LOS MESES EN QUE FUI IMPOTENTE Y ALCOHÓLICO
Luego de haber superado el récord de las 2,000 muchachas de la vida
alegre, usando el sinedafilo, para tener erecciones inmediatas, si hasta antes
de la pandemia, se me reconoció como el varón que había estado con todas aquí
en Arequipa, si tuviera la costumbre, en esos lupanares, de haberle hecho el
amor, en cada visita, a tres muchachas por vez, llegaron los días en los que
percaté, perdí sensibilidad en el miembro viril, queriendo tener sexo sin
preservativo, para sentir a las muchachas, si estaba rompiendo mis reglas,
sabiendo que hay varones a los que el preservativo les incomoda para hacer el
amor, una tarde de pronto, dentro de mi apartamento, al recibir a una muchacha,
en esos preliminares acostumbrados, para frotar mi miembro viril en los
traseros de ellas, hasta alcanzar mi erección en segundos, me di con la increíble
experiencia que ya no tenía erecciones, ni siendo masturbado o que ellas apelaran
al sexo oral. Mis erecciones apenas duraban mucho más de un minuto, para luego
perder el poder, el vigor que se me caracterizó, para exclamar: ¡no puede ser posible
que la vida se acabe aquí! No daba crédito que, a mis 52 años, tendría que
renunciar a los goces de la carne y decirle adiós, a algo que fue una rutina
muy placentera para mí.
Algo estaba fallando en mí.
Sin temor a la vergüenza, consulté con un amigo médico, quien me recetó
Cialis, la pastilla del fin de semana, con la cual, me garantizaba, tendría
erecciones por 72 horas.
No resultó.
Mi temor a las mujeres fue cuando al citarme con una muchacha en un hotel,
no tuviera una erección, inclusive sin preservativo.
Terminé temblando, asustado, sentado en las gradas de La Catedral, de la
Plaza de Armas de la ciudad donde radico. Pensé, era mi final.
¿Era el escritor cuya fama se basó en sus experiencias con muchachas de
la vida alegre? Pues sí, pero ahora, no tenía nada sobre qué escribir, si así,
dejara de hacerlo, por haber perdido mi poder, el poder de tener erecciones
potentes que respondieran a mi demanda de poder hacerle el amor a todas, de
poder con todas.
Tuve la oportunidad de ver entrevistas a Andrés García, referente en el
sexo para con las mujeres, confesaba de igual manera que el viagra y el cialis,
no le hicieron efecto alguno y que, apeló a una cirugía, donde se extrajo las
membranas fibrosas de su miembro viril, para llenarlos de bombitas que se
inflarían con una especie de bombín, si los varones no deseamos renunciar a las
mujeres, aun siendo impotentes, queremos seguir haciéndoles el amor, si di por
hecho, la impotencia era una realidad ante la cual creí, nada podía ya hacer.
No tenía una razón para vivir, si hacerles el amor a las muchachas le
daba una razón a mi vida.
¿Qué hacer?, ¿escribir sobre mis memorias con las más de 2,000 muchachas
que tuve?
Sé que era demasiado joven para pasar por este tipo de infames
experiencias. Una química farmacéutica, dentro de todas las maldades que puedan
tener las mujeres, me dijo que yo estaba haciendo resistencia al viagra y el
cialis, es decir, ya no me harían nunca más efecto alguno, si es que empecé a
comprar los viagras más caros, sin lograr erecciones potentes que me daban
poder, si en el ridículo de mis sesiones de sexo, que llegaban a prolongarse a
las más de 2 horas, sin que eyaculara, ni con el sexo oral o la masturbación,
por parte de ellas, lograba hacer durar mis penetraciones más de un minuto.
Sinceramente, sin saber qué hacer, yo, quien hacía campaña en contra del
consumo del alcohol, empecé a beber consuetudinariamente, como un perdedor,
para encontrar otra forma de felicidad, para aferrarme a la existencia, para
seguir teniendo una razón para estar aquí, si Ernert Hemingway se pegara un
balazo por ser impotente, si en mi soledad, me encerrara en mi habitación, para
desde YouTube, escuchar las melodías más tristes entre latas de cervezas
heladas, unas tras de otras, sintiendo su sabor amargo, si así, entendiera la
psicología de los alcohólicos, bebedores impotentes quienes gastan fuertes
cantidades de dinero que, en vez de destinarlo para las mujeres, lo destinaban
para beber sin parar, día tras días, en un círculo vicioso, donde no hay amor
ni sexo, alegría fundamental de la vida.
No es fácil la experiencia de pasar por impotente, sentirse viejo a los
52 años y retirarse, término que escuché de amigos mujeriegos allegados que, a
sus 40 años, me confesaban que ya no tenían apetito sexual o erecciones
constantes, priapismos que derrotan a las mujeres, virilidades descartadas,
donde los varones pierden toda su autoestima y piensan que ya es momento de
quedarse con una sola mujer, para tener sexo sin preservativo, si nuestra
naturaleza es ser reacios a esta etapa de la vida: el casarse y tener hijos,
es, sabemos, el peor de los infiernos para los que hemos estado acostumbrados a
no repetir de muchacha en los lechos del amor.
Fueron 5 largos meses en los que bebí todos los días, rendido,
derrotado, en soledad, con la añadidura que, por mi fama de mujeriego
incorregible, todas las mujeres en complot, me retiraron el habla, si en esto
se conspirase para que me quitara la vida.
Dentro de todas las vilezas posibles, le pedí a la muchacha con la cual
fui, oficialmente impotente, me diera el remedio, recibiendo como respuesta: “no
hay remedio, puedes ser gay ahora”.
El terror me invadió ante tal respuesta, porque lo mío era definitivo.
Sólo me quedaba la certeza que de ahí en adelante, sería un tipo triste
y solitario, bebedor, impotente y carente de la dosis indicada que me hizo tan
feliz por décadas: el sexo con las muchachas.
Era extraño, me habían dicho que si siendo soltero, había superado las 2,000
muchachas, tendría 3,000 más, si en el colmo, algunas en tono de sorna o burla,
me dijeran: ustedes los varones, no tienen fecha de caducidad, pero si soy
impotente, ¿cómo podría seguir siendo feliz?, llegué a pensar, si en mi
contemplar de adultos mayores, dedicados a la bebida, se reían de sí mismos por
confesar sin vergüenza alguna, ya no servían para el amor, así tuvieran todo el
dinero del mundo, dicho sea de paso, usado para beber, bajo el lema: “sólo se
vive una vez” sí así, describa la idiosincrasia de quienes hallan consuelo en
el alcohol y otras desviaciones, como el de ser gay.
Fue entonces que me llegó una sugerencia de Facebook, donde se me ofrecía
un viagra natural, importado de USA que, prometía ser el viagra de los toros
sementales, los padrillos para hacer raza, si es que los toros hacen el amor
todos los días.
Nada tenía que perder.
Compré el pomo de 20 pastillas.
Era el oro azul, por decirlo de alguna manera, un oro azul que vale lo
que es.
Llamé entonces a un zapatos blancos de confianza para que me recomendara
a una muchacha para hacer el amor.
Me recomendó una muchacha que había retornado al oficio de los encajes
rojos y habitaciones de hotel.
Arrastraba la certeza de ser impotente, temía ser derrotado más en mi
ego de varón.
Ella tenía un cuerpo de diosa, deseable, en su lencería fina.
Me hizo un sexo tántrico hasta que alcancé la erección. Empecé a sentir
la esperanza de volver a hacerle el amor al menos a una muchacha de unos 25
años.
Percaté en ese momento que era cuestión de días, de volver a ganar mi
territorio.
Logré alcanzar erecciones poco notables, pero duraderas, entre frases
como: ya estás viejo, no se te para como antes, no la tienes dura, se te muere.
Para recuperar mi confianza, decidí visitarla unas 5 veces, hasta que la
dominé como en tiempos de antaño.
En ese momento dejé de beber.
Era otra vez el semental que no repetía de muchacha.
Procedía ahora el ritual definitivo: hacerles el amor a muchachas
nuevas, porque con la mencionada, había recuperado mi autoestima.
Temía volver a pasar por impotente, si es que, en este tramo de la
lectura, deban saber mis lectores, tomaba ya un remedio que me hizo recuperar
las ganas de vivir.
Y todo fue mucho más sencillo de lo que pensé.
Hasta que se me hizo de trámite fácil estar en salas de espera de hoteles,
donde sin saber con qué muchacha haría el amor, erecto esperaba para ser
atendido, sintiendo otra vez el poder y aplomo propio de los grandes
folladores, esos cacheros dentro de los cuales, estuve en su momento.
Hasta que gradualmente, empecé a durar más del tiempo debido, sin que
ellas vieran el reloj en su celular, disfrutando tanto como yo, del sexo.
Era mi segundo debut, el remedio era eficaz, no sólo porque había dejado
de beber, por destinar todo mi dinero para el sexo, como en otros tiempos,
sino, porque había recuperado la alegría de vivir, sin haber tenido que casarme
en la pandemia, donde se promovió el matrimonio comunal, entre impotentes,
señalados a la desdicha, si la naturaleza en nosotros los varones radica en no
estar amarrado a una sola mujer.
Así, superé la docena de muchachas para el amor, hasta quedarme sin
ahorros, para esperar hasta la próxima quincena, donde tendría dinero otra vez,
para otras 12 muchachas, si precise, fui muy odiado por las mujeres aquí, por
ser muy mujeriego y negador del amor y, durante 4 años, las mujeres se negaron
a dirigirme la palabra, quedando encima, impotente y convertido en un
alcohólico.
Bebo de mi Cool Fresh, bebida refrescante sin alcohol, fumando mi
cigarrillo mentolado, pensando en todo lo que tuve que superar y comprender,
desde la realidad de los impotentes hasta la de los alcohólicos, si sea el
varón que no recuerda rostros ni nombres, el de las erecciones prolongadas,
gruesas y duras, notables y, de fama de semental, sin ningún deseo de tener
hijos ni, compartir mi soledad con nadie.
¿Por qué escribí este testimonio?, porque sé, muchos lectores míos,
deben estar pasando por experiencias similares y lo han dado todo por perdido,
como fue en mi caso, en esos meses, donde me creí retirado de los lechos donde
sólo se es feliz con diferentes mujeres.
Es medianoche ahora que escribo y, celebro mi libertad como soledad,
esperando la próxima quincena, para saber de 12 nuevas muchachas para hacerlas
mías, si es que para mí, escribir es un permanente orgasmo, como lo es, el no
repetir de muchachas, a las cuales, hago sentir mujeres en la cama, como debe
ser, en un momento de la historia donde las feministas sólo quisieron inducirme
al suicidio, dentro de la más fuerte de las resistencias, si deba añadir:
durante 4 años, las mujeres me quitaron el habla, dentro del peor de los odios
y desgracias deseadas a quien se creyó impotente y, encima, se hizo, por un
tiempo, alcohólico.
He retornado a mi elemento: a ser el hombre cincuentón feliz, que no
repite de muchacha y, no se casó.
©Julio Mauricio Pacheco Polanco
Todos los derechos reservados
Escritor y Pensador Libre
Arequipa, Perú
26 de octubre de 2024
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