CAPÍTULO I NOVELA: LA ERA DE LA SUMISIÓN
Qué puedes ofrecer, muchacha de
18 años, el sexo oral ya pasó de moda, todas las muchachas, más bellas que tú,
en sumisión total, lo van a hacer sin preguntar ni poner reparo alguno, sin
pedirte drogas, sin poner ninguna condición y, si te digo que son muy blancas,
de cuerpo muy bello y de rostro perfecto, no querrás saber más del amor, porque
ya no podrás retener a un varón con un sexo oral, mucho menos con un sexo
contra natura. Todo requerimiento para el placer otras muchachas lo darán
siempre, por un par de billetes, sin querer formar parte de la vida de uno, sin
querer saber nada de la vida de uno, pero sobre todo, sin poner chantajes para
el amor ni hacerse de un bebé para atrapar a hombre alguno, porque ellas usan
preservativo y nunca dicen no, cuando se les necesita. Y no te estoy hablando
de las que salen en internet cobrando sumas muy caras, esas ya pasaron de moda,
porque hay casas de citas donde con dos billetes de diario, los mínimos del
gasto, ellas te esperan, sin venéreas, sin deseos de embarazarse ni retenerte
en sus vidas, porque podrás hacerle el amor a una, cien, mil, hasta donde tus
cojones boten leche y, ninguna reclamará tu nombre para ella sola y, no te
hablo de las que pueden dejarte en bancarrota, porque al abrir los ojos, verás
tantas bellas muchachas veinteañeras que te dirás, por qué debería perder la
cabeza con una sola, cuando hay miles de ellas en la ciudad y sus afueras.
Porque mientras sufres por celos
y amor, porque mientras tu pareja te dice que sin dolor no hay amor o, sin
celos, no es amada ella completamente, hay decenas de casas dentro de la ciudad
donde están las muchachas libres, anhelosas de hacerte el amor por el precio
que te cueste un plato de restaurante de clase media, un gusto que te puedes
dar con un sueldo mínimo donde puedes separar para tus gastos y unas 15
sesiones de sexo al mes sin quejarte, sin tener que repetir de muchacha, sin
querer saber qué es eso llamado: amor.
Porque si tu pareja te dice no,
ellas te dirán sí con el gasto que pensabas hacer en una invitación a cenar en
el restaurante de la esquina de tu casa.
Hay tantos que se quedaron en el
camino, los que beben y se drogan, los que se aferran a una sola mujer, los que
le temen a la soledad, o los que creen que se quedarán solterones por pasar de
los cuarenta años y aún no tienen pareja. ¿Me dices que pocos son los
afortunados que llegaron a los cuarenta años y están libres, solteros y sin
hijos? Quizás esté escribiendo para la siguiente generación, la que se
desengañará de las relaciones complicadas y tóxicas, la generación que
prescindirá de las parejas para el amor y las noches donde se necesita
conversar con alguien. Porque los varones retornan después de un largo día de
trabajo y no querrán una mujer que les moleste ni les eche encima todos los problemas
del día como si uno tuviera la culpa de todo lo que les ocurre. Apenas serán
los pasos a las casas de la ciudad donde están ellas, donde cada día hay nuevas
muchachas a conocer y, después de una buena sesión de sexo, los pasos no irán a
un bar donde están los ebrios aburridos de siempre sino, la casa donde se
meditará en silencio, limpia, en el orden personal, donde uno se dará un
duchazo, para luego servirse algo para comer, lavarse los dientes y echarse a
dormir hasta el siguiente día donde todo volverá a empezar, los rigores del
trabajo, los cuarenta y tantos años y ellas, las muchachas que tienen
veintitantos años que no les sacarán todo el dinero sino un par de billetes,
una para cada noche, sin necesidad de intercambiar de whatsapp ni ser celado,
llamado a cada momento, porque ellas no son de una sola ciudad, ellas saben en
qué casas de citas estar y a qué ginecólogos visitar, ellas nunca dan besos en
la boca porque temen contagios y, son tan limpias que no solo están libres de venéreas,
además saben usar antisépticos y reconocer al varón con quien hagan el amor sin
exponerse a ninguna enfermedad. La condición es que uses siempre preservativos.
Nada más hay que temer, porque se inyectan cada mes anticonceptivos para estar
completamente seguras que ningún hombre les impedirá llevar su estilo de vida
hasta cuando se les dé la gana, porque no están pensando en embarazarse ni tampoco
tener una relación de pareja estable, saben bien que no nacieron para un solo
hombre y que es inútil pensar en tener una relación donde deban ser fieles, no
hay tiempo para ello, ni para pensar en la soledad de otros años que vendrán,
su gusto por el placer es superior al tener hijos y es imposible pensar que se
trate de trata de blancas, porque con lo que cobran ni 100 vidas les alcanzaría
para pagar por su libertad.
El carácter de ellas es
diferente, parte de su personalidad, cualquiera no es trabajadora sexual,
cualquier mujer no podría soportar dentro de su consciencia, ser la mujer que
es de todos, otras se habrían tomado 200 pastillas o cortado las venas, quizá
tomado veneno u otra forma de autoeliminarse para no pensar en lo que hacen en
el día, de ciudad en ciudad, hasta donde el cuerpo aguante. No todas nacieron
para ser trabajadoras sexuales y, no todas alcanzan orgasmos en menos de 15
minutos con un hombre que acaban de conocer en segundos, si es que debo añadir
que en esto no hay amor, mientras se dejan penetrar en un acto de libertad
donde los varones no tememos por nuestras carencias sexuales o la soledad.
Vencido el ritual de los
reconocimientos a las casas de citas donde se cree, te asaltarán o te agarrarán
a golpes, cosa que no es cierto, todas esas muchachas que van de ciudad en
ciudad, serán tuyas, a tarifas que no creerías jamás, lo que bien podrías
gastarte en una botella de vino simple, mientras bebes y sientes que necesitas
amor.
Es, la era de la sumisión.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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