CAPÍTULO XXIV NOVELA: EL ÚLTIMO RITUAL






Un varón que tiene sexo no concibe ver videos porno ni mucho menos masturbarse. Un hombre que tiene sexo tampoco extraña la compañía de sus amigos de la juventud y le parece muy raro conversar con alguien de su mismo sexo.
Un varón que tiene sexo solo tiene en mente a la mujer que posee y sus pensamientos están llenos de la modulación de la voz de ella. Su olor está presente donde él vaya y ése olor es el olor de su sexo, de su intimidad, luego de ser dueño de todos sus secretos, sus defectos que no logrará verlos nunca, si acaso ella es la más bella de todas y no hay deseos de serle infiel porque ella tiene todo lo que uno necesita para estar satisfecho si es que el deseo de hacer el amor está presente cada segundo del día y de la noche y hace que en el momento de la cópula, la erección que siente en su miembro viril sea sentida en la rigidez de todo su cuerpo hasta llegar a sentir que él es un pene y no un cuerpo con pene.
¿Sabían esto las muchachas que aún no han conocido a un hombre enamorado?, porque esto lo conocen los cantantes que relatan sus experiencias como las mujeres que llenaron sus vientres por los hombres que perdieron la cabeza por ellas cuando se dieron cuenta que el amor no era solo sexo sino algo que va más allá de la comprensión y el intelecto y el tiempo es un futuro donde solo ella existe.
¡Ah, cómo se enfurecen los hombres que aman cuando alguien intenta seducir a su mujer!, porque los inocentes desconocen de lo que es capaz de hacer un hombre que ama cuando ve que le quieren quitar a la mujer que ama, si es que la muerte deja de tener importancia y así, las locuras donde uno se juega todo por quien siente hace que los hombres que son hombres, tiemblen y se alejen de la furia de los que heridos en lo que más valoran, saben que la determinación se manifiesta en eso que algunas feministas llaman mal: machismo, cuando en realidad es testosterona hecha pensamientos y sentimientos, si es que nadie lo ha escrito así y, me aparta de eso que los cobardes hacen y que es llamado como feminicidio, porque cuando un hombre ama, sus venganzas no recaen sobre su amada sino contra el transgresor, el que invade territorios donde los hombres que son hombres saben, no hay nada más temible que un hombre herido en lo que más siente: su mujer.
Y es que proteger es eso que las feministas llaman erróneamente celos enfermizos si es que el celo es propio de la procreación y allí, donde un hombre y una mujer se aman, así sea un humilde territorio, hasta el más fiero de los varones evita entrar, porque el cuello a degollar no será el de la mujer deshonrada, sino del que fue más allá de los límites establecidos en donde la sociedad no perdona este tipo de deslealtades y traiciones a toda una comunidad, porque entonces todos los hombres querrán tomar justicia con sus manos ante el peligro de los que violan lo establecido de los felices.
He meditado mucho en esos primeros amores donde se cree que el amor es un juego y he concluido que la poca fortuna de aquellos que se equivocaron y lastiman constantemente, han de estar condenados al repudio, pena y soledad, porque para la desdicha de los que no llegaron a conocer a la compañera de los años, todas las desgracias y condenas arrastrarán hasta maldecir esos errores donde la pasión fue confundida como amor, cuando en realidad todo fue sexo o lujuria, que para eso, están las trabajadoras sexuales, quienes entienden de otra manera el amor y, las que buscan a alguien para todos los años, meditan cada paso suyo dado, hasta antes de estar seguras si es que es un juego, una aventura o el momento en que te tengan que decir: te llegó el momento, ya estás por fin preparado para el amor, preparado o preparada, sea dicho con propiedad, en medio de todos los que descrean, antes de los grandes duelos, donde siempre vence el que siente más.
Y así es el ritual de los que sienten más en el amor.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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