LA CARTA QUE HACE 26 AÑOS NO ENVIÉ
Dejar pasar
las horas, como cuando el cielo es azul y sabes, será otro día marchado, ¿una
carta que dejaste en tu escritorio, a la cual contemplas?, te preguntas por qué
no la enviaste, hace años, hace tiempo como los otoños donde sólo hubo
muchachas de la vida alegre.
Mirar la luz
de la vela mientras ésta se consume. ¿Preguntas por ella, o por ellas? Mis pensamientos
son muchos rostros de muchachas, alcanzando el orgasmo una y otra vez.
¿A qué le
llaman paz mental? No sé qué es ser padre de familia, ni tener más oficio que
el de ser escritor. Llevo más de una década sin intenciones de tener una
relación de pareja. ¿Sueles escuchar desde la penumbra de tu habitación, el
sonido de la madrugada, cuando todo es oscuro?
De esos a
veces, cuando alguna muchacha me mira para amar, cuando renuncio a lo intenso,
a los febriles deseos de no dejar de amar, ¿es sólo sexo?, ¿se trata sólo de
procrearse?
Miro un
libro, extenso, es un clásico, un referente del pensamiento en el momento de la
historia en que apareció.
¿Hasta cuándo
evadiré al amor?
Mis manos
soportan con ligereza mi nuca, mientras contemplo las horas de la noche
transcurrir. No extraño a nadie, creo que el encender el cigarrillo a esa hora,
define bien mi libertad. ¿Alguien te controla?, ¿alguien te dice qué debes y no
hacer?, ¿tus pensamientos son plácidos, agradables y llenos de placer?
¿Por qué siempre
pienso en muchachas de la vida alegre?
Mis recuerdos
se basan en sólo orgasmos con muchachas de quienes no sé nada, salvo el que son
sanas y muy sexys.
53 años y muy
feliz, con el celular a la mano cuando la mañana apura para hacer el amor con
una desconocida. Soy ese hombre soltero que pasó de las 2,000 muchachas y,
desde entonces, dejé de contarlas, porque vi, en mi camino, nadie tiene ese
record, aunque no estoy compitiendo con nadie, apenas es el deseo de posesión,
de saber que puedo con todas, que mi voluntad me conduce por lechos plácidos y
alegres, donde el amor vital, triunfa.
¿Eres casado
a mi edad, o diré, abuelo? Mira que tengo el cabello plateado y, el vigor de un
toro, de esos padrillos que sirven para hacer raza, los que tenemos sexo todos
los días, los elegidos para la mejor especie.
Me niego a
procrearme. Amo tanto a mis hijos y, por esa razón, no los he traído a este
mundo.
Normalmente siempre
estoy desnudo dentro de mi apartamento. Normalmente escribo cada vez que me da
la gana, como ahora, como cuando escucho la música que más me gusta o, cuando
se me da por cantar o tomar unas cervezas en soledad.
¿Te sientes
presionado porque el dinero no te alcanza para llegar a fin de mes?
Entiendo que
para todo hay un después, recompensas propias de los que convencieron a los
demás, lo de uno es escribir, con total libertad.
Escucho otra
vez el dulce arrullo de mi consciencia, daimón, voz interior: “no te has
equivocado en nada”, “no necesitas de las palabras de otras personas para saber
si has hecho lo correcto”.
Y a veces es
la Luna desde mi habitación, o el cielo con estrellas, el día cumplido con una
bella muchacha, la habitación en silencio, sin reproches, sin ser molestado por
nadie.
La cama es
sólo para mí, eso dice bastante a mi edad.
¿Temor a
morir de viejo y solo?
Ni siquiera
pienso en eso, sólo senos duros, senos para apretujar, senos para querer hacerlos
pedazos, orgasmos, vientres planos, vientres voluptuosos, traseros para
golpearlos con furia, para darles palmadas de alma, úteros fogosos, calientes
en grados extremos, squirts para mí, horas donde no dejo de hacer el amor. Me pregunto,
¿querrías tener mi vida?
Y no existe
la prisa, apenas lo necesario mientras sigo fumando, o tomando de mi Cool
Fresh, sin ninguna mujer diciéndome: te harán daño tus vicios.
Me levanto
para escribir, como si fuera una buena idea y, creo que lo es, saco de la
nevera una cerveza enlatada, es mi pacto con el Diablo, ¿tienes pacto con el
bien y el mal?, porque no sé cómo sea Dios, mucho menos su naturaleza, por
momentos creo verlo cuando hago el amor, porque es placentero el sonar de las
teclas de mi ordenador, mientras escribo, sin pensar en nada que no sean
orgasmos, orgasmos y más orgasmos.
Vaya buena
vida de un cincuentón, de un hombre soltero que prefiere este estilo de vida, a
estar casado y con hijos.
¿Dura poco el
amor?
Diré que dura
lo mismo que una larga sesión de sexo, eso y basta, sin repetir de muchacha,
¿es demasiado para mis 53 años?
Ignoran mis
lectores que tengo los remedios para llevar esta vida, si fuera posible, hasta
los 100 años, sin detenerme ni un solo día,
¿Envidiable
condición para cualquiera? Así es la vida ideal de un escritor, un pensador
libre.
Normalmente dejo
apagado el celular por las noches, no deseo ser molestado por nadie, salvo sea
por algún familiar siendo de importancia.
Que cómo
empezó mi vida a tomar este rumbo, creo que desde cuando descubrí la felicidad
y decidiera no renunciar a ella. Es plácido hacerle el amor a muchachas de
quienes nunca sabré nada ni tampoco vuelva a ver.
Beber de mi
cerveza helada, respirar alientos profundos, intensos, largos, oxígeno donde
percibo el olor a orgasmos, sean en mi piel, mis dedos, mis ojos viéndolas
gritar de placer, de venirse una y otra vez, de querer mi retorno, de saberme
olvidado, ¿es esto lo correcto? Si no quieres enloquecer, pues la respuesta es
sí.
Apenas tiempo
sólo para amar, volver a contemplar la carta que cambió mi destino, es de hace
años, lo sé, de hace unos 26 años, mucho tiempo, miles de muchachas desde
entonces, me pregunto, ¿se cansó de esperar mi carta desde el otro lado del
mundo?, ¿cuánto pelea una mujer por el amor de su vida?, ¿ya hicieron hasta lo
imposible por retenerte en la vida de ellas?, ¿a qué recursos extremos apelan
para no perderte?, ¿cómo es una mujer cuando aterrada ve, está perdiendo a su
hombre?
26 años,
desde que partió a España, de 1,86m de estatura, rubia, ojos verdes claros,
cuerpo de diosa, ¿una mujer difícil de olvidar?, ¿alguien a quien nunca
dejarías de ir?, ¿alguien a quien consentir en todo?, ¿fue su última medida el
irse hacia el viejo mundo, para que enloqueciera yo y fuera tras ella?, ¿quién
se gasta primero en una relación de pareja, nosotros los hombres, o las
mujeres?, ¿me olvidó?
En realidad,
mi celular está hackeado por 4 mujeres que forman parte de mi pasado,
casualmente, una mañana, las hallé con sus correos electrónicos, dentro de la
base de datos de mi celular, no le presté importancia, que escuchen mis
diálogos, que sepan con cuántas cientos de muchachas me acuesto, no, no soy
masoquista, cada quien elige sus propias maneras de sufrir o conocer el
infierno, cada una de ellas se marchó de mi vida a fuerza de dejar de insistir,
de dejar de pelear, de cansarme, de darme cuenta qué me da paz mental.
Si siga
dentro del tema de conversación de ellas aparte, en cafés o, cuando me levanto
temprano a tomar el primer aire del día y, vea colillas de cigarrillos de
mujeres que, dejan la marca de los lápices labiales en los puchos, con algunas
latas de cerveza, sin que de pronto, el silencio sea alterado, tan solo por el
teclear de mi ordenador y las suaves melodías de un hombre libre, alguien a
quien no pudieron retener, alguien a quien renunciaron darle un hijo, en plena
guerra con sus úteros, por saberme imposible de ser dominado, por haber descubierto
en mí a alguien demasiado libre, con más de 100,000 palabras dichas en un día,
lo suficiente como para enloquecer a cualquiera, si acaso, cada quien aguante
al despertar unas 10 palabras y, luego, se espera, el sagrado ritual del amanecer
en silencio, sea respetado, rendido en
culto a los felices, a los destinos señalados desde hace centurias, si me
dijesen en su momento: ¡eres el poeta!, si sólo quisieron ser musas ante los
arrebatos de la vida, cuando se empeña en destruir a los más fuertes, sin éxito
alguno, para que venza la palabra, la enseñanza, la sabiduría de los que no
deben pasar en vano por este mundo, mientras contemplo la carta sobre el
escritorio, la huelo,, el olor de su sexo, vivo, fuerte, como si fuera del sexo
de pocos minutos atrás, para dejarla sobre un estante donde está la foto en la
que estamos abrazados, como si esa hubiese sido nuestra intención, o tal vez
sentimos lo que todos los amantes sienten, en esas veces cuando se cree en el
para siempre, de esos amores no hallados diariamente, cuando uno observa el
derredor y comienza a creer en los milagros y, el cielo es inmenso pero pequeño
ante nuestros corazones, como si el sentimiento fuera colosal, mayor al
firmamento y todo lo existente.
Qué le dirías
entonces pues, buen lector, a tu pasado, si estuvieras ahora solo en tu
habitación, ¿queda algo de lo que tuvieras que arrepentirte?, ¿la llamarías en
un acto de desesperación?, ¿es soledad, o es amor?, ¿es miedo a envejecer, a
tener 53 años como yo y, no tener compañía?, ¿a no tener al menos con quién
discutir?, ¿extrañar malos humores o posiciones incómodas a altas horas de la
noche, en la cama?, ¿alientos amargos como la sangre, mientras en la niña de
los ojos de ella, te ves reflejado?, “estamos envejeciendo”, como si fuera un
decir, para luego jalonear el edredón mientras sientes que ella se levanta para
ir al baño y orinar.
Bebo de mi
lata de cerveza y tengo la impresión que no dejaré de beber hasta el mediodía
de mañana, mientras enciendo otro cigarrillo y me levanto para preparar una
ducha de agua caliente, antes de continuar con estos escritos, donde ninguna de
ellas está, estando todas a la vez, si fuera apacible las horas desde las que
escribo, como sólo lo hace quien no tiene deudas con el pasado, allá los
desdichados e infelices, los que se traicionaron a sí mismos, los que maldicen
en secreto sus destinos, los corruptos de espíritu, esos oscuros lados del alma
donde es difícil soportarse, cuando se buscan semejantes donde estoy en medio,
sin querer dejar mi soledad, dulce encuentro con la literatura, feliz en estas
noches donde sé, me saben dichoso las que me conocen, porque un escritor nunca
está solo, nunca sufre, porque escribe, como sólo pocos pueden hacerlo, si este
don fuera otorgado a los de genios abundantes y generosos, los que han de
compartir páginas diferentes, para los que buscan consuelo entre líneas
sinceras, desde noches sin compañía, a sabiendas que el amor tuvo etapas muy
lindas en todas sus edades, hasta los fulminantes, los que anuncian la muerte o
el desquicio, lo insoportable, lo doloroso y sin retorno, si antes de decir
adiós, antes de seguir el camino, sin retroceder, sin voltear hacia atrás, se
supo, todo había terminado, ya sin ganas de retroceder, de decir lo siento, de
encerrarse en un hotel por días enteros y perdonarse todo, hasta las
infidelidades, vaya vida, vaya existencia, nada tan explicable como las
hormonas y la procreación, algo para temer, huir, escaparse de miedo,
espantarse ante las mujeres peligrosas, las invencibles, las que conozco,
conoceré y conocí, dándolo todo de ellas, lo más valioso, en citas donde se
juegan la vida, si nada me nieguen, por el sólo deseo de quedarme al lado de
ellas para siempre, si el amor fuera esto para mí, escribir mis vivencias y ser
un invencible, inclusive ante muchachas de 18 años, quienes creen que su poder
sexual lo logra todo, si fuera ello para mí sólo placer de un día ganado a la
vida, alientos renovados donde a píe de venturoso, agradecido voy por las
calles de la ciudad, lleno de gozo y de la ternura de ellas perdidas, alimento
que nutre mi alma, corazón imperturbable donde derroto sus anhelos más contenidos
con erecciones fuertes y enormes de, un miembro viril que las enloquece,
deseosas de llevárselo a la boca de inmediato, para saber de mi felicidad, para
sentir lo que yo siento, para ser la mujer que sea capaz de equivaler a un
millón de mujeres, si así quede escrito, dentro de mis aprendizajes.
Noches tranquilas,
sin apuros, sin demoras, sin espantos, con silencios quedos, escribiendo sin
conflictos, afable en mi estar, bebiendo de mi lata de cerveza, con el agua
caliente de la ducha esperándome para sentir el fuego que hay dentro de mí,
erecto, esperando con ansias el saber, quién será la nueva muchacha para amar,
para saber de lo bueno de la vida, eso llamado: orgasmo, como la carta de ella,
la muchacha española que pensó, iría tras ella, en un arranque de locura y
decisión extrema, antes de volver a guardar su carta, la carta de respuesta,
que no abro hace 26 años, donde he olvidado lo escrito, ¿reclamos?, ¿iras
incontrolables?, ¿perdones?, ¿te amos desesperados?
Y después de
todos esos después, dejo en sentencia, cuando el amor de tu vida se va, llegan
miles a tu vida, para no cesar de venir, porque el animal que llevamos dentro,
ha despertado, si así somos todos los hombres solteros, hasta el día en que nos
descubren y caen derrotadas, de saber, padrillos somos todos los cincuentones,
los solterones con mucho pasado, los muy vividos, incapaces de perder la cabeza
por una muchacha rubia, de ojos claros, de cuerpos monumentales, de quien
inclusive, el alma arrebatamos, para saber de las bondades de esta vida, si
tuve tiempos de desasosiego, donde me vi derrotado, sin esperanza alguna para
con la vida, en pleno grito de los rebeldes, de los enfrentados y peleados con
el mundo, mientras las muchachas me veían crecer, hasta ser la bestia que
domina en los lechos con las muchachas más hermosas y, no cesa de escribir,
siendo feliz.
26 años de la
carta que no envié. Fue una buena decisión no enviarla, pienso, a mis 53 años.
©Julio
Mauricio Pacheco Polanco
Todos los Derechos
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Escritor y
Pensador Libre
Arequipa,
Perú
14 de
noviembre de 2024
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