ENTRE LA
CONFUSIÓN Y LA FELICIDAD
¿Puedes
decirme qué es el amor para ti? Encendí un cigarrillo y pensé en las noches
pasadas, cuando también quería saber qué era eso llamado amor. ¿Alguna vez
podremos tener sexo sin tanta complicación? ¿Era complicado tener sexo y hablar
de amor, o el amor empezaba a significar un: te pertenezco? Me senté frente al
ordenador para relajarme con un poco de música, me estaba dejando llevar por
una sensación agradable, propia de quien ha tenido buen sexo. Nada. Qué. Nada,
no hablemos de ello y seremos muy felices, ¿no eres muy feliz con tus demás
hombres?, entonces soy igual de feliz con mis demás mujeres, ya puedes
retirarte. Ella se vistió y se marchó para que pudiera ser dueño de mi cama
hasta tener la mente en blanco, es decir, en total plenitud de placer. No pude
más y me eché a reír de pronto, ella tiene sexo con todos los hombres que le da
la gana y quiere saber qué es el amor. Me levanté de mi cama, cogí el
preservativo y me dirigí al baño donde lo boté para luego darme una ducha bien
helada. El agua recorría mi piel ardiente y eso era placer también para mí. Creo
que estuve así por más de 10 minutos. Evocaba el mar y la tranquilidad de sus
playas, el silencio y el olor a aire iodado. A mis oídos llegaba el recuerdo
del reventar de olas y sus ocasos donde se perdieron muchas interrogantes. Otros
recuerdos me evocaban patrias de tiempo donde fui muy feliz, no lo supe, pero
entre muchas personas, se me otorgó ese derecho, alguien debía escribir otros
testimonios diferentes a los legados por los maestros de la literatura y, entre
todas mis lecturas, percaté ello en mi primera juventud, cuando leía una y otra
vez voluminosos libros donde no hallaba páginas que correspondieran a un mundo
ideal y real. Salí de la ducha mientras meditaba en ello, en mis miles de
escritos y en todo lo propuesto cuando mis ojos siempre contemplaron un
universo que nadie supo apreciar con precisión, creo que a las personas les
enseñaron a ver la realidad de manera distinta a la mía, porque aún desde mis
experiencias más extremas, mi lucha por existir y ser feliz, se hizo presente
en cada segundo, por el convencimiento que estar vivo es un regalo otorgado que
debe saber ser valorado. Miré mi billetera, no contaba con muchos billetes, era
como todos esos hombres que, sin contar con dinero, podía darse el gusto de
hacerle el amor a 5 muchachas distintas por mes con la salvedad que escribía
sobre ello, para luego volver a mis estudios constantes, perderme en los
misterios no resueltos de lo que somos, en las biografías de los que pasaron
por este mundo conociendo todo lo que debe conocerse para ser un ser humano. En
algún momento la gente se cansa de los aprendizajes, lo supe bien, en algún
momento todo se confunde y tomamos conciencia que es mejor existir desconectado
de todo para poder estar vivo, porque si hacía caso a los medios de
comunicación, estaría perdido, mezclado en la confusión que impide ser felices
a las demás personas, no hay otra forma de ser libre, porque hasta la música
que más me agrada tuve que aprenderla a componer con mi teclado. Si debía
volver a algún escrito para recordar qué es bueno aquí, sin duda volvería tras
mis viejos escritos, no ante los que fueron mis maestros, ellos también
estuvieron perturbados por la gran confusión donde se comprometieron ante
filosofías de la nada o, religiones que concluyen como es siempre en viajes
interiores, astrales, conciencias cósmicas o vesanias que hacen delirar y
malograr los sanos propósitos de la buena salud. Sexo, buena dieta, caminatas
sin saber qué ocurre al alrededor y, pensamientos propios de quien se siente
sin deudas ante nadie, solo ante Dios. Prendí otro cigarrillo, sabía que ella
un día aparecería y sería inevitable decirle que no, La Gran Obra debía
continuar, apenas yo podía decir gracias, mientras echado desnudo sobre mi
cama, veía videos donde muchachas muy bellas se entregaban a los goces de la
carne y, a todo esto, lo llamo: felicidad, sin nada más que agregar.
©Julio
Mauricio Pacheco Polanco
Escritor y
Pensador Libre
Arequipa,
Perú
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