EL ESCRITOR QUE LO DERROTA TODO



 

Diré que mis días no son fáciles, debo lidiar con mi padre a quien cuido las 24 horas del día, porque tiene artrosis en una cadera y, soy el único que puede hacerse cargo de él, quien mide un metro ochenta, pesa unos 110kg y, eventualmente se caga en los pantalones, tiene 82 años y, al igual que yo, no creemos en las enfermedades.

Además, no dialogo con nadie, llevo años sin conversar con las mujeres, es inútil insistir en los chats, allí sólo recibo el odio por parte de arpías que nos odian por ser varones. Debo agregar que el chat de Perú está lleno de transexuales y demás fenómenos, lo cual nos convierte en una vergüenza internacional.

Mis costumbres eran, antes de la pandemia, el no repetir de muchacha, en las horas del placer; era toda una aventura ir a esas casas de citas para disfrutar de la vida.

A un día de cumplir 53 años, luego de haber entendido que el viagra o el cialis, no me servían de nada para alcanzar mis vigorosas erecciones que, me permitieron tener sexo con muchachas de la vida alegre, por horas de horas, dentro de mis investigaciones entendí que estas pastillas tienen vigencia generacional sólo por algunos años, si así, con la ayuda de éstas, pude pasar de las dos mil muchachas de la vida alegre.

Sin nada que contente mi existencia, vi sólo el esperar la muerte sin una razón para estar vivo, fumando mis cigarrillos mentolados de siempre y, bebiendo compulsivamente cerveza, para calmar la carencia de mujeres o mi impotencia eréctil. ¿Qué más podía hacer para aferrarme a la vida? Puesto que hice campaña buena parte de mi existencia, en contra del alcohol, hasta que pude comprender, por qué la gente bebe tanto: ¿quién gasta dinero en alcohol, cuando puede gastarlo en mujeres?

Me sentí perdido, entre latas de cervezas bebidas en soledad, buscando reemplazar la felicidad que sentí cuando hice mías a todas las muchachas que quise. Debo decir que entendí la vida de algunos adultos mayores, aquellos que se resignaron a ser impotentes y no gozar nunca más de una muchacha que gime de placer y, le encanta tener sexo con muchos veteranos como yo.

Viagras de marca que no me permitían funcionar como hombre en la cama. Dosis de 150ml de la pastilla azul que apenas me daban erecciones de un minuto. Tristezas con el Cialis que me era inservible ante muchachas que quieren ser penetradas constantemente. ¿Así sería el resto de mi vida?, es decir, conformarme a no poder disfrutar de ninguna de ellas, dedicarme a beber y convertirme en un alcohólico más de los que hay en el mundo, por ser impotentes.

-No puede ser que éste sea el final de mi vida sexual-, le dije a una trabajadora sexual-. Dame el remedio, tú debes saber cuál es el remedio-. Naturalmente no me quiso compartir el secreto una mujer a quien le hice el amor por años-.  Entonces qué hago, ¿me inyecto testosterona? Ella no dijo nada, lo que no sabía era que quería que fuera sólo de ella y de nadie más, hasta que me quejé con una química farmacéutica de una farmacia muy famosa en Perú: ¿por qué ya no funciona el Viagra ni el Cialis?, antes podía hacer el amor hasta 4 horas seguidas, ahora no funciono como hombre en la cama. La química farmacéutica me confesó: ya no están usando la misma fórmula, el Viagra y el Cialis ya no son los de antes, no es cierto lo que le han dicho que, usted, está haciendo resistencia al Viagra, eso se lo debe haber dicho una lesbiana, le reitero, no es la misma fórmula, ni siquiera tiene el mismo color de antes, ahora parecen pastillas casi blancas, usted no es el problema, el problema son los laboratorios que, quieren sacar del mercado estos afrodisiacos que tuvieron mucho éxito, para introducir otros de aquí a unos años, tómelo con calma, hay remedios muy buenos, otra cosa es que no podamos venderlos en esta farmacia ni en las demás existentes y, usted que dice haber superado las dos mil mujeres, está destinado a las 5,000 por lo menos, tiene todo el genotipo de un semental.

Bebo de una bebida refrescante mientras escribo desnudo en mi habitación, fumando un cigarrillo mentolado y escuchando heavy metal. Debo deberle un gran favor a alguien seguramente, porque al entrar a Facebook, me llegó una sugerencia de una tienda de Sex Shop, donde ofrecían un afrodisiaco superior al Viagra o Cialis, al menos así me lo dijo Renzo, el dueño del local.

No tenía ya nada que perder, solo tener en mente que no deseaba ser un alcohólico impotente que se pasaría las noches bebiendo para evadirme de otra manera y, buscar otras formas de felicidad.

Le pedí la dirección, era cuestión para mí de vida o de muerte, no me importaba ya pasar vergüenzas y humillaciones ante las muchachas de la vida alegre, era o todo o nada.

Apresuré la marcha hacia el local, mientras contemplaba a las bellas muchachas que nunca dejarán de existir y, pensaba en esos alcohólicos que malgastan su dinero sin entender el paraíso que hallé con cada muchacha, cuando fueron mujeres conmigo, cuando las penetraba y sentía sus gemidos de gata en celo, gemidos de mujer, mujeres complacidas por ser penetradas, por ser consideradas como culto o veneración propia de diosas que sólo saben entregar felicidad.

Al llegar al edificio que queda en el centro de la ciudad, subí unas gradas para luego dar con el que atendía, Renzo, quien me escuchó con atención y, de manera amable y seguro de lo que vende, me dijo: descuide usted, esto es mejor que el Viagra o Cialis, si ha tenido problemas con esas pastillas, no las tendrá con las que le estoy ofreciendo, tengo buenas referencias de mis clientes, les dura de 3 a 4 horas las erecciones y se sienten llenos de dicha, usted merece ser feliz y, recuperar los lechos donde ha demostrado, sólo los varones hallamos sentido a la existencia. Compré el Vicerex de 20 cápsulas, al precio de S/90 y llamé a un padrote de confianza, alguien en quien confío mucho. Mañana es mi cumpleaños, estimado, deseo una muchacha veinteañera para celebrarlo como se debe celebrar realmente 53 años, no con alcohol o drogas, sino haciendo el amor.

Me dio la dirección y a paso lleno de suspenso, sin saber si el Vicerex daría resultados, llegué a un hotel, donde al pasar, me dijeron que esperara en el hall del tercer piso, cosa que hice, para luego sentir la excitación, por escuchar cómo disfrutaban las muchachas del sexo, recordando esas sesiones donde era yo el semental que maltrataba sus vaginas hasta que alcanzaran sus orgasmos.

Y fue entonces que estuve erecto y con muchas ganas de hacerle el amor a la muchacha que se arreglaba para mí, desde su habitación, para ser mía. Son mujeres a las cuales les encanta el miembro viril, recordé, pagaré por una hora de sexo, en desprecio para no comprar cervezas que jamás se compararían con el placer de hacerles el amor a las muchachas de la vida alegre.

Que al abrir la puerta de su habitación, posó sus ojos sobre mi miembro viril erecto, debajo del jean negro, mientras que observaba a una muchacha extremadamente bella, de cintura ideal para ponerla en 4 y con un derrier que era propio de esculturas. Su cabello largo y castaño me hizo recordar a mi psiquiatra, porque además usaba gafas propias de una fantasía donde estaría haciéndole el amor a mi doctora.

Y me hizo un sexo oral con pasión, como si me amara de mucho tiempo antes, diré no años sino décadas, y fui feliz, porque al ir recuperando la confianza de esos meses que perdí por la impotencia, cuando pensé que el alcohol podría suplirlas a ellas, la penetré hasta sentir sus flujos vaginales y sus entrañas ardientes, para empezar a golpearle las nalgas y, con mis uñas crecidas, surcar por esa espalda que dominaba mientras ella gemía de placer.

Ambos disfrutábamos del momento mientras empecé a darle a toda velocidad, dándome cuenta que quería que todo mi grueso y duro miembro viril entrara en sus paredes vaginales, porque apretaba su pelvis a mi falo si a la par volteaba su rostro para verse reflejada en un espejo desde donde veía mis dientes de león en una expresión sádica o de sometimiento donde era ella totalmente mía, para estar así por decenas de minutos entre sacudidas de cadera de ellas y movimientos donde mi fama de eyaculador tardío la enloqueció más para pedirme otras poses, para colocarla en la postura de cucharita, donde la penetré de golpe y con violencia, para luego de un solo jalón, tenerla pegada a mi pecho, para apretar con furia sus senos, hasta querer destrozarlos y ahorcarla en el acto, diciéndole que quería matarla de placer en esa eternidad que sólo conocemos los bien cacheros, en pleno orgasmo, si en ese momento recordé qué es la felicidad para mí y, por qué, estas muchachas no sólo dan placer, sino, son terapeutas sexuales que saben cómo revivir a nosotros los hombres, asediados entre hienas y arpías, mujeres que quieren dominarnos y darnos destinos desgraciados e infelices.

Entre melodías desde su celular y el éxtasis de saber que retornaba a mis aposentos donde doy señorío, la hora de maltrato a la vagina alegre acabó entre abrazos llenos de afecto, porque le confesé que ella era mi regalo de cumpleaños y que cumplía 53, ante lo que se emocionó, mostrándose complaciente y agradecida de haber sido la elegida, si es que me repitió lo que siempre me han dicho todas las muchachas de la vida alegre: ustedes los hombres, no tienen fecha de caducidad, avísame por favor para cuando triunfes como escritor, quiero ser tu adorno dentro de todas las muchachas adorno que tengas.

Laxado luego de salir del hotel, fumé un cigarrillo mentolado y supe qué es lo mejor de la vida una vez más, pensando en esos hombres que se dedican a beber todo el tiempo, teniendo al alcohol como única forma de aferrarse a la existencia, si es que había retornado a donde pertenezco: a esos lechos donde entendí otras razones para estar agradecido y ser feliz, como sólo un hombre sabe serlo, si deba ser claro, con muchachas que, sólo quieren sementales en sus camas, para sentir lo mejor de la vida para ellas: un miembro viril dentro de ellas, duro, grueso, con el peso de un kilogramo.

 

©Julio Mauricio Pacheco Polanco

Todos los Derechos Reservados

Escritor y Pensador Libre

10 de octubre de 2024

Arequipa, Perú

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