UN UNIVERSO MALDITO PARA EL ESCRITOR
No es necesario explicar mucho
esto, ciertas cosas no merecen explicaciones, quizá porque escapen a nuestra
capacidad de comprensión, o porque nuestro entendimiento en algunas ocasiones,
raya con lo desconocido sin obtener respuesta alguna jamás. Y así, surge la
anécdota de sucesos tenebrosos que dan pie a diagnósticos psiquiátricos,
razones para estudios dados por perdidos y que terminan en locuras que la
ciencia no puede explicar.
De esto ya hace mucho tiempo, de
un muchacho que solía ir a la playa para tratar de entender cosas que
inevitablemente a todos han de ocurrir. No puedo decir que conozca persona
alguna que haya evadido al destino o, que nuestro aprendizaje necesariamente
sea cruel, que los dueños de nuestras vidas sean personas oscuras que están más
allá del dinero que gobierna todo o, esas viejas tradiciones donde en cada
generación, debe haber alguien, que se tome el tiempo o la vida, para escribir
sobre cosas que no podemos expresarlas con las palabras.
Y allí va mi intento vano de
querer relacionar la poesía con viejas maldiciones, obsesiones con la filosofía
o esas preguntas elementales que vienen siempre con las nuevas juventudes,
desde remotos tiempos, cuando el vigor e inocencia vuelven a manifestarse,
dentro de las creencias que el mundo puede ser diferente, si es que los
señalados pueden ser de linajes anteriores para su reconocimiento o empresa,
diligencia destinada a fracasos constantes donde apenas han quedado como
testimonio: libros, relatos, novelas, o poemas, escritos de esos que
entretienen a los locos, únicos sujetos que pueden interesarse en temas
relacionados a sus interrogantes, en medio de personas que solo piensan en cómo
entrar al sistema lo más pronto posible, para tener pan y casa, un trabajo y
las órdenes de todos los días, sin temer a ser acusados de apestados o
diferentes, cuando nadie lo quiere ser,
cuando los ánimos mesiánicos son rechazados o apenas reconocidos como
pintorescas ocurrencias de cada generación.
Oí del mar y sus embrujos, de las
vidas que se lleva cada verano y del cómo se tiñe de rojo solo para advertir
que allí los que mandan son de una naturaleza tan superior a la nuestra que, es
necesario evitar acercarse a sus dominios para querer saber qué hay en medio de
esas olas, cuando hablamos del miedo provocado ante la muerte inminente o los
días que terminan por derrotar a la fuerza de los años o, las mocedades de los
que creen que todo es posible, para finalmente ceder al desencanto de los que
renuncian, esas utopías que nos esclarecen más, si debemos respondernos: ¿qué
somos?
Ya que sentado frente al mar,
apenas escribió frases antes pensadas, desde muchos siglos atrás, en el
descubrimiento de lo insano, temáticas que a nadie agrada o desestimaciones
inteligentes ante preguntas que a lo largo de la historia, nadie pudo resolver.
¿Alguna respuesta nueva?, o el sacrificio exigido para calmar las furias de las
embestidas del mar, antes que el escribiente se entere que fue un entregado
como lo es desde tiempos inmemoriales, si es debemos relacionar la locura con
lo extraordinario, destinos trágicos que atrapan a ignorantes de genio
brillante como singular, sea así, el muchacho tenía que escribir como tantos
otros lo han hecho, sin saber de su naturaleza de tonto útil, antes de descubrir
el amor y otras experiencias imposibles y, recorrer los caminos aborrecidos que
hacen sabios a los hombres y de cuyo saber, solo los enfermos mentales se
ocupan, cuando se trata de hallar una respuesta, en meollos donde nunca se
resolvió nada, si acaso el saber verdadero y respetado siempre fueron las
ciencias como las tecnologías, nada relacionado con la filosofía o el arte,
menesteres propios para los mentecatos desviados de pasión juvenil echada a
perder, por ser oficios inútiles, sin contribución alguna, a este mundo donde
se debe hacer dinero, tener hijos y, obedecer.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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