CAPÍTULO II NOVELA: LA ERA DE LA SUMISIÓN





Espera, ¿qué es lo que me estás diciendo, que la has llamado y te quiere cobrar 150 soles?, vamos, que te están estafando, porque encima debes esperarla en un hotel que ellas elijan que tú debes pagar, no, no es así, la tarifa es de 25 soles y 10 por habitación a escoger y, cuando digo a escoger, me refiero a que tú eliges con qué muchacha estar y, todas son bellas, altas, de raza blanca y muy jóvenes. Prendí un tabaco mientras probaba de mi Kola Real Limón ordenada en el café donde conversaba con el muchacho que padecía mal de amores. Le habían dicho que debía conversar conmigo por ser considerado como un hombre con mucha experiencia para con las mujeres. Calé el tabaco y le dije: debes aprender a vencer el temor a las casas de citas, sé que te da temor entrar en ellas por todo lo que se dice. Esa cierto, hay decenas de varones en sus pasadizos sin que uno sepa qué hacen realmente allí, pero en realidad no te harán nunca nada, tú eres aunque no lo sepas, un camarada más de ellos, es decir, un igual que está pasando por lo mismo que tú pasas ahora, a lo mucho te harán pagar un mínimo derecho de piso, es decir, una pequeña intimidada que deberás ignorar, pero por lo demás, nunca te harán nada porque eso les perjudicaría enormemente, es decir, no los volverían a dejar entrar en ninguna de todas las casas de citas que hay en la ciudad y sus afueras, debes sacarte de tu mente que te van a agarrar a golpes y que te van a asaltar, debes también sacar de tu cabeza esa idea que todas las trabajadoras sexuales son gordas, horribles y maltratadoras, no es así, en realidad son muchachas especiales, de belleza deslumbrante y de cuidado muy severo, es decir, no permiten que cualquier advenedizo entre en sus territorios, así se evitan problemas con alcohólicos fastidiosos o drogadictos acosadores, personas molestas que puedan acusarles o tirar dedo, no, ellas saben bien por lo que pasas y ninguna querrá retenerte para ella sola, te compartirán con todas las muchachas que debas conocer, en otras palabras no tendrás tiempo para pensar en la muchacha que te ha partido el corazón, eso lo olvidarás en una semana. Lo curioso de todo esto es que cuando tu ex pareja se entere que estás llevando la vida de un hombre de mundo, querrá volver contigo, pero para ese entonces, tú ya no querrás saber nada de ella.
Pero, ¿y si no se me para? Probé de mi Kola Real Limón otro poco y le miré a los ojos diciéndole: ¿has llevado una vida sexual muy activa, no?, eso es suficiente, porque ya conoces del placer y al verlas desnudas haciéndote el amor, succionándotela, ardientes y con deseos de ser penetradas, no tendrás tiempo para pensar en ello mientras te están colocando el preservativo. Mauricio, ¿me puedes llevar por favor? Lo siento, es el ritual, debes ir tú solo, no está permitido que vayas en compañía, ya para cuando el apetito sexual te gane, en ese momento, perderás todo tipo de temor y, te aseguro, querrás recorrer todas las casas de citas que hay en la ciudad y sus afueras. ¿Son sanas? 100% seguro, todo se sabe en esta ciudad en segundos, si hubiera una muchacha con SIDA o venéreas en esas casas de citas, en ese mismo día clausurarían tal casa y ellas terminarían detenidas. No creo que resulte, aún la sigo amando, no contesta mis llamadas y creo que me sigue siendo infiel, esto no lo soporto más, Mauricio. Hazme caso, tú solo darás el primer paso cuando te sientas seguro. ¿Y después qué?  Después serás un hombre libre que disfrute de todas las muchachas sumisas que disfrutan de lo que hacen. Espera, Mauricio, ¿a cuántas les has hecho el amor hasta ahora? Le di otra calada a mi tabaco y contesté lo que todos contestamos siempre en esos casos: “eso es algo que ya no puedo decirlo, hace años que perdí la cuenta”.
El muchacho se levantó de su asiento, no quería volver a amar, le había tocado una mala mujer y encima le era infiel con sus mejores amigos, creía que nunca más sería amado, o al menos ese derecho se lo habían arrebatado o así se lo hacían sentir. Era del tipo de muchachos que creían que ninguna mujer podría reemplazar a la mujer que él amaba. Ignoraba que el amor recién lo iba a conocer, no un amor con chantajes ni manipulaciones, sino un amor donde miles de veinteañeras de todas las razas estarían dispuestas a curarlo y hacerlo feliz, a su estilo, sumisamente, como solo lo saben hacer las verdaderas musas.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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