvíen, era preocupación en mi generación,
cuando mal ahora, los niños desde muy temprana edad se maquillan el rostro o
hasta les permitirán usar vestido de mujer para entrar a los colegios, ¿y eso
sobre eso no dicen nada mis estimados lectores, no? Porque da el caso de un
muchachito que tuvo que ser enviado a un Colegio Militar entre una infancia interrumpida
por una desastrosa noche en que y, en esto debo acotar que me es muy
desagradable tocar este tipo de temas, en una presentación de las cuales nunca
me enteré sino hasta hace un año, es decir, a mis 46, el padre de este
muchachito en mención junto con todos los de mi generación, sin que yo me
enterara de este evento vergonzoso, asistieran a un cine teatro popular de la
ciudad a la que pertenezco y donde dicho sea también, a mis 36 años me enterara
que se organizaron y no sé si hasta ahora, eventos gays, había llegado un
travesti al Puerto para la vista enferma de varones y mujeres que consintiendo
que los niños de 12 o 13 años a más estuvieran presentes, vieran un espectáculo
del cual siento repugnancia, ya que este travesti de quien oí solo de nombre alguna
vez en mi colegio, causó alboroto entre
los pobladores y precisamente entre un señor que ebrio, entre los espectadores,
cediendo a sus impulsos desviados, saliera de su butaca para bailar con dicho
fenómeno delante de todos los presentes, dando claras luces que le gustaban los
fenómenos con sorpresa, ya que feliz y en afán de enamorador, bailó con ese
travesti y generó todo un rumor intenso que era homosexual o, prefería a los
hombres vestidos de mujeres, excitado como lo fue en esa noche, dejando una
mala reputación para él y su familia, generando un conflicto de identidad sexual
en su hijo de apenas 13 años, quien dudó de su virilidad ante la vergüenza de
tener un padre que prefería a los hombres vestidos de mujeres, escandalizando a
la opinión pública y generando chismes desde donde se afirmaba que el púber era
igual que el padre, es decir, de tal palo, tal astilla y, que era un destino
entre los que eran peluqueros gays o los muchos muchachos que llorando se
repetían: “¡ay, me quiero morir!”, por el bochornoso papelón hecho por su padre
que en estado de ebriedad, demostró que le gustaban los hombres que usaban
tanga de mujer y se vestían así para los espectadores. Debo recordar el nombre
de un tal Gal Matarazo, si es que es así su nombre y el problema o conflicto
que le causó a su familia he hijo a quien tuvieron que mandar a un Colegio
Militar de inmediato, porque la comunidad lo estaba viendo como un homosexual
en potencia, es decir, un muchacho inclinado hacia los gays de esa generación y
no precisamente como debe ser, a las muchachas.
De estos rituales y del cómo se
enderezan el carácter al enviar a los Colegios Militares se sabe mucho y se
habla poco, porque otras son las cosas que pasan dentro de esos colegios y debo
callar a confidencias de ex estudiantes que pidieron su salida por atrocidades
donde no precisamente lo relatado eran experiencias viriles.
Y así, sin detallar más, queda
como anécdota lo que ocurriera por esos años, cuando yo no me enteraba de lo que
ocurría donde vivía y a mis casi 50 años llegara a saber, para hablar de los
que somos apartados y preferimos a las mujeres, así sean putas e infieles.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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