EL DÍA EN QUE RENACÍ
Y así, por
qué tendría que haber escrito sobre todo lo malo que pasamos con este virus. No,
me negué a ello, no podía dejar para la memoria del pueblo humano, un registro
de lo que ocurrió en este momento de la historia, donde ya no fui el único que
experimentó la soledad total en el mundo, la experiencia extrema, la carencia
de respuestas que carecieron, cuando sentimos que todos eran nuestros
potenciales enemigos, por enfrentarnos a algo invisible, un nuevo coronavirus, superior
a la fe en todo dios, en los meses oscuros del tiempo, de este tiempo, donde
por las noches, el silencio era sepulcral y, los llantos eran constantes, entre
aullidos de perros y el desprecio a una vida que fue bella, hermosa, desde las
noches en que lloré por recordar a todas las muchachas que me enseñaron lo que
es el amor y, en mi habitación, bregaba entre las crisis de los que luchan por
existir, por seguir vivos, con el miedo propio de los que están cercanos a la
muerte, meditando en todo lo que fue nuestro pasado, entre pastillas recetadas
por mi psiquiatra, tomadas por voluntad personal, para estar en un cielo que
era ajeno a la humanidad, en medio del terror que no aceptábamos. Es cierto, pensé
muchas veces en lo peor, llegué a pensar que tardaría mucho tiempo, si es que
ello sería posible, en volver a ver las calles de la ciudad donde radico, otra
vez con personas tranquilas, caminando por ellas, en plena mañana, recordando
mis vivencias urbanas, los lugares que recorrí, la frescura de estar otra vez
con la gente.
Así, mis
pasos vigorosos y decididos, recuperaron la moral al ver pasar por mi costado,
un contingente de más de 30 policías motorizados a toda marcha, estaba otra vez
en la Arequipa que creí, no volvería a ver, estaba dando vuelta a la página, y
así, volví y vuelvo a escribir, sin haber renunciado a lo que se ha propuesto
para mi generación: salvar al mundo, algo que comprendí, fue asimilado por todo
el planeta, entre la mirada llena de lágrimas de los médicos, los soldados, los
policías, los héroes que dieron su vida por todos nosotros, con un Presidente
que no se quitó la vida ni huyó a una isla que no figura en el mapamundi, con
todo nuestro tesoro público, viviendo en carne propia la realidad que todos los
que nos gobernaron, entre aquellos que fueron amenazados por personajes
desconocidos que les dijeron antes de residir en El Palacio de Gobierno: “o
plomo a plata”.
Recuerdo las
palabras de Ricardo Belmont: “podrán tener poder y riqueza, pero jamás libertad”,
y así, en esa breve frase, sentenció la historia del hombre, la historia
universal, lo que no puede ser editado, entre los buenos propósitos de los que
manejan la economía mundial y todos sus desaciertos, esos errores que todos
cargamos, como Bill Gates queriendo hacer de médico, sin serlo, solo por
haberse dado cuenta de algo: las pandemias serán siempre una constantes en
nuestro devenir, si es que nos preguntamos: ¿qué sucedió en la historia?
Si somos
animales a los que se nos enseñó a hablar por un Ser Superior, solo puedo dar
testimonio de Su Escudo, Estrella de David, que hasta ahora me permite estar
vivo, si es que estoy consagrado a su poder, para testimoniar de nuestro triste
estar en el planeta, entre guerra y breves momentos de felicidad, donde cada
pueblo luchó por su libertad, desde diferentes contextos, para luego no saber qué
hacer luego de que se consumaran sus revoluciones.
¡Oh, Mi
Señor!, solo puedo elevar mi plegaria y esperar tu sabiduría para los que no
puedan entender, si es que en quedo acento, solo podría conversar, dialogar,
con adultos mayores, por estar llenos de mucha vida, una vida que peligró para
los sabios que aún creen en el ser humano, en medio de todos nuestros errores,
y los suyos también.
¡Ah, las
muchachas!, las que me brindan placer, las que deberán esperar hasta que todo
se normal, para poder cantar con victoria sobre los verdaderos conocimientos
del placer y la vida, los propósitos para ser felices.
Porque supe
que el placer nos comunica a otra dimensión, desde donde vemos a la vida de la manera
óptima, si es que todos pudieran entender lo que ahora escribo, ya que tantos
meses de abstinencia hasta cuando sea necesario, me hacen creer que la vida
está aquí, no en otra parte, sino ante nuestros sentidos, cuando hacemos el
amor con las muchachas felices, aquellas que nadie entiende y todos juzgan, y que,
en su momento, salvaron mi pelea cara y frontal con la realidad.
Otro mañana
nos espera, y creo que solo será mejor, en la medida que en cada uno de
nosotros, este aprendizaje nos haya hecho crecer, para entender que la
existencia es maravillosa y, que merecemos una oportunidad más, para dar
gracias a Nuestro Señor, por este don que menospreciamos y tenemos dentro de
cada uno de nosotros, cuando cobra importancia El Bien, o lo que dicta La Ley
en cada parte del país, para así saber qué es lo mejor para cada quien, si es
que queremos vivir bajo un orden, donde la tranquilidad nos permita decir: ¡esta
existencia vale la pena!
Julio Mauricio
Pacheco Polanco
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Julio Mauricio
Pacheco Polanco
Escritor
Peruano y Pensador Libre
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