SI LLEGARA A LOS CUARENTA




Él prendió un cigarro, se estiró sobre la cama, ella esperaba que él dijera precisamente eso, pero no dijo nada, sólo fumaba su cigarrillo mientras encendía el celular.

Que cuántas veces le pasaba esto a ella, iba con 5 esa semana, intento tras intento, ¿era la soledad?, ¿el miedo a quedarse sola?, ¿y si se embarazara de una vez y por todas?, no, eso sería el final de su vida, lo había visto en sus demás compañeras de universidad, gordas, con el cuerpo cambiado, notablemente, recibiendo una pensión de alimentos, yendo hasta al baño a defecar con un bebé de 2 meses al que no podía dejar solo.

Tomó lo que quedaba de la cerveza puesta sobre la mesa de noche, ¿quieres? Él no contestaba, fumaba su cigarro como esperando el momento para irse sin dar una explicación, dejar una promesa. Se volteó, tenía el rostro de los que quieren irse lo más rápido posible. ¿Estuvo bueno, no? Ella guardó silencio, no le quedaba moral alguna para decirle, ¿es que soy un objeto para ti?, ¿crees que puedes hacerme el amor y marcharte como si nada hubiera pasado entre los dos?, pero es que en realidad, fue ella quien le sedujo, él consideró que le estaba haciendo un favor, no, ella no podía aspirar a creer que estaría de pareja con el galán de la ciudad, se sentía como muchas: una chica más. ¿Quieres que te prepare algo de comer? Se levantó de la cama, cogió su jean azul, su camisa a rayas blanca, buscó los borceguíes, demonios que el sexo estuvo bueno, ella sabía hacer el amor, pero sólo para eso servía, para tener sexo, qué más puede aportar una muchacha que terminó Filosofía y que se ha acostado con media ciudad, guardando la esperanza de tener pareja. Ya vas cuatro años estando sola. No encontraba los borceguíes, la habitación había sido desordenada totalmente, era un caos. Sus ojos le brillaron de golpe, le estaba preguntando por el tiempo en que estaba sin pareja, ¿quizás el sexo fue tan bueno que él se decidía por estar con ella? Olvídalo, pasamos de los 20 años, a nuestra edad, todo lo que sabemos del sexo, lo hacemos en toda una noche, ¿sabes que eso no es suficiente para el amor?, no, no podía decirle eso, sería una manera poco elegante de decirle adiós. Debo marcharme, había hallado sus borceguíes, pasó por el espejo para arreglarse, peinarse con el cepillo para el cabello de ella. Sí, estuvo bueno, te felicito, debes tener muchos muchachos perdidamente enamorados de ti. Ella entonces estupefacta dijo con cierta cólera en espera a algo más con su: ¿Y?, una interrogante que parecía querer decir muchas cosas que se quedaban flotando en esa atmósfera donde creyó respirar amor, consuelo, el final de su soledad, el haberle hablado tanto sobre la vida, sobre los titanes del pensamiento. Él no dijo nada, nada de lo que ella esperó escuchar, apenas un: te veo después. Y se marchó de la habitación alquilada que tenía una ventana con vista a unas montañas donde algunas vacas pastaban, entre el sentir del ladrar de unos perros y una posible llovizna. Y así de simple se fue.

20 años y estaba aterrada, 5 amantes en una semana, peor, qué le estaba pasando, ¿era una severa crisis?, ¿así es la vida a partir de los 20 años?, se tomó de un trago lo que quedó de cerveza en la botella, estaba desnuda, con el cabello suelto y largo, mirándose al espejo, contemplando el vacío de las horas que le gritaban: ¡estás sola, te estás haciendo vieja, estás sola! Pensó que ser hombre era lo más fácil del mundo, que debió haber nacido hombre, o que como la vida había cambiado tanto, podía operarse y cambiarse de sexo. ¡Rayos, eso era un disparate, cómo una intelectual podía pensar en cosas tan aberrantes y autodestructivas! No supo qué hacer, de pronto se orinó sobre sí misma, estaba destruida por dentro, era mejor orinarse que volver a la ciudad y tirarse del puente donde van a dar quienes sienten que nadie les quiere. Esa foto en el espejo, los candados dejados en el balaustre del puente con vista al río, las promesas de amor que debieron cumplirse, eran cientos de candados, para ser exactos, 12 de ella, 12 intentos de sentir amor para siempre, de quedarse con alguien y crecer en pareja, tener hijos, el trabajo que ella ya tiene, volver al hogar luego de un arduo día de labores, ser recibida por niños sudorosos que habían hecho un desastre la casa, sentir el olor a comida que salía de una indudable cocina donde debía estar su esposo, el padre de sus hijos que, siendo un hombre moderno, llegaba del trabajo y calentaba la cena para todos, que recogía los niños de la guardería y les atendía en su aseo personal, en cuidarles que no se hicieran daño, pero carajos, ¿era una muchacha destinada a ser usada por muchachos alfa que sólo la querían para el sexo?, ¿debía volver a pedir un cambio de ciudad en su trabajo para empezar de nuevo lejos, en otra parte, donde no cometiera los errores que tuvo donde está? Deben pensar que soy una cualquiera. Y estuvo tentada a cortarse el cabello, cogió unos mechones, tenía las tijeras en las manos, ¡no!, ese sería el final total, cortarse a girones el cabello sólo confirmaría su desesperación extrema por querer tener pareja a como sea y con quien sea.

El celular sonó, era su mejor amiga. ¿Y?, también se escuchó desde el otro lado. Le colgó, abrió del cajón del ropero un cajón para sacar una cajita de lata, así remediaba los momentos de crisis donde no tenía razón alguna para quedarse en este mundo. Sus ojos se perdían entre cientos de libros que estudió precozmente y la señalaron como una brillante pensadora. Con la tijera surcó una línea sobre la mesa de noche, esnifó la cocaína, como un golpe seco interno la sacudió para sentirse nueva, sin embargo sus manos temblorosas se acercaban a los cigarrillos dejados por él, estaba a punto de perderlo todo, le había consentido fumar, había luchado al momento de tener sexo con él, por sentir ese olor a cigarrillos que le recordaron su pasado de fumadora, sus manos temblorosas sacaron de la cajetilla uno, la ansiedad fue intensa mientras lo encendía y le daba una bocanada, que le hicieron sentir un sabor extraño a papel quemado, sin embargo, dentro de su derrota, sentía que todo estaba mejor, vaya que la cocaína no era tan buena, ya está, fumaba de nuevo, el olor de su cuerpo cambiaría otra vez, su perfume se mezclaría con aroma a tabaco, como su ropa, la ducha, estaba desnuda, orinada sobre sí misma, así se castigaba cada vez que no podía retener a un hombre con sus técnicas avanzadas de kamasutra, para lo que sirve el sexo, pensó, no la relajaba en nada, ella buscaba otra cosa, no placer, buscaba compañía, estaba decidido, debía ya pedir su traslado a una ciudad donde nadie la conociera, se había terminado por convertir en la muchacha fácil donde no quedaba varón que no hubiera hecho el amor con ella.

Pero qué se puede entonces hacer todo un sábado en una ciudad donde el día empieza con frío, y los ojos de las señoras no decentes, que para ser señoras, hay que ser bien putas, sino, no son señoras, que esos ojos, la miraban como a una mujer que se igualaba en esos records de amantes comunes a las que están negadas para el amor de pareja. Que eso te pasó por muy putita y no saber pensar bien, por regalada y facilona, ¿pero qué pensaste de la vida?, ¿creías que aún estabas en esos tiempos donde sólo con sexo podías atrapar a los hombres?, mira que ni con niños logran atraparlos, esos pensamientos que afloraban en su mente, porque en realidad, sólo eran ojos compasivos, ojos de mujeres maduras que entre reír o llorar, pasaban por lo mismo, por la soledad, la carencia de amantes que se entregaran de lleno como cuando se ama por primera vez. No, hoy en día, no existen varones de 20 años que se echen a perder en el alcohol u otras drogas por males de amor, ya nadie se tatúa, mucho menos están a medianoche, haciendo la guardia por celos infundados, ¡cómo han cambiado los tiempos muchacha!, porque desde que los lupanares se hicieron oficiales, las necesidades de los solterones hallaron solución, entre noches donde se debía decidir: ¿estar con una compañera de trabajo, o irse de putas y pasarla muy bien? El sexo estaba al alcance de cualquiera, pero el amor, eso, el amor, como que sonaba a algo muy anticuado o fuera de época, propio para los púberes que aún creen en las palabras que no volverán a ser dichas. Hija, te hará bien un mate, ven, pasa, soy vieja y podría ser tu madre, está haciendo frío, tengo un caldo de gallo bien caliente, te reanimará. Era su vecina de enfrente, la que estuvo atenta a lo ocurrido desde que fue lunes hasta el pasado viernes, donde hizo el amor con un hombre distinto por cada noche. ¡No seas sonsa!, cóbrales. Ella probó del caldo de gallo mientras se quedó pasmada por lo que escuchaba, ¿cobrarles?, pero, ¿eso no es ser puta? Niña, que todas cobran, unas antes otras después, ¡bien sonsa eres!, pensando en tener compañero de vida, creyendo en cuentos de hadas, mira no más a todas las señoras del barrio, ninguna quiere saber nada de sus maridos, los botan apenas llega el fin de semana, para poder dormir a pierna suelta, deseando que estos aparezcan finalizado el domingo, ¿sabes lo que haríamos por tener tu libertad?, ¡la juventud en nosotras las mujeres es algo que se pasa rápido!, cóbrales, no seas sonsa, se comenta que eres muy buena haciendo el amor, ¡debes sacar provecho del arte que tienes entre las piernas! Pero cómo le decía o hacía entender que ella era una intelectual, no una cualquiera que cobraba por tener sexo con hombres que ganaban menos que ella. No le hizo caso, se tomó el caldo que estuvo muy bueno y luego del abrazo respectivo, esos abrazos solidarios que se dan entre mujeres, llorando como desconsoladas muchachas que sienten que el mundo se ha partido en un millón de pedazos, se sentaron a la mesa del patio, para pelar papas, preparar carnes, hacer la leña al fuego y, escuchar viejas historias de cuando el amor fue una moda que devolvió la fe a todo un mundo en el que era necesario amar, para que no desapareciera la especie humana, esa misma especie que ahora se dedica a criar perros o gatos, por no querer tener hijos. Y entonces las cervezas iban y venían, como las demás comadres, que se sentaban en círculo, fumando cigarros raros, tomando cerveza, cantando viejas canciones de voces mayores, riéndose algunas con los contados dientes que tenían, metiendo la mano a las viandas donde había mote, maíz, trozos de cerdo, cordero, res, o gallina. ¿Ves que es fácil la vida, mi niña? Así voy a terminar por engordar, sentenció ella, mientras el vivo olor a leña, les embriagaba con la bebida y las canciones con que relataban sus épocas doradas, cuando alguna vez fueron amadas, hasta que se convirtieron en la perdición de los hombres. Que aquí todas cobramos alguna vez, fuera por necesidad o vicio, es un oficio por el cual hasta las doñas de la ciudad han pasado, sea por fantasía o derecho a querer saber qué se siente ser sucias, putas, proscritas ante los ojos hipócritas de la gente que se hace llamar decente y de las que nos reímos todos. Pero no necesito dinero. Lo que tú necesitas es encerrarte de una vez y por todas con unos veinte muchachos para que sepas realmente qué es bueno y aprendas a perder esa cojuda vergüenza que no sirve de nada. Esas risas desenfrenadas donde las mujeres presentes hacían brindis por recuerdos relacionados a esas encerronas con tantos hombres las hizo rejuvenecer, como si otra vez tuvieran 20 años. ¡Abortas no más mi niña!, que el médico del barrio sabe bien su oficio y aquí a nadie le interesa de su labor ni de las que le visitan, te haces problemas por nada, lo mejor es quedarse sola, sin hijos, con tu propio trabajo y sin rendirle cuentas a ningún viejo amargado e impotente que sólo sirve para beber y drogarse. ¡Pensando en bobadas!, querer tener una familia y un esposo, mira que después te pegan y te llenan de hijos y allí vas a ver cómo se te acaba la vida, cómo es en realidad la existencia que no te han explicado bien esos libros con los que has llenado tu habitación, ¡tanto libro no te ha servido de nada, muchachita lectora!, debes saber que llegada una edad, el sexo ya no es importante, sino, míralos a sus 20 años, sin deseos de repetir de muchacha, hasta que llegan a los 30 años y empiezan a usar viagra, si es que viven solos y tienen costumbres de caballeros, ¿o tú crees que nos dejarían ahora nuestros maridos ser libres como lo somos ahora?, ¡mira estas canas, fueron provocadas por los gandules de nuestros hijos que se fueron y hasta ahora no sabemos nada de ellos!, la vida es para buscar placeres cuando otros se van, total, nos tenemos entre nosotras para reírnos, porque si hay algo que nunca se acaba, es la cerveza, niña mía. ¿Y ellos, es decir, sus esposos? Las risas fueron mayores de las señoras presentes. Te lo diremos de manera literal: ¿y a qué chucha les importan!, y se rieron con más fuerza, que están bebiendo entre ellos, contándose las mismas historias de siempre, entre pantalones orinados de tanto trago y orinada en zigzag, creyendo ser felices y, si no lo sabes, lo son, porque es lo único que nos ha quedado de tanto leer, ver cine, hacer el amor, trabajar, haber criado hijos, y estar ahora tan solos y solas como tú, ¡los hombres a beber con los hombres y las mujeres, a comer y beber con las mujeres!, no te vayas todavía de esta ciudad, hay un muchachito con retardo vivencial que pregunta por ti, por supuesto que no sabe nada de tus libertades sexuales, pero creo que si buscas matrimonio, ése es el que te conviene, es bien calladito no más, fácil de manejar, buen muchacho, es la tristeza de sus padres por no ser despabilado como los demás de su generación, eres lo que él necesita, una muchacha ardiente que le quite el miedo a las mujeres y la impotencia que lo ha convertido en un onanista, ¡cásate con él!, que para todos hay, sus padres te lo van a agradecer y nadie tiene porqué enterarse de todo lo zamarra que eres, porque eso forma parte de la vida. ¿Y cómo sé que me irá bien con él? Pero que eres bien sonsa, ¿no?, todos los hombres terminan por ser unos maestros en la cama, ese muchachito de 20 años será todo un campeón en los lechos del placer, con todo lo que le enseñes, encima es bien trabajador, con propiedades y tierras qué administrar, lo quieren casadito sus padres, pero ya, porque quieren ver correr nietos por sus patios enormes que ahora están llenos de silencio, mucho orden y melancolía. ¿Y qué, así se arreglan estas cosas? Siempre fue así mi niña, que se viene la fiesta del barrio con cruz y misa, esa noche te lo presentamos y verás que cae rendido a tus encantos porque encima le gustas, ¿no te estamos diciendo que le gustas?, ¡bien zorrona eres! Pero eso sí, después no te quejes de lo que demanda ser esposa y madre, que para eso tu suegra te enseñará lo que ignoras, no hay duda, esto es una ley, lo tienes todo y quieres lo más difícil, ser esposa y madre, sino hemos sido nosotras así alguna vez, pero que en marcha lo pondrás, dentro de las costumbres de aquí, un mes entero de sexo continuo y luego te embarazas y él se alegra como todos los padres primerizos, con fiesta de rompe y rajas, matrimonio por la ley del hombre y de Dios y, a hacerse de una familia y de oídos para escuchar a su madre que ella le ha criado y sabe cómo debes tratarle a él, la indicada eres tú, si ya está conversadito todo esto y hasta arreglado desde hace tiempo, tú lo has decidido, después no tendrás tiempo ni para quejarte.

Al llegar la noche, luego de una borrachera que empezó con una crisis existencial, para finalizar hasta con los nombres de los 8 hijos que se le antojó tener con el prometido de quien estaba avisada, hizo el trato que todas las mujeres hacen, ir al puente del río para sentir el silencio de las calles donde iban y venían muchachos bebedores, y leer lo que estaba escrito en el arco de inicio con letras grabadas sobre la roca: “si llegara a los 40 años”, si acaso, ese era su gran temor, llegar sola y sin hijos, sin vida propia, a la entrada de otros atardeceres en los que la tristeza sería tan insoportable, como una mesa llena de platos deliciosos, obtenidos con el dinero de su trabajo, pero sin compañía alguna, pensó entonces que así eran las costumbres donde fue a vivir, que desde que puso un pie en la ciudad, ya hubo planes para ella, que no se quedaría sola, que le dieron libertades como para hacer lazos amicales sólidos, y como para ser bien recibida, por ser trabajadora, culta y, extrañamente loca, diferente en el buen sentido de la palabra: el querer tener una familia, si las perdidas andan de putas y sin querer tener hijos, si lo hizo saber desde siempre, ella quería un compañero para darle hijos, no ser una puta llena de dinero, una chica más, de esas que crían perros o gatos, de las que van de ciudad en ciudad, buscando un hombre para amar y, para vencer esa soledad que nos es común a todos, que así desde la historia de ella, señale lo que elegimos las personas, tanto nosotros los varones, como las mujeres, que en lo propuesto, el mundo escucha y se pone de acuerdo, para ayudarte a realizar tus sueños, sin conspiraciones algunas.

 

©Julio Mauricio Pacheco Polanco

Escritor y Pensador Libre

Arequipa, Perú

 

19 de enero de 2024

 




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