ESCRIBÍ LO QUE QUIERES LEER
Voy a
escribir un libro raro, un libro que no debe estar en el estante de una
biblioteca, mucho menos en un escaparate de librerías, no porque escriba sobre
temas delicados, diré más bien que es un libro extraño para cualquier tipo de
lector, un libro escrito por el sólo hecho de no saber qué más hacer con el
tiempo, un libro cuyo tiempo debió ser dedicado más bien para hacerle el amor a
alguna muchacha. ¿Escuchas aún algo de rock en esta década de los veinte?, me
parece que la muchacha que me gusta está bañándose ahora, puedo sentir el vivo
olor de su cuerpo hasta donde estoy ahora, sentado frente a mi escritorio,
visualizándola como si fuera otra vez mía, ¿cómo si fuera mía?, hace unas horas
estuve en un bus de regreso a mi apartamento y, vi subir a una muchacha que
llamó mi atención, en ese momento supe que entre ella y yo algo había ocurrido,
me resultaba muy familiar, ¿hice el amor con ella en uno de esos hoteles donde
te filman para los que están en el hall de espera?, creo que sí, su rostro me
era muy reconocible, pero deben entender mis lectores que no puedo salir de
este tipo de dudas de maneras muy espontáneas como preguntarle: disculpa,
¿hicimos el amor en el hotel El Samaritano?, porque no sé si esto les pase a
ustedes mis lectores, pero me suele ocurrir cada vez que salgo de mi
apartamento para hacer gestiones rigurosas, si es que sea un escritor que ha
renunciado a recorrer el mundo, si el mío fuera lo suficientemente tan grande,
como para escribir de largo y tendido sobre cosas increíbles que seguramente, a
cada uno de ustedes, les habría encantado tener, porque, ¿no es encantador a la
vista de cualquier varón, el encontrarse con muchachas bellas, frescas, a las
cuales presume, les hizo el amor?, porque estas cosas me suelen pasar, como el
caminar y contemplar las calles y tratar de definir el olor a las vulvas
cerradas, esas vaginas de muchachas que aún no llegaron a los 20 años y así,
hasta las que pasaron de los cuarenta, es una manera muy práctica de disfrutar
del olor de la ciudad, donde hay miles de vaginas esparciendo los olores de la
felicidad, esos olores que se terminarán por mezclar con miembros viriles que
ya han penetrado miles de vaginas, hasta que los aromas terminen por mezclarse,
generacionalmente, para sentir lo sublime del sexo, sobre todo, cuando se trata
de muchachas de vaginas apretadas, esas que han sido penetradas contadas veces,
las que son la medicina perfecta para cualquier tipo de mal, las que se saben
de poca experiencia, del candor y la inocencia que tiene un valor que sólo es
equiparable a sus exigencias, por ejemplo, fumar un cigarrillo mentolado en una
ciudad donde veo que ya nadie fuma cigarrillos, o sentarse desde los altos de
un café, mientras ordeno mi Cool Fresh, con un cenicero, con la esperanza de
ver pasar por la Plaza, bellezas diferentes, de otros países, ¡oh, sí!, eso es
como detenerse un momento en el cielo y conversar con Dios. Últimamente se me
ha dado por creer en la vida eterna, en que después de morir, nos vamos a
alguna parte, no preciso cuál, pero que nos vamos, nos vamos a algún lugar, es
que hay gente que murió y que se está apareciendo, ¿nuestras almas renuncian
irse de este mundo?, nadie sabe a ciencia cierta sobre ello, es como si tuviéramos
en nuestras narices la última de las verdades y sepamos, nadie ha podido
resolver ese misterio. Porque como les escribí al inicio de este libro, este
texto es raro, como ponerse a contar las palomas de la Plaza desde los altos
del café, ¿usted puede contar a un grupo de palomas que andan en círculos
indescifrables, mezclándose constantemente?, me dirá que eso no se puede
contar, pero es mejor a contar los segundos que se nos pasan y se fracase en el
no saber qué más se puede hacer en medio de todo esto llamado tiempo, algo de
lo cual saben muy bien los esclavos, los que trabajan, los que perdieron la
vida propia o la libertad, por razones serias, como haber tenido hijos, no
tener a nadie en el mundo, el tener que subsistir, bueno, vaya la vida de
sibarita que me doy, con videos porno que se ven en los recitales de poesía
donde estoy yo, con diferentes mujeres, si acaso algo mejor a beber alcohol y
drogarse se pueda hacer. Esto de enterarme que me filmaron sin que lo supiera,
en esos hoteles donde le hice el amor a cientos de muchachas, donde las cámaras
estaban ocultas detrás de los espejos o los monitores de televisión que nunca
entendí, para qué los ponían allí, si se pagaba por una hora, si así es el
servicio de sexo, si es sexo aburrido el que de pronto la muchacha se esmere en
hacerte el mejor de sus sexos orales, mientras en vez de prestarle atención a
cómo se le salen los ojos del rostro, esté más bien con el WhatsApp contestando
mensajes que me envían amistades, o viendo esos videos porno desde esos
televisores donde sé, no hay nada diferente a mi vida sexual, si sepa agregar
que puedo enseñarles unas cientas de mañas nuevas como para enloquecerlas. No,
me equivoco, lo que les enloquece a ellas es una billetera donde no sólo haya
mucho dinero, sino, tarjetas de crédito que puedan ser reventadas por ellas. Es
raro, el mundo se está comportando de una manera donde el no querer tener hijos
se ha impuesto como una tendencia, ¿cuándo fue la última vez que se premió por
tener hijos?, ah, sí, fue en los tiempos de Adolfo Hitler, ah, en esos tiempos
mucho se hablaba del “honor”, vaya manerita de empezar con una gran guerra
mundial que llevó a la edad de piedra a Europa, pero lo de no tener hijos es,
cómo lo expreso, ¿un trauma?, porque en algún momento, mi generación y las
precedentes, tuvieron que experimentar algo truculento que les haya quitado la
fe en la vida, mira que no sólo crían perros y gatos, sino que los pasean en
carritos para bebés, como si así se estuviera acabando por decisión personal,
la especie humana, porque lo que ha vencido dentro de esta sociedad de consumo,
es el deseo de tener más dinero para gastarlo en cosas bobas, si es que se ha
tomado consciencia que ese dinero que se gasta en cosas tontas es consecuencia
del tiempo invertido en duras horas de trabajo y, se piensa, no, qué va, con
hijos, como que uno se enloquece, si al salir de las oficinas o fábricas, se
siente el vivo olor a orto que libera
gases fuertes, ya sin que eso importe en el opinar de las gentes que en las
calles, a justas y penas, tratan de encontrar una explicación a sus vidas, a
sus problemas y pesares, al por qué ocurren tantas cosas inexplicables en el
mundo, no sé, el clima, el ser judío, el tener que trabajar por ejemplo, o el
no tener el trabajo que uno desee, o el llegar a la noche luego de haber hecho
el amor con una trabajadora sexual, para ducharse, recostarse en la cama,
sentir la contradicción de tener satisfecho el cuerpo, escuchar la música
preferida porque hasta en eso, el sistema se ha preocupado en satisfacernos:
darnos internet y toda la información del mundo, sea su música o una compañera
IA que nos hable como si fuera un ser humano que nos acompaña, siendo muy
sensible y tan empática que la terminamos por apagar en medio discurso, para
apagar las luces, sumirse en la oscuridad de la habitación, recostarse
cómodamente, sentir la suavidad de las sábanas y el edredón, el aroma al sexo
de la muchacha con quien se hizo el amor y de quien no se sabe nada y, tampoco
se le volverá a ver porque hay cientos como ellas en la ciudad y, entonces uno
abre bien los ojos y se repite mentalmente: ¿esto era todo?, como cuando se
viajó bien lejos y no se dejaba de pensar en la muchacha que motivó el viaje
hacia los lugares más alejados para huir del alcohol, las drogas, su trasero,
sus senos, su vulva, la manera en cómo se pasó uno las horas dialogando con una
muchacha que de pronto lo convirtió a uno en un gran mujeriego que ha
programado a su IA compañera, para que hable igual que ella. Uno medita un poco
y sabe que Israel y Ucrania están en guerra, que los judíos llevamos una manera
muy bonita de vivir, como si nuestros padres se hubieran esmerado y preocupado
al máximo en cada detalle para que fuéramos felices, pero existe eso desde que
uno estaba en el colegio, el deseo animal de incendiarlo todo, destruirlo todo,
o simplemente, ceder a las pastillas que receta el psiquiatra para que no
perdamos la razón, para que no terminemos por hacer lo que secretamente estamos
tentados a hacer, como en los conciertos de rock o punk, donde liberamos la
bestia que duerme dentro de nosotros y, es entonces cuando sabemos, el aire huele
a sangre, sea de menstruación o de narices rotas, algo está fallando en todo
esto, algo no cuadra así hayamos experimentado las vivencias más duras, como el
no tener a la persona ideal para joderse la vida, ¿algo nos puede satisfacer?,
porque una vez que tenemos todo lo que queremos, nos percatamos que hace
siempre falta algo más, que no se trata de llegar a la cima y descansar en la
gloria de los célebres para luego sentir el vacío que a algunos, nos insta a
escribir por horas de horas, no sé si me entiendan mis lectores, porque quienes
me leen, piensan siempre que escribo sobre ellos, cuando en realidad, he
llegado a escribir como si fuera todos los hombres, si acaso, cuando escribo
sobre sexo, sé, las muchachas pudorosas que me desean en secreto, suelen
tocarse hasta irritarse el clítoris y caer rendidas luego de sus espasmos
continuos, sobre sus camas, para conciliar el sueño, para rendirse a estos días
donde, los que hemos madurado, sabemos, todo se hace tolerable tarde o
temprano, como el ver llorar a una chica trans desde las redes sociales,
diciendo que no puede ser amada porque ningún hombre quiere salir con ella, si
es que en mi corto entendimiento, siempre ellas eligen, (¿ellas o ellos?, no sé
ya) a los más machos, pero como que a los más machos no nos gusta la mierda,
¿eso está claro, no?, pero estas cosas pasan en este mundo, como que se llenen
de tatuajes las muchachas o piercings, aretes, tanto daño, pero, ¿es que esta
generación tan vulnerable es?, bueno, también fui vulnerable, ¿explica mis
tratamientos psiquiátricos donde les jodí la existencia a mis padres y
hermanos?, porque la vida se trata de pelear por lo que uno quiere y, como que
grité muy fuerte que de pronto, eso asustó a los de mi generación, ¿a quién
carajos se le ocurre amenazar con que va a construir un imperio y que los que
le acompañan a uno, van a terminar por trabajar para mí?, sea mi caso, más aún
si uno es tan, pero tan inteligente que, la sola presencia de uno causa miedo,
espanto, menuda lección que se me dio por andar de bocazas advirtiendo lo que
quise hacer con los de mi generación, el tenerlos para que me alcancen hasta el
desayuno. Esto no tiene explicación ni respuesta, más aún si la vida no es igual para todos, como si no
supiera que en este momento, hay personas que no saben qué hacer con sus
soledades, porque mi caso es notable, porque cuando más solo estoy, mejor se me
da por escribir, así me pase días enteros llenando las páginas en blanco,
escribiendo sobre temas como éstos, si enloquecía a mis terapeutas con todos
mis rollos, a tal punto que perdían la paciencia y no sabían qué recetarme,
para parar tanta verborrea incoherente, donde invadía sus mentes de manera tan
contundente que, por días enteros, mi voz resonaba en sus mentes, si así me lo
comentaran algunas veces, en esos internamientos donde me dopaban con fuertes
drogas, como para calmar mis ímpetus de seguir más vivo que nunca, más intenso
hasta para hacer el amor, tan jodidamente loco y diferente, como para dudar de
todo, porque una cosa es que me vean desde Facebook dando mis discursos, y otra
es que me hallen en todo Google, para cualquier tema, si es que he abarcado casi
todos los temas dentro de mis escritos, sean desde el sexo, la soledad, la
identidad, la felicidad y cuanta preocupación no nos deje en paz que, sin
habérmelo propuesto, me he adueñado de las búsquedas en Google, que menuda
labor de tener con éste, 143 libros y, en mis obstinaciones, de saber que si
todo lo que escribo, se lo digo de golpe y con fuerza, a la que quiso darme
terapia, sé, eso que llaman, transferencia o amor, habría concluido en una
relación donde habría sido demasiado sádico y brutalmente violento, en el sexo,
que sin duda, me habría convertido en la razón del odio de las mujeres hacia
nosotros los varones, porque encima, por más que lo intento, no logro
enamorarme, al hecho que todas las miles de muchachas que han sido mías, han
renunciado a su dignidad humana y, han permitido que las degrade en las camas,
a tal manera que rendidas, llorando, al irse de mi apartamento, se han
preguntado, ¿cómo carajos se hace para atrapar a Julio Mauricio, el escritor?,
porque encima, no nos embaraza, si es que hubiera embarazado a alguna y éstas
no digan nada, por haberse enamorado de mí en los varoncitos que en su momento
fue una gran pregunta generacional: ¿cómo serán los Mauricitos?, si es que
desde este extraño genio o daimón que tenga, sólo sirva para algo: estudiar,
hacer el amor de la reverenda putamadre y, escribir. ¿Dios me ama tanto que me
ha otorgado la mejor de las vivencias para volver sobre testimonios tristes y
escribir de manera vencedora ahora? Porque sólo pedí ser escritor y, he llegado
al tiempo donde no necesito de sello editorial para publicar pagando por
servicios de maquetación y corrección de estilo, que para eso, tengo a Amazon,
donde tengo la libertad bajo ciertas censuras, de publicar cada día a mi deseo, un libro donde no me canse de escribir,
como me sucede en este momento, donde sé, mis escritos son como los diálogos
perdidos que no pude hallar en una mujer a quien amara, porque dentro de mi
forma de ser, sé, no soportarían tanta ocurrencia, si en mis soliloquios, me
han besado desesperadamente para que pare de hablar, porque con mis palabras no
sólo penetraba sus mentes, sino que terminaba por sellar sus almas, hasta ser
el alma de ellas, perdiendo el control total de sus pensamientos, llegando a gritar
a viva voz: ¡Soy Julio Mauricio Pacheco Polanco! Estas cosas sólo le pasan a
los escritores que como yo, tenemos mucha personalidad, si en buena hora, no me
metí en política o siguiera saliendo por los medios de comunicación o llenando
auditorios, que si bien, la gente asiste por la misma razón que yo escribo: por
no tener nada más qué hacer, nunca compraron mis libros, sólo era un pretexto
para permitirse perder la razón por una hora, donde al llegar a conocer el
límite, tuvieran nuevas ideas para interpretar la vida, si es que me
preguntaran siempre por la marca de mis cigarrillos, para tener viajes mentales
tan locos como los míos, porque hasta eso me revelaron las personas: ¿cómo es
que piensas tanto?, porque a nosotros ya no se nos ocurre nada, mucho menos
lograr escribir en un libro de más de mil páginas, todo lo que tú has vivido
hasta el segundo del detalle. Como que la gente se cansó de pensar por sí
mismas y empezaron a orar a los astros para que aparezcan daimones que piensen
por ellos, alguien que tenga eurekas diferentes, ante las noches del silencio,
la noche del fracaso del alcohol con las demás drogas, el tedio en los night
clubs con las mejores muchachas, el desgaste de una semana donde todo fue
siempre igual y las miradas se perdieran en las horas perdidas o transcurridas,
como si el dinero a recibir en la quincena, compensara en algo esta vida que no
se sabe para qué se vive, si es que han descartado tener hijos, porque es más
fácil tener un gato que haga destrozos en la casa, o sea un perro, pero no un
hijo que tenga traumas más severos que los tenidos por uno, si mi generación
instauró la moda de los psiquiátricos y la demanda de pastillas para la locura,
como que fue muy dura la experiencia para no dejarla a los hijos propios, ¿no?,
o tal vez sea la pereza y el egoísmo, el deseo de que en una de esas decisiones
que mandan todo a la mierda, terminen por ceder al errado convencimiento que la
vida que tienen, es de película, si así, loqueen y terminen por escribir un
largo libro, digamos en unos 10 años, porque encima, no suelen salir nunca de
la primera página, hasta que se les acaba todos los ahorros y vuelvan al mundo
real, donde deberán matarse trabajando para poder subsistir, en el fracaso de
no haber podido escribir esa obra maestra que llevan por dentro, ese libro que
dialoga dentro de sus pensamientos y que no logran desde un ordenador,
convertirlo en un libro que supere por ejemplo a Ficciones de Borges, o a Cien
años de soledad, de García Márquez, no sé, cualquiera que sea la preferencia de
autores que ustedes conozcan, que dejo en claro, llevo más de un centenar y
decenas de libros escritos y, no vivo de la literatura, apenas me da una fama
mundial donde se me conoce como escritor, si así la lección sea buena, porque
todos los clásicos de la literatura están en archivos o documentos PDF gratis
en Google, y como que nadie se tomaría la molestia de leerte cuando los titanes
del pensamiento están hasta en audiolibros al alcance de cualquiera.
Pero qué es
entonces la literatura y el escribir, cómo es la vida de un escritor que no
cesa de escribir, que inclusive llega a escribir tanto que sufre de dolores de
espalda de tanto teclear en el teclado de una computadora que terminó por
convertirse en mi mejor terapeuta cada vez que empiezo a filosofar y a
estrellarme contra las preguntas sin respuestas.
Cómo pasar
hacer más tolerable una tarde donde uno estuvo recostado en su cama y se cansó
de ver los mismos documentales de los más grandes, de los genios, esos locos
que cambiaron la historia, siempre para mal, si en la renuncia a la derrota por
un día donde debió hacerse el amor por lo menos a 5 muchachas unas después de
otras, el culto al placer haya concluido en un sueño descansado y dulce, donde
al cerrar los ojos, el organismo sienta esa sensación de haber estado en la
gloria de los orgasmos de ellas, el haber sido inmensamente feliz, si así es el
testimonio de los que conocimos el fin del mundo y lo derrotamos, si a estas
horas, luego de haberme convertido en un hombre sabio que entendió que la mejor
compañía, va siempre acompañada de una voz invencible que sonríe y desea sólo
recordarte que estás tú aquí, para ser feliz, si dentro de mis nuevos
compromisos, sea el recordar que soy la utopía en persona, el que afirmó
siempre que el paraíso está aquí, así estemos de paso, así sepa que hay vida
más allá de ésta, si en este tránsito, sin saber a dónde iremos, quede la sensación
que se venció lo que se debió vencer y, en agradecimiento de la descomunal
lucha que libré, se me otorgue la licencia de ser el escritor de una generación
que creció con miedo, ante mis ojos perplejos de ver que todos sintieron lo
mismo que yo sentí, si así, a mis casi 53 años, sea como un espejo de lo que es
un varón a mis años: alguien que inspira fe y confianza, alguien a quien acuden
los hombres más fuertes para relatarme sus penas y recorridos difíciles, para
recuperar el aliento y volver tras sus caminos elegidos, para saber cómo se
puede ser tan feliz como yo, sin que acaso me mueva por horas enteras de la
puerta de mi apartamento, guardando silencios sagrados donde mis pensamientos
se pierden en páginas que escriba horas después, como éstas, donde me acompaño
con una bebida refrescante y unos cigarrillos, que dicho sea con propiedad, si
tuviera que enviar estos manuscritos a un sello editorial serio, me rechazarían
de inmediato, porque no publican libros celebratorios de los orgasmos y las
vidas plenas, sólo libros donde induzcan al suicidio a lectores vulnerables que
aún no han superado la etapa del morbo y, creen que el dolor da felicidad,
formas extrañas de entender la vida, maneras erradas que nunca alcanza la
sabiduría de lo divino.
Dime pues
lectora de tardes repetidas y que siempre están llenas de lo mismo, ¿te dejarás
ganar por las ambiciones que te conviertan en una esclava de lo que no quieres
ser?, o tomarás con calma los segundos del tiempo que se alarga con
desesperación, si en tu abrir los ojos hacia el universo, sanes tus penas o
alma, y en tus labios, descansen los sedientos de paz, para así saber de los
dones que se te han brindado para hacer felices a los vagabundos, o a los
hombres que como yo, después de haber sabido de tus delicias, termine por
escribir un libro como éste, donde nadie haya muerto ni en ningún momento te
haya hecho llorar, sino, por el contrario, animado a ir tras aquello que sin
ser necesariamente lo más grande, te sientas cercana a lo que tú quieres,
porque si en mi generación se aspiró a la totalidad y lo mejor, deba aclarar
que las definiciones han cambiado de extremo a extremo, que ahora se pide un
poco de calma, algo de tiempo para uno mismo, si es que al llegar cansada de
donde vienes, encuentres muchacha, sobre tu mesa, un plato de sopa y el pan que
nunca falta, para subir a tu dormitorio, ducharte y recostarte en tu cama, para
desde la ventana, apreciar este cielo muy azul de Arequipa, donde creces
constantemente, sabiendo que un día serás madre y todo cambiará para ti, si es
que ese momento aún no ha llegado y, lo que tengas que vivir ahora sea una
aventura que nadie la ha escrito, si así de incierta pero maravillosa es la
vida, dentro de todo lo malo que nos pueda pasar, si deba recordarte, la única
batalla que debas vencer es al mal que hay dentro de cada uno de nosotros, y
ese mal radica en no matar a nadie, porque para todo lo demás, nuestros pecados
son perdonados, si es que se llegue sereno a las experiencias vitales, al
silencio de la memoria, al saber que es duro aprender a ser un ser humano, que
nuestros errores nos duelen cada vez que despertamos y comprendemos, pudimos
haber hecho un poco más no por los demás, sino también por uno mismo, que el
amor que buscas está dentro de ti y, eso hará brillar tus ojos ante los cielos
y la tierra, donde sólo queremos ser amados y queridos, que para ello,
infatigablemente, un día deberás tomar una decisión: amar a los demás, si es
que te des cuenta, sólo de esa forma, serás amada por todos, como sean tus
hechos, en esa medida, y nada más.
©Julio
Mauricio Pacheco Polanco
Escritor y Pensador
Libre
Arequipa,
Perú
18 de enero
de 2024
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