DUELOS DE AMOR Y OTROS HONGOS Y BACTERIAS pag11 NOVELA





el amor no estuvo hecho nunca para nosotros, apenas podemos sentir placer, pero no entregarnos, conocemos los quiebres del alma cuando todo se hace añicos dentro de uno y eso, es algo que no vale la pena con nadie, pero era vano, ya que ella insistía en querer llorar para sentenciar, lo amado se goza y cuando muere, se chupa, se llora y se entierra para siempre, ante lo cual, dejé que siguiera llorando, mientras desordenaba su larga cabellera, que por momentos la jalaba como si eso le trajera recuerdos de noches de pasión muy intensas en donde  fue feliz. Verla era sentir la representación de lo más bello en una mujer marcada por un sino siniestro desde donde atisbé los peligros extremos del amor y los duelos con los cuales muchas mujeres aprenden a vivir, para al día siguiente, sin necesidad de cortarse las venas o tomarse todas las pastillas o algún potente veneno, seguir en su rutina, muy propia de las que necesitan del sexo que todos necesitamos para no enloquecernos o matar a las demás personas. Sus senos eran deliciosos y su trasero toda una oda a la perfección, pero adelantado en los riesgos de los embarazos no deseados y esos vínculos que no quiero tener con ella, al verificar que no teníamos preservativos, renuncié a hacerle el amor, si acaso algún inexperto o carente de mujeres sí lo habría hecho, sin reparar en los riesgos de abortos donde las  mujeres terminan con infecciones en el útero por el uso de pastillas abortivas que se pueden encontrar en cualquiera de esas esquinas donde se encuentra de todo como remedio, cuando los mates de las abuelitas que aconsejan sean usados para no  resultar embarazadas dejaron de ser efectivos. No, no quería pasar angustias con ella, mejor dicho, no quería tenerla en la puerta de mi apartamento con la premura de atrasos menstruales que debía afrontar. Era muy bella, tan bella como esos precipicios cuando la vida no vale nada y queremos  acabar con todo, un veneno sin antídoto capaz de desquiciar a cualquiera. Hasta que se marchó sin prometer nada, es decir, sin lanzar venganzas contra él ni contra los hombres, era muy mujer para ello. Me besó en la mejilla para finalmente decirme: “no todas las personas somos  de piedra como tú, gracias por recibirme cuando pierdo la razón por un hombre”, para subir a un taxi y no saber de ella hasta el día siguiente en que echa toda una diva negara lo ocurrido, que ella era una mujer que tiene a su alcance 100,000 hombres y que los seguiría teniendo, porque no había nacido aún el hombre de quien se enamorara de verdad. Era ella otra vez, una guerrera en el amor, alguien difícil de vencer.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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