EL HOMBRE QUE SE ALEJÓ DE TODO

 

Pruebo de mi cigarrillo mentolado y me pregunto si es necesario conversar con alguien

-es inútil, las personas solo hablan sobre enfermedades, dolores, penas-

-no hay nadie con quién sonreír-

Miro al cielo nocturno y pienso en los destinos de los grandes hombres

-nadie acabó bien, finales trágicos para efímeros momentos de gloria-

Solo llevamos ropa y la piel cuidada, el cabello bien peinado, buen olor

-eso no quiere decir que sean buenas personas o tengan corazón-

La sabiduría es eso que todos buscan y nadie encuentra

La poesía se ha convertido en mi catarsis

-desisto de ser publicado, no hago tratos con gente mafiosa-

Te roba el día las preocupaciones, los gastos, la salud perdida

Los niños que te hacen las preguntas que tú no pudiste resolver

-es mejor llamar a una muchacha cortesana y hacerle el amor-

Me agrada la oscuridad, la penumbra, las horas de la noche

-me agrada más no tener que aguantar a nadie-

La soledad no necesariamente es la ausencia de alguien

-la soledad es saber que no existe nadie que pueda entendernos-

Sentado frente al ordenador, la literatura es mi mejor terapia

-no temo decir algo que extrañe al terapeuta, tampoco a mi conciencia-

He dejado de orar a Dios hace unos días

El plato servido sobre la mesa está agradable

Probaré de él en un momento

-miro las penas de las demás personas-

-nadie nos enseñó a ser felices-

-no hubo maestro que nos enseñara a vivir en paz-

-las guerras continúan y el dinero sigue dominando en este mundo-

Pienso en cómo será mi vejez

No tiene importancia, nadie sabe sobre ello

Tal vez sea como ahora, sentado frente a un ordenador

Escribiendo y escribiendo, como estas horas donde me sano

Para ser libre y feliz, sin necesidad de amar

De saber de alguien más, entre el silencio y lejos de la gente.

 

©Julio Mauricio Pacheco Polanco

Escritor y Pensador Libre

Arequipa, Perú

 

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