CAPÍTULO XXIII NOVELA: EL ÚLTIMO RITUAL
Es que estamos llenos de palabras
de lo que nos nace y, decir que cuando salgo a las calles, cosa que es poco
común en mí, es como sentir que estoy ya en el Paraíso, porque tú no sabes qué
es tener 47 años y poder saber que la belleza femenina nunca se va a acabar,
que uno está siempre a punto de perder el control y olvidarse que ya no se es adolescente
y se tiene ganas de conversar con ellas, de saber cómo es el sabor de sus
labios, el olor que hay en sus cuellos, los dedos jugando con sus cabellos,
esas manos rodeando sus cinturas, sintiendo el sol abrazando el deseo y la
dicha de los que al ver en los ojos de una mujer muchas cosas sin hacerles
sentir miedo, seguras con todas sus emociones, las que ellas sienten cuando se
saben mujeres y ya no les pesa dejarse amar por uno y sienten el deseo de entregarse
entre los rumores de una reputación que puede echarse a perder por los que aún
no entienden que el amor es natural, espontaneo e inevitable.
Porque yo bien puedo prender
ahora mismo un tabaco y recordar no los miles de orgasmos que he tenido sino, a
las muchachas que he visto a lo largo del día, a esta hora de la noche y,
sentirme como una bestia presa, enjaulada que, llegado el momento, se desbocará
dentro del mundo para beber de todos los labios de todas las muchachas que me
atraen, así sean lesbianas o prohibidas. Pero no, sé que esto no es posible y
esto no solo lo sé yo, lo sabemos todos, tanto varones como mujeres, si es que
más allá de los orgasmos, el amor también se da desde el sentido de la mirada y
lo que eso nos hace sentir, con cada una de las mujeres con las cuales hemos
tratado en el día, porque sabemos que no debemos hablar. Mal remedio para el
amor son las palabras. Las palabras matan los buenos amores. Se ama mejor en
silencio, si es que los sentidos son más sabios que el verbo y lo que tenga que
decirse se lo dejamos para los cantantes, aquellos que cometen los errores que
no queremos cometer, cuando valoramos a una muchacha de la manera en que ella
lo soñó alguna vez, para esas tardes cuando no quede ya nada y lo único que no
haya cambiado en el espejo sea la mirada llena de amor, a pesar de haber pasado
mucho tiempo, o todos los años de la vida.
¿Yo te pregunto mujer o muchacha
que aún no eres la mujer que quieres ser?, ¿eres consciente del magnetismo que
tienes y todo lo que eres capaz de provocar en mí? Porque en mis sueños más
locos y temerarios te he amado sin reparo alguno hasta querer terminar mi vida
contigo en el lecho donde el sexo no debería tener final.
Quizás el amor sea eso, algo que
va más allá del verbo y el sexo, a pesar de que todos tenemos necesidades y nos
olvidamos que somos civilizados y en la cama, damos rienda suelta a lo más
salvaje de nuestras pasiones, donde somos los hombres capaces de matar a una
mujer en pleno acto sexual, solo por la intensidad sentida cuando por fin es
nuestra la mujer que nos perturba y nos arrebata los sentimientos más
inexplicables y que nos recuerdan que lo mejor que nos pudo haber pasado a
nosotros los hombres, es ser hombres, por poder disfrutar en la intimidad de lo
que nos dan las mujeres, cuando las hacemos nuestras en los orgasmos que
queremos sean para siempre, por encima de las eternidades que se sienten cuando
el tiempo desaparece en la cópula y entendemos, no hay nada mejor en esta vida
que el sexo, hasta que se acaba. Porque en mi experiencia he preferido amar a
unas de una forma y a otras dejarlas en la admiración, si es que a ellas las he
amado o amo de verdad, porque cuando fueron mis amadas, solo daño les supe
causar y el odio es hasta ahora, como las lágrimas derramadas que he provocado
ahora que el tiempo se ha marchado y sé, no me perdonarán nunca, a pesar que a
ellas sí las amé como solo se ama definitivamente y son motivo de mis escritos
cuando trato de explicarme, qué es el amor, cuando va más allá del sexo, del
verbo o estos silencios plácidos de cada una de mis noches donde me siento a
escribir sobre cada una de ellas.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Comentarios