DUELOS DE AMOR Y OTROS HONGOS Y BACTERIAS, pag 12,13,14,15,16, NOVELA





Fue un sueño muy pesado y agradable, esos sueños reparadores que nos dejan una buena sensación al momento de despertarnos, pero él lo sintió diferente, como si fuera un recuerdo de esos que se adelantan a las premoniciones, a lo que está en el devenir y se termina por evocar en esos años cuando se piensa en quién fue uno en sus años mozos. Vio la lamparilla de luz blanca que estaba en el techo alumbrando su habitación, el color gastado de las paredes en un verde claro y relajante, su ordenador, los libros en los estantes, hojas impresas de un poemario que pensó debía ya ser publicado y, una foto de un  amor de esos cuando aún no se sabe qué es el amor y solo puede corresponder a la vida de un joven soltero que vive y pasa penas de los que  dejaron la casa de sus familiares para saber qué es la libertad y la soledad, y solo en ese momento se dio cuenta que era soltero, que no tenía pareja a quien aguantar, ni hijos para alimentar ni por quienes tener que trabajar, solo una atmósfera agradable que quiso nunca se acabara, por eso, recostado en su cama, cubierto por el edredón, dejó de lado los consejos de sus hermanos mayores sobre ese mal hábito de pasar mucho tiempo  recostado en la cama, que la cama era solo para dormir y que el día empezaba a las 5 de la mañana con todos sus deberes y, si no los hubiera, las caminatas a esa hora cuando el cielo  se abre en la ciudad o los trotes serían necesarios, pero jamás la cama debería ser el refugio de quienes aún no entienden que no deben dejarse ganar por la comodidad de un colchón que echa a perder a las personas entre los retos para crecer como metas a concretar en los proyectos de vida que deben ser repasados cada fin de año. Era feliz mientras puso algo de música desde su ordenador para darse cuenta que no toda su vida tendría tanto tiempo para él, fue un momento de lucidez de esos donde la vida se manifiesta para hablarnos con claridad y recordarnos no solo que se está vivo sino que hay que saber tener cuidado con ésta, que en cualquier momento la fatalidad nos podría arrebatar esa dulce soledad o la libertad de los que ignoran los peligros que asechan a cada momento a todos y de los que nadie se libra por  más corona que se tuviera. Y pensó en la muchacha de la foto, era un mujer que se recorrió el mundo entero buscando el amor y quien le llorara la última vez que pasó por la ciudad, en esos viajes de continente a continente, tratando de descifrar en los rostros latinos felices, por qué en el viejo mundo la gente era tan distante, tan silente, seria y seca y, por qué  los latinos siempre teníamos una razón para sonreír a pesar de que todo pareciera marchar mal o, marchara totalmente mal. Es que ella le lloró porque le decía que lo tenía todo para ser feliz: dinero, viajes a las mejores ciudades del mundo, amistades que la apreciaban de verdad y que siempre estaban ahí cuando las necesitaba, ¡amor!, lo que los jóvenes buscan afanosamente para querer saber qué es la vida, ¡amor y belleza!, pero no, no era feliz, nada para ella resultaba suficiente para su enfado y contrariedad, sin poder entender qué le sucedía, a pesar de considerarse una buena persona. Le confesó entre otras cosas que estaba cansada de tener que ser una buena persona para ganarse los afectos de quienes la miraban y trataban así, es que dentro del universo de gente que formaba parte de su círculo de amistades, el concepto sobre ella era unánime: era linda, amable, confiable y por sobre todo, una muy buena persona, de muy nobles sentimientos de quien siempre se podía esperar lo mejor. En ese momento pensó en lo duro que cuesta lograr ser aceptado por las personas para tener gestos cálidos por parte de quienes le recibían con los mejores afectos, porque cuando lloró desconsoladamente en su brazos fue en el momento de su verdad, de su madre, de los maltratos que ella tardó mucho en entender, de su rigidez en su educación, los esfuerzos y sacrificios que su madre hizo por ella, ¿pero es que  ésa no es nuestra condición?, le repetía llorando sin parar, ¿el sexo no es nuestra condición humana?, ya que fue duro para su madre el aceptarla como lesbiana o bisexual, a veces muy lesbiana, otras muy femenina y, otras muy bisexual, llena de fantasías que no tenían control en su piel, su cuerpo, sus deseos de ser sumisa desde todas sus posturas para el sexo, sea con mujeres o bien maduras o de su edad, o varones experimentados y tolerantes o jóvenes aventureros que cruzaban fronteras con ella sin temer perder el alma en esas sesiones de sexo donde ella reclamaba más para sus apetitos, porque no faltaba nunca algún varón o mujer que estuviera presto o presta para unirse a sus deseos en los lechos, si es que se montaba en orgías donde 4 o 6 o más personas se unieran para darle rienda suelta a lo que el cuerpo pidiera, ¿eso era malo?, le preguntaba llorando, ¿era malo?, porque desde allí no se entendía, no del hecho que le pesara ser mujer partiendo desde los abortos, la menstruación o la maternidad, era demasiado inescrupulosa en ese sentido como para que reparar en ello, lo dejaba como un aplazamiento que el tiempo resolvería cuando se cansara de sus amores que la hacían explorar hombres y mujeres, donde la curiosidad fuese satisfecha, entre fiestas e historias ricas de todo tipo de gentes que la convirtieron en lo que ella quiso ser, pero que no le hacía feliz. Vio con detenimiento la foto, estaban abrazados en un parque céntrico de la ciudad y parecía un amor de verdad, un amor de esos escritos en las novelas románticas que arrancan lágrimas a las muchachas soñadoras que no quieren perderse ningún detalle de todas las historias de amor escritas y no escritas, para que su historia, su historia de amor fuera original, diferente, como la leyenda que aspira toda muchacha cuando tiene qué relatar a sus amigas de ruta, de matrimonio, de embarazo o de madres o tías o abuelas, cuando se dieron rápidamente cuenta que los textos de filosofía no encerraban nada de sabiduría, pese a que los leían para tener tema de conversación con los amigos intelectuales, si acaso dominaban también los temas de economía y hasta los de deportes, para poder jactarse que podían aspirar a un amor tan imposible pero lleno de vivencias tan fuertes que estaría de boca en boca, como una historia urbana referente, si es que el amor verdadero debería ser así, con esos requisitos, para no haber sido una mujer que pasó por este mundo, sin haber tenido su propia historia de amor. ¿Una canción, un poemario, un cuento, una novela, un ensayo, algo sobre el amor?, la locura llevada al extremo antes de elegir la simiente de quien se convirtiera la mayoría de veces en el culpable de sus desafortunadas vidas, pero al fin y al cabo, el villano que se llevó sus corazones, el tipo malo, el error de sus vidas, entre todos los pretendientes aceptables y convenientes, dignos tipos aburridos para búsquedas que solo podían ser una sola en sus vidas. Vaya, prendió un cigarro mientras pensaba en todo ello y en sus poemas, escritos que le parecían muy buenos como solo le pueden parecer buenos a quien aún carente de mundo, cree que a sus 18 años sabe más de sexo o de la vida que cualquiera y que los consejos de sus hermanos estaban desfasados porque que el mundo donde él se desarrollaba era muy diferente a las viejas épocas de ellos que ya habían fracasado en todo. El cigarro, su hermana le repetía hasta el cansancio que no quería que él fume, que esa era una adicción que no tenía retorno, poco caso a un consejo que llegaba tarde cuando se terminó por considerar un poeta de ideas raras, tan raras como su discurso lleno de palabras que no se podían entender y bien podrían ser analizadas por un psiquiatra para darle un diagnóstico, nada, era un poeta y todos los poetas consumen café y cigarrillos, pero no quiso moverse de su cama, no quería seguir allí, como si quisiera que ese momento se perpetuara para toda su vida, en su éxtasis revelador, su  conciencia de joven soltero, libre y dueño de su tiempo, sin  molestias tediosas sobre su soledad o hastíos propios de crisis existenciales donde no se sabe qué hacer. Pensó rápidamente sobre qué fue su sueño y cuánto tiempo había pasado durmiendo, y le ganó la noche desde la ventana sin recordar qué había soñado y por qué justamente en ese instante no deseaba hacer más nada que seguir debajo de su  edredón, recostado en su cama, mientras seguía escuchando temas que sabía bien, no tendría tiempo de escucharlos en otros años cuando fuera un hombre serio, responsable, un hombre que solo podría fumar 3 cigarrillos al día, si acaso así sería su soledad y libertad, su evocación a ese instante donde se descubrió, como nos pasa a todos al momento de tomar conciencia por si solo de lo buena que es la vida sin problemas.


Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco


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