EL DÍA MÁS DURO DE LA PANDEMIA PARA MÍ
Era abril y
el mundo temblaba de miedo. Me costó mucho adaptarme al confinamiento. Trotaba todos
los días en el pasadizo de mi apartamento muy angosto, de apenas 6 metros y
medio de largo por menos de 2 metros de ancho, lo justo para que trotara una
persona, y así, trotaba horas de horas como pueden verse en los videos donde
necesitaba tomar control sobre lo que nos pasaba a todos: el miedo a morir. A veces
dialogué con mi padre en plenos videos mientras él me relataba anécdotas de
cuando fue alumno o profesor, como Director de algunos colegios. Vencimos tanto
mi padre junto con mi persona. Él su hipocondría y yo, el sinceramiento de mis
convicciones. Creía que podía hacer algo como escritor y Pensador Libre desde
mi confinamiento. Un día apagamos la televisión y la radio y decidimos escuchar
solo música, la música que nos agradaba. Sin embargo, no era fácil. A mi padre
le costaba conciliar el sueño, lo cual motivaba que le acompañara a media noche
o madrugada. Dejé dos veces el cigarrillo por un mes cada vez y es cierto, tuve
muchas contradicciones con mi padre, hasta que entendí que él tiene su propia
forma de ser y yo la mía, que él siempre respetaba mis ideas y que de manera
silente me pedía que respetara las suyas. Hablábamos mucho de mujeres, de las
mujeres que fueron mías antes del confinamiento y, él, me hablaba de sus
experiencias con las mujeres que tuvo antes de casarse con mi madre, con quien
solo podía hablar por celular o verla desde lejos desde la lavandería que daba
a su apartamento. Fue duro verla llorar a veces y su extrañar el salir a caminar,
fue duro entender que mis padres siendo adultos mayores, no querían aceptar el
confinamiento sin tomar sol. Fue duro ver el rostro de mis hermanos cuando veía
el estrés en sus rostros y es cierto, tuve mucha rabia contra China y por lo
que ocasionó en el planeta. Escribí un libro sobre ello, entre otros opúsculos,
creo que fueron 10, publicados en Amazon, que, dentro de mi experiencia del
confinamiento, me ayudaron a sobrellevar la tensión que vivimos creo todos en
el planeta. Era duro ver al Presidente dar noticias desalentadoras todos los
días por televisión. Me desconecté de las redes sociales y solo las usaba para
hacer mis catarsis, creo que todo el planeta hizo ello. Todos buscábamos
responsables a lo que nos pasaba. Si fue de terror, lo fue. No daba crédito a
lo que pasaba en el mundo y con el ser humano. Me di cuenta que soy una persona
extremadamente desconfiada y que mi homofobia aún no había sido superada, qué
culpa tenían ellos de lo que pasara con ese fin del mundo que sentíamos vivir. Apelaba
a todos los más fuertes del planeta para buscar una solución y no había
respuestas, creo que nadie las tuvo a su alcance. Un día dejé de creer en los
más serios canales informativos de You Tube y empecé solo a usarlo para
escuchar música. Es cierto, me acerqué mucho a Dios y me autodefiní en el
momento de la verdad como escritor judío-peruano, y fue en el momento más
crítico, creo que eso me dio mucha fuerza. Había días en que cantaba en nombre
de la Libertad y, había días en que mis hazañas me recordaban todo lo que había
tenido que vencer para estar preparado para lo que todos enfrentamos. Entiendo que
hay gente que aún no supera esta experiencia. Sigo en el confinamiento y en
Perú, bien o mal, quien tiene la última palabra, es el Presidente. No pienso
romper mi confinamiento, creo que me acostumbré a la paz de las noches, sí, escribo
paz, porque poco a poco, empecé a sentir paz, en comparación a aquellas noches
donde pensé que moriría y me entregaba a Dios, para luego despertar y tener que
asear el apartamento por el hecho de no poder caminar como lo hice antes, tenía
que mantener mi mente ocupada en otras cosas. Fue duro aprender a concentrarme
cuando hacía las labores en mi apartamento. La confusión fue tan atroz que por
momentos sentí que estaba en un campo de concentración y eso explique mis
discursos en las redes sociales. No creo haber sido el único que sintió ello en
el planeta. Me di cuenta que gradualmente empezaba mi forma de ser a cambiar, a
convertirme en una persona de confianza para mi familia, alguien que aprendía a
ser responsable, que podía decirles no a las muchachas que me llamaban por
celular para querer hacer el amor en mi apartamento. Llegado el momento, todos eran
sospechosos de tener el virus y, cuando hacía las compras de la quincena, los
distanciamientos con las personas que hacían las compras, eran exigidos por mi
persona apelando a lo que La Ley dijo y dice hasta ahora. Salir esos días cada
quincena era todo un estrés que no solo me afectó a mí. Me dolía ver ello en
mis seres queridos. No di crédito a lo que pasaba por momentos. Sin embargo, había
noches en que creía que había pasado a mejor vida y que estaba en el cielo con
mi padre, para luego sentir que caía en el infierno. Si eso me hizo entender
que esto es constante con o sin pandemia y que se relaciona con la culpa ante
pequeños pecados, convencido que eran castigos de Dios, intenté ser perfecto
hasta alcanzar la santidad, pero luego recordaba que la paz que siento ahora
solo puede ser superada por el placer que brindan las mujeres, que el instinto
en nosotros los hombres es muy fuerte, a pesar de haber visto pocas veces
videos porno, porque me aburrían. No le hallaba sentido ver hacer el amor a dos
extraños cuando en realidad era yo el que estaba acostumbrado a hacerlo
continuamente antes de la pandemia. Hasta que llegó la noche en que terminé
llorando porque extrañé hace el amor con las mujeres que nunca amé pero que me
dieron placer y, por ende, felicidad, siendo por ello que escribiera tanto
antes de la pandemia. Es que van ya 5 meses y días de castidad, entre todo lo
que significó esto para la humanidad. No estoy diciendo que los confinamientos
han acabado en Perú o que ya hemos vuelto a la normalidad, entiendo que aún
falta mucho, solo estoy de algo seguro, mis oraciones fueron oídas y de ello
doy testimonio y, sin ser judío ni creer en lo que creen los judíos, La
Estrella de David respondió a mis llamados, dándome cuenta que no sabía cómo
nombrar a Dios, solo cerrando mis ojos y visualizando el hexagrama que en su
momento vi en el cielo nocturno de la ciudad donde radico. Eso me mantuvo en
pie como hasta ahora y, si bien, exclamé que lo vivido por el ser humano no
tenía nombre ni perdón, que era muy cruel la vivencia, siento que he sanado y
he vuelto a sonreír, he recuperado la fe en que el mundo se ha salvado y, me he
aceptado y perdonado. Sé que para la mayoría no fue fácil, que el virus parecía
haber derrotado la fe en todos los dioses que hay en las religiones del
planeta. Un simple virus invisible nos hizo entender que toda la tecnología con
la que contamos que es asombrosa, toda la ciencia y los avances de la medicina
que dieron alcances prometedores de alargar la vida de los adultos mayores,
todo ello, se desvanecía ante algo que no veíamos. ¿Era la Tercera Guerra
Mundial? Lo cierto es que los denunciantes de esto solo lograban perturbarme
más, me llenaban de conflictos y sentimientos encontrados. Como nunca antes,
todo cabía dentro de lo posible y a la vez, no se podía creer en nada de lo que
relataban los noticieros. Ya en el mes de abril, me di cuenta que podía escribir
mi biografía en Wikipedia, cosa que no hago hasta ahora, algo que haré en el
otoño de mi vida, cuando mi aprendizaje sea completo, para poder entender mejor
al ser humano donde me incluyo, si es que asumí desde mi soledad la consigna de
salvar al mundo, sin saber a quién más acudir, hasta darme cuenta que era una
labor inútil. Esto aún no ha acabado para el planeta, pero siento que ya pasó
lo peor, lo siento, como así lo escribo, en memoria de los que pasaron a mejor
vida, si es que entiendo a ello con un unirse con Dios, porque así fue mi
revelación y di un paso atrás por temor, para ser más franco, por no sentirme
preparado para unirme no a la luz azul que es la de la noche, sino, a la luz
blanca, que es la pureza total de Dios, el Dios que, en vida, ningún hombre
verá, ni cuando nos unamos a Él.
Julio Mauricio
Pacheco Polanco
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