EL ESCRITOR QUE SE SIENTA A ESCRIBIR






No, no me van a entender. La gente porfía en decir que es desdichada. Solo pedí escribir dentro de las pocas cosas que se me concedieron. Quizá mi vida pudo ser diferente, nada interesante para otras personas y tal vez así lo sea. Qué sé, tal vez la vida de un aventurero o un buscavidas, no la de un escritor que recibe visitas de muchachas para hacer el amor y el salir pocas veces para internarse en la ciudad donde hay mucho turismo. De lo que he aprendido es que las personas tienen la mala costumbre de meterse en problemas, que de eso me he librado. Otras personas dicen que soy un ermitaño que disfruta solo del sexo y que lleva una vida sin muchas responsabilidades, que no quiso casarse ni tener hijos y se abocó enteramente a escribir, como si solo de eso se tratara la vida. Tomo un poco de café mientras calo mi cigarro mentolado mientras sé que, a esta hora, hay gentes que probablemente no la estén pasando bien, no sé, tal vez en esta ciudad o en otras ciudades de otros países, en pueblos donde las novedades se acabaron hace siglos o, en las soledades de aquellas personas quienes no tienen con quien conversar y han visto pasar sus sueños sin que se concreten. Esos apartados dentro de los que me incluyo, para dedicarnos a este oficio de la literatura, sin tener la necesidad de recorrer el mundo y saber de las ciudades donde no hay sol, o en aquellas donde abrasa demasiado, frente a mares cuyos horizontes ignoro, como el olor de sus calles, los orgasmos en el Mediterráneo o los Budas recostados en algunas rutas de oriente.
Sé que, en este momento, hay un hombre triste que espera otro de mis escritos para volver a tener esperanzas, a creer en lo que se ha dado por perdido. Es curioso, desde que la tecnología revolucionó nuestras vidas, lo que bien escribo, llega a Polonia como a Islas del África que desconozco. Esas muchachas que leen mis escritos sobre el amor, se desesperan entre tardes donde no hay nada más qué hacer, como si fuera fácil decir te amo o sentarse a la puerta de sus casas y ver aparecer al hombre diferente que no existe, para así no morir de sueños atormentadores donde nunca nadie supo qué era el amor. A lo que yo propongo otra visión, no tan lejana de realidades desde las que los diálogos podrían ser diferentes, distintos a los que tengo con las muchachas del amor, bajo circunstancias que nada tienen que ver con las emociones que conozco en los orgasmos. Por ello, no es difícil entender las canciones de amor cuando se ama, a pesar de que éstas parten de experiencias diferentes, con historias muy increíbles que hablan de intentos continuos de aferrarse a idealizaciones con el amor, errores propios y comunes, cuando nadie les ha dicho aún a mis lectores que tarde o temprano amarán, como experiencia inevitable, con todos los dramas posibles de haber en esos primerizos aprendizajes donde los psicólogos se rompen la cabeza para tratar de entender si acaso, cuando amamos, la pareja viene a ser la culpable de todo los que nos pasó antes de conocerle.
Pero es que escribir sobre el amor es una tarea tan vana y propia de ociosos, desde poetas a novelistas, que en sus esfuerzos, sin poder librarse de los azares de las horas, no lograrán nunca proponer manuales para saber amar si acaso en las entregas, siempre alguien perderá y alguien, habrá ganado la fama de los malditos, de los que vamos de muchacha en muchacha, muy alejados de los sentimientos normales en los que dicen las personas de bien, el amor es otra cosa, todo, menos lo que yo propongo desde mis escritos. Y así he escrito bastante y es bien seguro que lo siga haciendo, mientras mis lectores piensen en la muchacha que no será de ellos o, la muchacha que no se casó, anhele alguien para que le acompañe en sus días de tristeza, antes de enterarse de todo lo que encierran mis escritos donde me es difícil amar a una mujer por más de un día.
Y así, no me entienden esos hombres que beben por una mujer, mucho menos las mujeres que me ven como a un hombre sin sentimientos que disfruta de una y otra y, podría pasarse toda su vida haciendo el amor, sin tener la mínima intención de a sus 48 años, formalizar su vida y quedarse con una sola.
De mi tiempo puedo decir que en estos horarios que no me impongo, sé sentarme frente al ordenador, para escribir la historia que se quedó sin terminar para muchos amantes, porque no sé cómo decirles a mis lectores que se amen un poquito. Considero que es una tarea sin sentido, entiendo por ello que las labores psiquiátricas abocadas al estudio de las voces de los enfermos mentales, no puede solucionarse con oficios como la literatura, porque si bien nunca escuché voces, en este transcurrir con mis escritos, fluye el ser que hay en mí y que  lleno de experiencias mundanas, rechaza la ciudad y sus gentes, apropiado de una soledad ideal para dedicarse a lo que diariamente realizo a dicha plena, en el ejercicio de una libertad que se conquistó y que es ajena o extraña para aquellas personas que aún no encontraron su norte definido o que, desde los bares o discotecas o esos frívolos clubes, todo resulta tan vacío y sin sentido, entra las innumerables penas comunes, donde estoy como espectador de sucesos donde veo la paz a punto de quebrarse, entre fragilidades que sostienen la vida de muchas personas a quienes acompaño con mis escritos, con el tono suave de los que estamos llenos de paz y entendemos la responsabilidad de nuestra obra cuando niego que nada en mí es dejado a lo que se resuelve sobre la marcha en lo que escriba, si es que hablo de tener las ideas claras, las experiencias entendidas y, el conocimiento personal alcanzado para saber sobre qué voy a escribir, cada vez que me siento frente al ordenador, en este oficio de escritor que sé, pudo ser el de cualquiera, o quizás el sueño de muchos que no logró concretarse.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco



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