EL ESCRITOR DE 48 AÑOS QUE LE HACE EL AMOR A MUCHACHAS DE 20 AÑOS






Es cierto, la muchacha de 20 años se dejó hacer el amor por mí, un hombre de 48 años y de 100 kg de peso. Vi una creatura hermosa de buen derrier, caderas rematadas en una cintura espectacular para luego saber de unos deliciosos senos que besé con locura y mordí con delicadeza en los pezones. Olía a recién bañada, con su cabello castaño largo aún mojado, desnudándola con mis manos hasta tenerla echada en la cama dispuesta a obedecer en todo lo que le ordenara. Esa vieja costumbre y digo vieja, porque todas las muchachas lo hacen por seguridad, sacó un condón semáforo y me pidió que me lo colocara para luego verificar en la penetración que éste no cambiaba de color. Me pregunto si esto les pasa a los demás escritores, que al momento de escribir un relato, recordando el sexo de hace un par de horas atrás, tengan erecciones constantes a cada momento, con las mismas ganas de tener sexo, pero con otra muchacha. Y no es que a quien le haya hecho el amor no sea muy bella, me excitó demasiado su rostro de muchacha al momento de gemir y sentir sus fluidos vaginales del orgasmo, cuando la sentí mía, bajo mi poder, con mi miembro viril muy duro, entrando y saliendo de ella, de su ano y de su vagina mientras mis brazos estaban debajo de su espalda, pegados muy piel a piel, sujetándola con fuerza en el contacto de sus senos con mi pecho, sintiéndola apretada a mi voluntad a mi cuerpo mientras empezaba a aumentar las revoluciones de las embestidas que le daba.
Era sin duda una muchacha de 20 años muy hermosa.
Pero a mis 48 años preferimos no repetir de muchacha para el momento del sexo. Quizá haciendo excepciones con una mujer u otra, con quienes el sexo es maravilloso. En realidad sigo con ganas de seguir haciendo el amor, como si fuera un varón casado que tiene 3 veces sexo por día. Aunque creo que lo mío es más de adolescente, porque deseo hacerlo unas 9 a 11 veces por día y noche sin detenerme.
La poetisa me dice que está tirada en su cama, contemplando el desorden de su habitación, queriendo que alguien le lave su ropa y ordene su pieza, postrada luego de haberse recuperado de una gripe mortal que no le fue impedimento para hacer el amor con su joven amante, pero ella le extraña todo el día y la noche porque quiere hacer el amor con la misma intensidad con que la quiere cualquier persona libre que tiene salud y tiempo para hacer el amor.
Retrato así la vida de los escritores, los que disfrutamos del sexo, sin muchas complicaciones, dejando de lado los prejuicios, comentando sobre las muchachas universitarias que eventualmente hacen de trabajadoras sexuales para pagar sus cursos finales en la universidad, como lo es en el caso de la muchacha que hice mía, cuando le pregunté en su debut si es que era por lascivia su decisión de  ser una trabajadora sexual, ante lo que me contestara que no, que lo haría solo por unos días, por necesidad, por dinero, por querer hacer unos pagos pendientes.
Que quiénes son los libres que pueden disfrutar de estas muchachas que han roto cualquier tipo de convencionalismo social y de manera discreta ejercen el servicio sexual para solventar sus gastos.
¿Tienes foto de ella?, me preguntó la muchacha que está postrada en la cama, sin ganas de levantarse, vencida por la pereza, llena de progesterona y deseos de ser amada, esperando a su pareja con ansiedad para volver a ser feliz en sus brazos. No, no tengo fotos de ella, es que esta doble moral es así, desean el anonimato mas no la experiencia de querer saber qué se siente ser puta, que si les tomara fotos a todas las muchachas de esa edad que han sido mías, podría tener dos almanaques llenos de muchachas bellas, para cada día de la semana, solo las más obsesionadas por mis escritos y que suelen leerme siempre, permiten que les tome fotos, porque valoran o bien lo que escribo sobre ellas, o porque les guste figurar al lado de un Escritor que solo escribe de sexo, es decir, de lo que vive mientras escucha música, lee o hace el amor.
No, definitivamente no pienso casarme ni perder esta libertad que me permite no repetir de muchacha y ser feliz con todas las muchachas que elijo para tener sexo. Sin duda mi vida sexual me hace pensar que tal vez sea un escritor diferente a los demás, que en sus escritos ruegan por un amor definitivo para no sentir soledad o falta de cariño.
Mi manera de entender el sexo, el amor, la soledad o la libertad es muy diferente entonces.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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