EN PRIMAVERA NO HAY AMOR
De pronto ves
a todas partes y ves que nada ha cambiado, que es mejor avanzar sin rumbo fijo,
fumando un cigarrillo, distrayendo la mirada con la gente que pasa, hasta
detenerse en un café y saber que no hay nada qué esperar. Abrir un libro, cerrar
otro, no creer en todo lo escrito, revisar bien cuántas ediciones o
reescrituras tuvo, pensar en el autor que ignora todo el negocio que se ha
hecho con su obra, saber que él no vive de ese libro con el cual el sello
editorial se está llenando de dinero, que quizá sea un tipo solitario al cual
le ocurre todo e ignora mucho. No hay muchachas para amar, esta guerra nunca
acabará y, no es que uno tenga culpa en algo, creo que todo empezó cuando
decidieron renunciar a ser ellas y les pareció más interesante querer
imitarnos, ser como nosotros. No sé qué razones tengan, muchas aceptaron que en
sus consciencias gobierne yo, y descubrieron la felicidad, para irse contentas
y tener una identidad de varón, alguien que solo satisfacía sus necesidades sin
amar, pero se dedicaron a tener de igual manera sexo y pasó lo que tenía que
pasar: se embarazaron y, todo se les fue a la mierda. Aquí nadie se contenta
con nada. Y todos quieren ser Mesías, pretenden enseñara vivir, ¿no se dan
cuenta que esas poses de sabios solo sirven para el cine? Silencio por doquier
y es agradable como contemplar el cielo de día o de noche y saber que nunca
llegaremos a él. Entonces, ¿para eso he leído toda mi vida?, para saber que
nunca podré ver el mundo desde todo lo alto o, que el universo me será esquivo
siempre sabiendo que tengo consciencia de este, sin que llegue algún día a
recorrerlo. Los que fueron más allá de su mar seguramente vieron realidades
increíbles, solo soy de libros, con los libros no se puede conocer el mundo,
mucho menos los confines del cosmos. Paso por un escaparate de libros, veo lo
mismo de siempre: historias de amor escritas con otras palabras que contienen
la misma trama. Veo textos que se atribuyen la verdad con solo teorías. Calo de
mi cigarrillo y percato que nadie mira a ninguna parte, parecieran estar
dormidos mientras avanzan por la ciudad: una mujer con dos niños de rostro
serio, parece no ser feliz; un hombre de terno nuevo, pero con el rostro
envejecido por el día, no por la edad o los años, ¿un día de mierda?, no sé;
avisos de publicidad que pareciera ser el único que observa y no presta importancia
a lo que dicen; muchos autos, mucha gente; la ciudad parece una cárcel de la
cual nadie desea salir.
He pasado por
una casa donde antes fui feliz por ser un lugar de citas con muchachas alegres.
Abro mi billetera, vaya, pienso, para esto sirve ser un escritor, no poder
pagar por un servicio sexual, ¿conformarme?, habría sido peor el tener que
aguantar a una muchacha que aún no sabe qué es el amor ni cómo es la
existencia. Siempre fui un hombre que hacía el amor sin saber con qué muchachas
lo hacía, alguien a quien le repetían muchos te amo y se entregaban totalmente,
solo querían que las sacara de ese mundo, hasta ahora no entiendo por qué la
gente tiene la errada idea que tengo mucho dinero, ¿esa idea se tiene de los
escritores que han escrito más de 70 libros?
Tengo la
opción de rendirme y quedarme parado para siempre en la vereda y esperar que
pasen los años sin que sea importante retornar o luchar por algo, también tengo
la opción más dura: retornar a casa y creer que aún hay esperanza que, en este
mundo, alguien sea más determinado que yo y, tenga la respuesta que me falta
para convencerme que aún podemos salvar al mundo. Paso de largo del escaparate,
tengo sed, una sed bárbara, mi paladar me pide algo dulce, busco un café,
necesito una Coca Cola, sentarme desde lo alto de un café para contemplar una
plaza, una plaza donde sé, hay personas contemplando al vacío. ¿El pasado son
intentos fallidos para todos? Y si sus pasados solo se basaron en hacer
fortunas. Busco caminos diferentes, soy un ser para el conocimiento que ha
disfrutado de los placeres de la carne hasta el exceso sin haber contraído
ninguna enfermedad del amor ni, haber embarazado a ninguna muchacha, la semana
que viene cumplo 51 años y parezco de 30 años por mi contextura atlética, sin embargo,
eso no me es importante. Subo unas gradas que comunican a los altos de un café
que tienen vista a una plaza donde hay bancas y gente en silencio. Observo que
está vacío el café. A la muchacha que se me acerca para la orden le pido además
un cenicero y un vaso con cubos de hielo. Me he preguntado cómo será sus días,
si durará mucho tiempo en ese trabajo, si en una semana o en un mes, buscará
otra ciudad con mejores oportunidades, o si tal vez se rinda y se dedique al
meretricio. Tantas cosas suelen pasar en un día. Lo difícil para mí es
presentarme, soy todos los libros que he escrito fuera de mis 5,000 escritos en
mis bloggers censurados, creo que es una empresa vana presentarme. Silencio. El
silencio que solo se otorga a los que han vivido mucho. Atardece. No hay nadie
a quien esperar, no hay nadie a quien buscar, a nadie por llamar, nadie a quien
molestar, (lo mismo puedo decir en mi favor de manera inversa), ¿es esto un
privilegio?
Después de
todo, estoy en paz y eso es algo raro de hallar.
Todos nos
olvidamos los nombres de las mujeres que formaron parte de nuestras vidas, nos
olvidamos de sus rostros, de las conversaciones, de los momentos compartidos,
de los buenos orgasmos que se sintieron, de las habitaciones de los hoteles,
del color de sus ojos cuando las penetraba y dominaba, del cómo las tomada con
violencia del cabello para sacudirlas con fuerza hasta que sintieran que sus
cabezas iban a ser desprendidas de sus cuerpos elevados en temperaturas que
solo puede aliviar en momentos de furia cuando supieron qué es el placer.
No es cierto
eso que los hombres nos retiramos del sexo por impotentes, nos retiran a la
fuerza por falta de dinero.
Y casi todas
tienen un precio. ¿Transar con la mafia para volver a no repetir de muchacha al
momento de tener sexo?, no gracias, de allí no se retorna y te exigen sumisión
total, eso que ustedes mal llaman: lealtad. La verdadera lealtad es ante uno
mismo.
La muchacha
trajo el cenicero, el vaso con cubos de hielo, la Coca Cola y se alejó como
quien se aleja sin haber sido trascendente en la vida de uno. Creo que así
somos la mayoría de personas para todos. No creo que sea importante trascender,
tampoco creo en el olvido o la memoria que dejamos los escritores o
intelectuales, todo se vulnera y altera, hasta la biografía de los escritores,
porque sé, en un tiempo cuando no esté aquí, mis escritos no serán los mismos y
otros escritores buscarán la obra maestra con cada libro mío, solo para hacer
negocios y dinero. ¿Debe importarme o preocuparme ello? Alguien está apretando botones
en plena guerra entre Ucrania y Rusia y al mundo tampoco parece importarle y,
eso sí es más relevante.
Pongo unos
cubos de hielo en el vaso, acomodo una servilleta para secarme los labios, echo
el agua de soda y prendo otro cigarrillo. El café donde estoy sentado comunica
a todo el alto de un portal que amuralla la plaza y debe reunir unos 15 cafés
en total, veo poca gente, ¿es la hora?, ¿o es la falta de ganas para perder el
tiempo de esa manera? Mejor dicho, en una sociedad donde educaron a las
personas para hacer dinero, nadie tiene tiempo para llevar mi estilo de vida. Veo
mi celular, he borrado cerca de 10 números de mi agenda, eran de trabajadoras
sexuales, están pidiendo demasiado dinero, ¿me lo piden a mí?, si es así, mala
fama la mía de ser escritor para que se me cobre tanto. Observo otros números
de mujeres con las cuales tuve buen sexo, pero estoy aburrido de hacerles el
amor, pienso en los matrimonios, en lo cansados que deben de estar haciéndoles
el amor todo el tiempo a la misma mujer. Silencio mientras renacen en mí las
ganas de volver a escribir. Será un libro más que nadie leerá. Estos sin
tiempos desesperados donde la gente no sabe lo que es el amor, pero sí la soledad.
Soy precisamente el escritor que no se enamora, en un tiempo donde nadie se
enamora, solo temen a la soledad. Quizá sea el único que prefiera una Coca
Cola, un cigarrillo y, una tarde en un café, a tener que enredarme con una
mujer por temor a la soledad. Si hubiera sido un inexperto, seguramente ahora
estaría padeciendo lo que proponen ahora las mujeres para el amor. Son ellas
las que nos espantan. Son ellas las que me hacen repensar en que no vale la
pena tener una relación de pareja y, reitero, la próxima semana cumplo 51 años,
peino canas, para ser más exacto, tengo pocas amistades, y mínimas
posibilidades para tener pareja, a no ser que repase en todas las que he
descartado para algo decente: ya están corrompidas por la vida, demasiadas
mañas y astucias para querer que yo sea su pasatiempo o peor es nada. De pronto
una voz suplicante está gritando sin que nadie preste atención, salvo yo, es un
varón que desde su celular hace reclamos a una mujer, entiendo esto porque
repite su nombre constantemente. Le ha colgado la llamada. Ha empezado a marcar
su número de celular de manera compulsiva. Perdí la cuenta cuando pasó de las
50 llamadas no contestadas. El tipo lloró. El tipo es un hombre de unos 35
años. Ha ordenado una botella de cerveza para beber en solitario, una tras de
otra, no va a parar de beber. Qué bonito es el amor me digo. Lo curioso de todo
esto es que cuando él ya la haya olvidado, ella le llamará para pedirle que
vuelvan y él que creyó haberla olvidado, volverá. Ha entrado al café una mujer
atractiva, elegantemente vestida, ha sacado de su bolso 9 celulares, esta
historia la conozco muy bien mientras suenan los celulares a la vez y ella
atina a contestar a 5, ingeniándoselas para hablarles con el discurso que le
entiendan, que están los padres de sus hijos a la vez hablándole, los varones
con quienes habla, aceptan ello. Ella se queja, habla con uno por vez, a veces
con los 5 a la vez, por fin ha puesto alta voz, los 6 están conversando, es
demasiado fina pienso, logra que sus 5 amantes le hablen a la vez y se pongan
de acuerdo con ella. De pronto los apaga y suenan los restantes 4 celulares que
estuvieron en espera, se repite el mismo drama. Se cansa de hablar también en
alta voz con ellos, apaga los celulares, les dice que está cansada de ellos. Ha
ordenado un café, ha prendido un cigarrillo. Ha aparecido un hombre de
apariencia adinerada. Percaté que estuvo parado escuchándolo todo antes de
sentarse a su mesa. Se sienta con ella. Están hablando de amor.
Es decir, las
mujeres no quieren hacer el amor conmigo porque creen que soy un escritor
tacaño y, la mujer tiene 10 amantes que encima le pasan dinero. No tiene
importancia, pensé que el útero un día no da para más y dejan de ser útiles los
ovarios, porque una mujer sin útero ya no tiene orgasmos, ¿a dónde van las
hormonas sino al útero para que el orgasmo concluya en concepción? Estamos parejos,
pienso. Sin embargo, no pensé que esto fuera la literatura: ser un espectador
que ahora pasa una mala racha por no tener toda la cantidad de muchachas que
antes tuve.
La felicidad
debe ser otra cosa, como el sentarme a tomar sol en la puerta de mi apartamento
sin ser molestado por nadie y, saber que los cambios que nos imponen no avisan
nunca, solo sirven para destruir vidas, como si fuera una pesadilla sin
retorno.
Me sirvo un
vaso más con mi agua de soda, pero es que a quién carajos le interesa la vida
de los demás, cada quien sabe en lo que se mete y nadie obliga a nadie hacer lo
que hacen. Es una gran demencia carecer de experiencia.
Volteo la
mirada hacia la plaza donde los faroles y sus luminarias empiezan a encenderse.
Ese color de cielo ha visto tantas cosas sin que le haya importado lo que
sintamos. Estamos aquí y a nadie le importa si lloramos o reímos. ¿Qué somos?,
¿seres con consciencia que nadie escucha? Vaya manera de existir para mirar
hacia todas partes y saber que nuestra suerte no tiene protección de nadie.
Me levantó de
la mesa. Vuelvo a ver los números del celular de las mujeres con las que me he
cansado de hacer el amor, no las llamo, pago la cuenta, camino hacia ninguna
parte, es otra forma de llegar a casa.
Las personas
siguen yendo y viniendo. Nadie parece saber qué camino recorrer ni qué buscar.
Derechos
Reservados para
Julio Mauricio
Pacheco Polanco
Escritor y
Pensador Libre
Arequipa,
Perú
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