EL HOMBRE QUE DERROTÓ A DIOS

 

 

 




 

 

 

 

 

Si es cierto el Génesis, si alguna vez existió El Paraíso y, Adán como Eva, no tuvieron vergüenza de estar desnudos y, convivieron con bestias, en perfecta armonía, si Dios percató que no era bueno que el hombre estuviera solo y, si se afirma que cuando probaron del fruto prohibido, (si es que en ninguna parte de la Biblia, se menciona a la manzana, como el fruto prohibido), por tanto, adquiriendo el conocimiento de la ciencia del bien y del mal, ¿qué hizo que Adán y Eva sintieran pudor y usaran taparrabos?, porque ante Dios sintieron culpa, eso que llama la Iglesia Católica como: el pecado original, si el hombre y la mujer fueron creados para la procreación y, en esto, nada de culpa podía existir.

En un estudio amplio de los “hibris”, término que significa: sabio, y que fue muy usado entre los griegos, en relación a la trasgresión de lo aceptado por sus dioses, mucho antes de la era de Jesús, quizá remontándose al saber de los egipcios o hasta los sumerios, desde donde los “hibridos”, mencionados como seres que, fueron producto de la cópula de los ángeles y los seres humanos, dando en consecuencia, lo que los científicos y arqueólogos ocultan: los gigantes, como las creaturas mitológicas, siendo este saber practicado por los antiguos tibetanos, quienes cruzaban seres de diferentes características, para obtener toros con pelaje para sus trajes, fuerza superior a los caballos y, carnes abundantes para alimentarse, deba hablar de las novedades de los antiguos turcos que recorrían toda Asia, desde los confines de Japón, hasta hacer tratos con los que dominaron la ruta de la seda, llegando en su momentos a hacer tratos con judíos y luego, éstos con fenicios, para proveer desde el Mediterráneo, a toda Europa, con las especies que fueron usadas, para sanar enfermedades que, cuando apareciera la peste, ningún efecto saludable produjeran éstas, de éstas antiguas caravanas donde, sus integrantes, supieron hacer tratos y trueques con los mongoles, los chinos, los coreanos y japoneses, hasta los persas que en sus orígenes fueran sumerios, arcadios, asirios, cananeos, egipcios, babilónicos y judíos, estando enterados de los prodigios que se sucedían en cada región, si deba remitirme al compartir las primeras ciencias, como el amalgamaren, cuya relación tiene mucho que ver con la naturaleza de los ángeles, los gigantes, o los dioses con formas humanas, mezcladas con bestias feroces, desde los orígenes de las civilizaciones, en celoso conocimiento que era propio de los sacerdotes, para formar creaturas sabias que estuvieran destinadas a gobernar imperios, bajo cualidades asombrosas y muy superiores a las normales, las propias de los hombres, quienes abocados a rendir culto, en un momento de la historia donde estaba permitido, en los altares de sacrificios humanos, entregar a los mejores, para que fueran devorados por estos seres proclamados como dioses vivientes, a imposición de la clase sacerdotal, con el fin de imponer un orden, cuando el hombre dejó de ser nómade o errante y, aparecieron las primeras ciudades que, debían tener leyes, para poder ser gobernadas, bajo el precepto de la convivencia social, según los Códigos de Hammurabi, primera Constitución donde, se estipulaba el cómo debía ser esta convivencia.

De otras eras anteriores, basado en escritos de Aristóteles o sus discípulos, en la Constitución de los atenienses, queda el legado que está en Museos de Gran Bretaña, usanza de costumbres y registros históricos, desde donde los arcadios acusaran a los sumerios, ser dueños de este mundo, por ser éstos anteriores a la Luna, si escrito está para los eruditos, en el griego culto, de los aristócratas, siendo esto de saber no sólo de Sócrates o Platón, sino de los presocráticos, contemporáneos a los dioses egipcios, seres o creaturas hibridas, con fuerzas e intelectos superiores a los hombres normales, quienes en la ignorancia de lo asombroso, les rendían o veneraban culto, por creerle sus dioses.

Porque no siempre existió el Sol, o no siempre la Luna se asomó por las noches en nuestros cielos y, pertenecemos a una era donde el tiempo recién existe, si los textos sagrados se basen a partir del primer día en que apareció la luz o el Sol, si antes de esa era, otros dioses gobernaron un mundo perfecto, donde la muerte no existía, si es que a razón de ello, los esfuerzos de los nuevos dioses se basaran en Mesías que debían demostrar la resurrección, con fracasos notables, con enseñanzas que no son aplicables a la condición humana y, con sabidurías que no se adaptan a una naturaleza humana que fue alterada desde entonces, por las fuerzas del Sol y la Luna, como del tiempo.

Un cielo intenso púrpura era reconocido como la eternidad y, nadie pensó jamás que ese orden sería alterado, que alguien pensara en eso llamado muerte o vejez, porque el mundo era perfecto, entre quimeras o creaturas extraordinarias, que pocas veces se procreaban, no por instintos sexuales, deba decirse, por poblar un mundo que era bueno, si a eso se le llamó tinieblas en el Génesis, quedando como maldición de ese quebrantamiento de un buen orden, el hecho que, se corrompieran las creaturas en este mundo, sean los seres humanos, híbridos no producto de la evolución, sino de todo un conjunto de seres existentes, hasta tener la naturaleza con la que contamos hoy en día.

El dios de la muerte desde entonces empezaría a gobernar este lado del universo, imponiendo el tiempo como medida para toda vida, como los placeres de la carne como fin, para no extinguirse el ser humano de un mundo, que debe seguir poblado, porque cuando el homo sapiens, recupere su original lucidez e inteligencia, en el retorno a esa noche eterna, donde el tiempo no exista, ni los placeres de la carne, sólo un cielo de intenso púrpura, como es en otros lados del universo, donde las prédicas de los maestros ascendidos o Mesías, correspondan a lo que en sus orígenes fueron los preceptos fáciles de seguir, podremos afirmar que hemos recuperado nuestra verdadera naturaleza y auténtica libertad.

¿Por qué el ser humano tiene consciencia de la eternidad o busca la inmortalidad?, ¿tiene relación esto con algún pasado codificado en nuestro ADN, donde nos remonte a tiempos primigenios? Puedo así, afirmar que, hubo una era sin tiempo, donde el Sol y la Luna no existió, donde los placeres sexuales fueron desconocidos y, hubo una alteración genética en nosotros, si esto explique el defecto del perineo que hay tanto en varones como mujeres, como trabajo mal acabado, precisamente en los aparatos sexuales masculinos y femeninos, si esto nos conlleve a mentalidades diferentes a lo que fuimos en un origen, si hablo de una eternidad donde el deseo no existió y, no fue necesaria la procreación, siendo la naturaleza de los seres en ese entonces, pacífica como agradecida, ante un estar de vida desde el que el conocimiento fue encaminado hacia el bien, dentro de todas las probabilidades que tuvieron que existir, para que surgiera el dios de la muerte y, creara a un varón y a una mujer, como al deseo sexual, imposible de ser reprimido o resistido, para que se procrearan y poblaran este mundo. Estoy hablando del deseo sexual impuesto por el dios de la muerte, el dios que gobierna en esta era donde impuso el tiempo para todos, o casi todos, a excepción de las montañas y mares, en medio de climas enloquecidos, donde cada vez que el ser humano alcanza la paz y, predica que halló su paraíso, un cataclismo se opone a sus planes para enloquecerles e ir tras nuevas tierras a poblar, si esto explique las invasiones y las guerras, los saqueos o la fuerza de la testosterona como de las feromonas, tanto en varones como mujeres, siendo necesario el alimento para poder subsistir, si niegue que hubiera existido el paleolítico, donde los científicos afirman que el neandertal fue errante y cazador como recolector, por cerca de doscientos cincuenta mil años, hasta que otro homínido superior lo desplazara de este mundo, para que surgiera un homo sapiens sumiso, siempre adorando y venerando a creaturas que, autoproclamándose como dioses, les obligaran a labores arduas, algo que ahora es llamado sistema y, que en su principio fue la única manera de interpretar la existencia y sobrellevarla.

Dude mucho mi lector si es que en realidad, el dios que nos protege sea bueno y misericordioso, porque está claro que es un dios que impone la muerte, para alimentarse de la energía en descomposición de nuestros cuerpos, sin piedad alguna por esos sentimientos que son superiores a la razón o el intelecto, entre locuras propias de seres que han visto el destino de sus pueblos, ante obligadas razones para dejar sus tierras, abatidas por plagas y pestes, para ir por otras mejores, sometiendo a la esclavitud a quienes en paz allí vivieran, si dentro de este orden de vida, la esclavitud aún persiste y es, la característica del orden de vida, si la nuestra se base en tener dinero para poder satisfacer necesidades primarias y obligadas, como son: alimentos, ropa, salud, casa y el necesario trabajo ante alguien superior, para poder vivir un poco de tiempo, si esto no fue así en la era de la cual escribo, justo antes que el dios de la muerte, al haber alterado al ser humano, o al haberle creado, con necesidades primarias, desde el sexo, hasta los alimentos para poder seguir vivos, se adueñara de un orden universal perfecto, sucedido en este lado del universo, en medio de una gran desconfiguración planetaria, donde el Sol daría vida a un nuevo mundo y, la Luna, estaría por las noches, recordando a los nuevos seres humanos que, el poder del dios de la muerte es superior al de los anteriores dioses, dentro de su codicia de tener poder absoluto, sin tener piedad por creaturas que teniendo inteligencia, inclusive muy desarrollada, tiene lo que las primeras creaturas o seres tuvieron, llamado: sentimientos, algo ante lo cual, este dios de la muerte, supo qué responder, con la vida eterna en la promesa de un más allá que sabemos, no existe. Así, en el uso de las palabras con las que tenemos, cada una siendo conquista del saber humano, por experiencias inevitables para sobrevivir, pudo este malvado dios, adueñarse del pronombre personal de primera persona: Yo, y, el verbo: existir, para afirmar: Yo soy el que Soy, el que Existe, negándonos el derecho a estas experiencias por voluntad personal, si esto se manifieste en todo tipo de locura, porque su nombre significa ello, si nos evoque a eras donde ser un Yo o Existir, era algo tan común y propio de quienes, se dedicaron a ser eternos y felices.

De lo que relate a continuación, dentro de una necesaria introducción que, debe ser estudiada y reflexionada profundamente, para entender las bases fundamentales del cómo estamos atrapados en un organismo que parece enloquecer con su envejecimiento, para concluir en la muerte, si actualmente, los ingenieros genetistas, están esforzadamente trabajando desde sus laboratorios, con embriones a los cuales se les está alterando el ADN, para no sólo ser inmunes a cualquier enfermedad, en este abril del 2024 que, no sólo se debata y discuta sobre el gen de la eterna juventud sino, del retorno a la inmortalidad, bajo condiciones obligadas, donde sólo pocos deberán sobrevivir a, acontecimientos desde los que, los que queden para poblar al mundo, tengan las características necesarias para evitar guerras, codicias, o instintos malsanos, en contextos donde la IA se encargará de todas las labores propias del ser humano y, otro sea el mundo donde otros homo sapiens triunfen sobre el dios de la muerte y, el tiempo, sea apenas una ilusión de los sentidos a quien no se le tendrá importancia alguna.

Que en el Génesis, queda claro que Adán y Eva, luego de probar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, supiera a ciencia propia, del conocimiento del amalgamaren, con el que podía dar vida o creación, a creaturas mitológicas como La Esfinge, El Centauro, El Minotauro o, los mismos dioses que gobernaron Egipto, mitad humanos, mitad bestias, pero con inteligencias demasiado amplias, como para gobernar un mundo donde fueron tentados a ser ellos los dioses.

Si a esto se le llame zoofilia, no deba escandalizarse mi lector, que dentro del patrón biológico de todo ser viviente, todo lo que nos rodea contiene la misma química con la que estamos hechos, siendo por tanto todo lo existente, producto de un origen o arjé, donde se tuvo que hacer hibris o híbridos, para dar vida sea al reino animal, vegetal o mineral, exponenciándonos hasta el cosmos mismo.

Y así, dentro del despertar de la consciencia, por ser seres cuya visión de la realidad se altera por lo que consumimos, siendo ésta la base de los alucinógenos y el tener conocimiento de otras realidades, a las cuales le han llamado umbrales, en la exploración de los sentidos, hallados Adán y Eva, creación de este dios de la muerte que, les dio el instinto de reproducción y, al ser usado por los primeros hombres, para la hibridación de nuevas creaturas, el pecado original o la culpa de estar desnudos ante el dios de la muerte, se basó en ser descubiertos por el uso que le dieron al sexo, si acaso la ambición fuera ser ellos los dioses del paraíso y, los que gobernaran ese nuevo mundo.

Dentro de las narrativas de los textos sagrados, se relata que fueron expulsados de ese paraíso, para entre cardos y espinas, labrar la tierra árida, para obtener el fruto que satisficiera su hambre, obligándole a recorrer un mundo que fue distinto cuando el Sol y la Luna no existieron y, donde percataron, al pie de un río, podrían vivir con las creaturas creadas por ellos y fundar las primeras civilizaciones, sin tener que ser nómades, cazadores o errantes, como lo quiere imponer la ciencia, por cientos de miles de años, siendo estos, los primeros patriarcas longevos que, vivieron centurias que por pocas décadas no llegaron al milenio, les bastó el saber que tuvieron, para conocerse y entender, el ser humano se repite constantemente a lo largo de su vida y, nadie es tan diferente de nadie, sea en las bajas pasiones o, los nobles sentimientos, sean la virtud o el bien, si la Verdad tan buscada sea la Vida, una verdad que terminaría por corromperse, al violarse el precepto de: no matar.

Del poco tiempo de reinado que le quede al dios de la muerte, cansado de gobernar con tiranía, mandando a profetas y Mesías, cuyas prédicas en nada se relacionan con la forma de ser del ser humano, sino fueran más bien, sus prédicas o enseñanzas, contradicciones a nuestra naturaleza, los ingenieros genéticos están cada vez más cercanos a lo propuesto, en el final del tiempo del dios que mató a los dioses reinantes en este lado del universo, para reinar con desdicha, depravación y muerte, ante preguntas arrancadas del corazón del hombre, ante la tragedia incoherente dentro de su misma especie: guerras y pestes, tierras fértiles que dejaban de serlo y, el inevitable encuentro entre culturas donde la muerte ha reinado desde entonces, en derramamientos de sangre que han sido la gloria del dios que hasta ahora existe.

De ese gen virtuoso que escribí en un libro anterior, debo declarar también, de los nuevos seres que estimo, poblarán el mundo antes que acabe este siglo XXI, servidos por la inteligencia artificial en todos los oficios, si la reproducción humana se haya reducido más de lo que indican los índices de natalidad en los países del primer mundo y, del conocimiento de saber que somos frágiles en nuestro organismo, ante enfrentamientos bélicos, las guerras sean eliminadas y la paz triunfe, como símbolo de una especie que no desee la procreación, sino la entrega de sus vidas hacia el desarrollo del alma, si es que el alma es el conjunto de conocimientos y experiencias con las que contamos, además de los sentimientos, sea la vida una expresión milenaria, como lo fue en sus orígenes, cuando el cielo fue de un intenso púrpura y, la muerte no existió, mejor dicho, el falso dios que se ufana de protegernos y es, desenmascarado ahora, por saber que es un dios que proclama constantes fines del mundo desde todas las religiones, desde que fuimos alterados en nuestra naturaleza orgánica, desde que apareció la muerte.


©Julio Mauricio Pacheco Polanco

Todos los derechos reservados

Escritor y Pensador Libre

Arequipa, Perú

06 de abril de 2024

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