REVELACIONES FINALES EN LA PANDEMIA DEL 2020
Toda sociedad
basada en la ignorancia, está destinada al fracaso y el sufrimiento. El hombre
tuvo inteligencia para desarrollar la tecnología, crear naves que dominaran el
mar y el espacio como la tierra. Su ciencia y su medicina evidenció su rotundo
fracaso en pleno siglo XXI de la Era del Eterno Femenino que acabó, en lo que fue la era de muchos dioses en todo el planeta y
fueron derrotadas por un virus invisible que asoló a la humanidad, obligándole
a confinarse y usar barbijos, bajo requerimientos extremos, propios de un campo
de concentración, donde se conoció el terror de la muerte, siendo el Juicio
Final señalado por los Profetas y, los que hemos sobrevivido, como el que escribe,
da testimonio en Nombre del Escudo de Dios, símbolo que se manifestó desde
siempre en muchas religiones de oriente, siendo usado para fines malvados y
perversos, bajo la mano de hombres que escribieron Génesis llenos de
incoherencias, producto de largos aprendizajes de maestros que pertenecieron a
la era del sedentarismo, cuya base es la corrupción y las ciudades y, el
silencio de las mujeres que, nunca revelaron abiertamente a nosotros los
varones, lo que es la menstruación.
No se puede
por tanto implantar un orden establecido justo, si todo parte de la ignorancia.
Y el hombre, en el inicio de la era del sedentarismo, no relacionó nunca el
sexo con el embarazo, por un periodo de 20,000 años, en la era del matriarcado,
lo que llamábamos, El Eterno Femenino, donde los mejores varones eran
sacrificados, para que su sangre fuera ofrendada a dioses inexistentes, solo
para que la mujer impusiera su Autocracia sobre la humanidad, cuya sabiduría se
basó en la menstruación, la agricultura y el conocimiento del clima, para
fundar ciudades y luego civilizaciones. Por tanto, toda Ley fue errada y, todo
dios al cual se le siguió, no fue el verdadero. Así, hay hasta el momento solo
religiones muertas y credos donde, un simple virus invisible, demostró que la
sabiduría del hombre es errada, si es que nos remontamos en la historia y,
verificamos que las pandemias fueron una constante en el transcurrir del
tiempo, ante lo cual, nada se pudo hacer.
Toda sabiduría
y Ley que conoce el hombre hasta ahora, no es la verdadera, pertenece a la era
del sedentarismo, no a la primigenia, la anterior al matriarcado, que como
podemos ver, ésta está relacionada con la corrupción y por tanto, carente de
justicia y misterios hoy recién resueltos, que arrastrados hasta este día, dan paso al
final de las religiones existentes y por
ende, los dioses en quienes se creyeron, si todos fueron sacrificados, con el
fin de hacernos creer que ello representó la resurrección y la vida eterna,
cuando en realidad, la muerte, es la unión con Dios y, la negación de uno
mismo, de una identidad que no existe y
es producto de un entendimiento sujetado a un sentido común que no es
propio para todas las civilizaciones. Así, la consciencia de un judío, o de un católico, no es la
misma a la de un musulmán o un hindú, o un chino o un ateo, por citar solo
ejemplos puntuales. La consciencia de la persona es formada por La Ley, sea del
hombre y del dios creado y aceptado en su civilización, cuyos textos sagrados
mintieron, y nos hicieron creer que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios,
cuando a lo mucho, hemos visto de Él, su hexagrama, mas nunca su rostro, si es
que su pureza se simboliza en el color blanco, que es la purificación de
nuestra consciencia, donde está todo El Bien y El Mal que estuvo en conflicto
desde que apareció el sedentarismo y de cuya era, recogemos este saber que ha
finalizado. Nunca sabremos el origen del
hombre en el planeta, mas sí sabremos que al morir, nos uniremos a Él, a Dios, para
dejar de existir y volver al origen que es Él, donde hay santidad, paz, y
eternidad. Y así es el Eterno Masculino, cuyo saber se remonta a dos solos
seres, un varón y una mujer, separados y diferentes, sin encontrarse por
milenios en la era cuando el hombre fue cazador, recolector y nómade y, la
mujer, sedentaria, dueña de otra sabiduría, relacionada con la agricultura y
observación de los astros, origen de la medicina que vemos, fracasó hasta este
año 2020, donde ocurrió lo que tenía que ocurrir tarde o temprano, el final de
una era que no duraría mucho tiempo.
En el origen,
la relación del hombre en soledad, el primer hombre, fue con Dios, y en
ignorancia de su contrario, la mujer, que no fue creada a partir de él, tuvo
sabiduría para recorrer el planeta y cazar bestias mayores y más fuertes, a
quienes sometió para comerlas, siendo su fuerza y temperamento superior a las
bestias, al clima que conoció para evitar morir ante las inclemencias propias
de éste, como de los virus que siempre existieron y no pudieron exterminarlo,
conociendo del peligro de los alucinógenos y las bebidas, por hacerlo
vulnerable ante una naturaleza agreste y dura que debía enfrentar, por su
instinto de supervivencia, así, no es propio del hombre las drogas ni el
alcohol, ya que éste se dio cuenta que ebrio o drogado, no podría derrotar a un
toro que le superaba en dimensiones y superaría en fuerza. Mas el hombre durante el tiempo
que tuvo que durar en esta era mencionada, recorrió el planeta y le conoció bien, desde las montañas
más elevadas hasta los mares, pasando por selvas, desiertos y todo lo que
existe en este planeta, para con sus ojos, conocer todo aquello propio de
nuestra naturaleza primigenia, ser errante, nómade, cazador y recolector,
en un estado de naturaleza de total libertad, donde no conoció el miedo, y su
relación fue solo con Dios, con quien vivió por milenios, hasta antes de
conocer a la mujer, que ya había desarrollado sus conocimientos, solo desde el
sedentarismo, con una inteligencia orientada hacia la construcción de ciudades,
la agricultura y, un estudio diferente al del hombre sobre los astros, ya que
si el primer hombre vio los astros donde reina la noche, en soledad, sin ningún
temor, por ser dominador de todo lo que le rodeaba, lo hizo con el fin de
protegerse del clima, sean desde tormentas, cataclismos, temperaturas muy bajas o altas, desde
diferentes latitudes, desde donde está el mar y más allá, donde hay nuevas
tierras que él, como colonizador, conoció, en total soledad, hasta el día en
que conoció a la mujer, siendo ésta dueña de un saber que hasta ahora fue
ocultado, siendo sus primeras creaturas, mitad bestias y mitad humanas, de
manera inevitable, en su total soledad, explicando el por qué en algunas
civilizaciones se adoraran a dioses mitad humanos y mitad bestias, hasta tener
dominio total sobre lo que fue el saber hasta el día de hoy, en agosto 21 del
2020, cuando el hombre ignoró todo lo relacionado a la menstruación y la mujer
calló, siendo un misterio resuelto para la sabiduría de esta nueva era, donde
el ser humano está destinado a hacer uso del conocimiento que tiene para viajar
a otros planetas, si es que el universo es infinito y así, cada hombre deberá
vivir en un planeta aparte, en total soledad, para empezar una nueva historia,
porque el sedentarismo solo nos trajo enfrentamientos entre hombres, guerras
crueles, en nombre de los dioses sacrificados, sin que nunca hubiésemos
convivido en paz.
En esta
secuencia de la historia del ser humano en el tiempo, donde la ciencia insistió
en querer demostrar en base a rigores científicos, con teorías, el origen del
hombre, siendo demostrado que ese saber es falso, porque su base fundamental,
hasta ahora no puede derrotar a un virus invisible, que no ha de ser el único,
sino, una constante también de virus que han asolado desde antes del sedentarismo a la
humanidad que no debió procrearse, porque la sabiduría del primer hombre, eliminada
de la historia, ya convivió con estos virus, sin que le exterminara, cuando fue
cazador, recolector, nómade y, devorador de bestias a las cuales dominó para su
subsistencia.
El silencio
del hombre por milenios, desde su soledad, le permitió tener una sabiduría
visual, sin la necesidad de la palabra o El Verbo, que es creación de la mujer
y, por tanto, utilizada por ésta para domesticar a las bestias con las cuales
vivió en soledad también, dejando una descendencia que poblaba el mundo, a la
cual el hombre derrotó, sin temor alguno y, que con el tiempo sería motivo de adoración
para cultos y sectas, dándoles el nombre de demonios o diablos.
Hay un solo principio desde siempre y es Dios, y es todo el universo, y su naturaleza nadie le ha visto, a pesar de ser todo lo existente, mas Él convive dentro de
nuestros pensamientos. Así, si para cada animal, hay hembra y macho, tuvo que
ser varón y mujer, antes del final de esta era, donde por milenios, el ser
humano desconoció su origen y, el final de El Paraíso vino cuando el hombre y la mujer
llegaron a conocerse y descubrieron el placer y, por tanto, la degeneración de
El Eterno Masculino, sobre el cual hemos retornado los que damos testimonio que
solo hay una forma de subsistir como especie: colonizar otros planetas, en
soledad, sea para el varón y la mujer, en un universo infinito, donde cada
quien ha de poblar un planeta para que su única relación sea con Dios y, el
hombre nunca más esté contra el hombre, si es que solo existe un auténtico
Amor, y es el del hombre ante Dios y, la
corrección de la naturaleza femenina, para que no menstrúe más, y en santidad,
disfrutemos de otro entendimiento que hemos tenido que conocer, para corregir
lo que Dios planifica en lo largo del
tiempo que es uno solo y, que tiene alteraciones, hasta encontrar el
modelo ideal de convivencia, donde recuperemos la felicidad, distinta a la que
da el sexo, pasión que dura poco tiempo, hasta desaparecer y hacer que el
hombre se enfrente a la mujer. Así es la dura lección que Dios nos ha dado,
para comprender que el verdadero Amor es hacia Él y, que el sexo y la procreación,
solo ocasionó todas las tragedias y desgracias que registra la historia hasta
el momento.
Así ha de ser
nuestra naturaleza. Así es El Eterno Masculino. Así es el inicio de esta nueva
era, donde murieron todos los falsos dioses, ante un virus invisible, que derrotó
naturalmente la fe de quienes sucumbieron ante éste, para hacernos entender en
esta Tribulación Final que, la soledad es santificada y, el sexo, algo a
corregir por El Bien del varón y la mujer, cuya sabiduría ahora es completa y
anhela la paz, y su encuentro con Dios, a quien solo debemos amar, sin tener que
necesitar de la procreación, por ser ésta el origen del Ego o del Yo, donde
varón contra varón y, mujer contra mujer y, varón contra mujer, nada bueno nos
trajo, tan solo desdichas e infelicidades.
Por ello tuvo
que ser esta Tribulación Final, para que entendamos que Dios nos ama y nos está
dando una nueva oportunidad, para que no volvamos a corrompernos, y así, darnos
dominio y libertad donde existamos en soledad, con la cualidad para la cual Él
nos preparó desde antes de la noche de los tiempos, cuando apareció el
sedentarismo, y hacernos ver por qué es un error la convivencia entre hombres y
mujeres, habiéndonos dado un universo infinito, donde conociendo lo que es el
sexo, para los que somos adultos, y para los inocentes desde su protección, cada
quien en su propio planeta, hallamos comprendido recién la naturaleza de sus
ángeles, quienes siendo asexuados, carecen de pasiones y depravaciones y, bajo
el rigor de este aprendizaje, no necesitan del sexo, por tener la sabiduría que
ahora poseemos.
Éste es mi
testimonio, mas no la interpretación de la voluntad de Dios, por tanto, no es Su Palabra la que está
en este escrito, sino la reflexión de un varón que reveló el misterio de la
menstruación de la mujer, ocultado desde la época del anterior Eterno
Masculino, en la era cuando fue el varón: cazador, recolector y nómade, antes
de conocer a la mujer, dueña de otra sabiduría, la del sedentarismo, y el
placer común entre varón y mujer, con la atribución de querer igualarse a Dios,
para ser dadora de vida, sin culpa alguna, por formar parte de una naturaleza
ante la cual no pudo nunca evadirse y ahora, está preparada, para renunciar
también al placer y la procreación, para volver al Paraíso, donde la felicidad
existe, hasta que la voluntad de Dios se manifieste, en este largo aprendizaje,
donde todos terminamos uniéndonos a Él, siendo Él, el origen y también el
destino final, si es que respondemos, a las preguntas dejadas al ser humano en la esfinge: ¿Quién somos?, ¿De dónde venimos?, ¿Adónde vamos?, preguntas que no pudieron ser vencidas en el tiempo por la bestia, siendo nosotros, creación de Dios, de
donde venimos y adonde vamos, en un largo proceso de purificación, para ser
merecedores de su Santidad, si es que así ha sido a lo largo del estar del ser
humano en el planeta, para aprender a ser dignos de su gracia y felicidad, si
así es la muerte para todos, la unión indistinta de buenos y malos a Él, que nunca castigó a buenos y malos, solo nos enseñó el camino para purificarnos y unirnos a Él, en toda esta sabiduría que fue necesaria, para comprender todos
nuestros errores, a lo largo del tiempo y nuestra historia.
Julio Mauricio
Pacheco Polanco
El varón que da testimonio de haber visto El Escudo de Dios
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