DICE LA PINTA EN EL MURO: “SANTÍSIMO 2020”
¿No eras el escritor que escribía todas las noches?, ¿quién te ha
silenciado?
Esta pregunta me la hicieron en plena pandemia, cuando China impuso la
tiranía y la muerte en el mundo.
No sabían que todos mis escritos y denuncias estaban siendo censurados.
Han pasado 5 años y meses y, he vuelto a escribir todas las noches como
ahora.
Ni alcohólico ni drogadicto, ni con tatuajes o aretes, desnudo sin marca
y sin estar enfermo. Así escribo.
Recuerdo los billetes al momento de hacer las compras, eran rociados con
alcohol, como las manos y los alimentos. ¡cómo desprecio ese olor a alcohol!
No nos dejaban salir de nuestros distritos, la policía intervenía a los
que quisieron salir para ir al Cercado de la ciudad.
Vi cosas atroces y viví crueles experiencias, como le comenté a un
amigo: “dios aprieta, pero no ahorca, esta vez nos asfixio”.
En esos entonces, las mujeres perdieron más la razón, publicaron desde
las redes sociales que se casarían con quien fuera. Nadie les contestaba. Un amigo
de USA en un café me preguntó en pleno 2021: “Mauricio, ¿crees que Perú se ha
convertido en un país muy malvado?”
Vi desde las redes sociales 3 años después que, en pleno confinamiento
en el mes de junio del 2020, el gobernador y el alcalde y demás autoridades, desde los portales de
la Municipalidad, en plena Plaza de Armas, festejaban sin barbijos, barbijos
que hasta el 2023 nos obligaron a usar bajo multas muy caras. Vi que los
hombres y las mujeres que bailaban para el festejo, no usaban barbijos y no guardaban el distanciamiento social que nos impusieron a todos y, esto era promovido por las autoridades. Cientos
de varones y mujeres con trajes folclóricos bailaban muy pegados mientras desde
los medios de comunicación, repetían a cada segundo las mismas cifras de
contagios y muertos. Quebraron todos los medios de comunicación a razón de
ello.
Es cierto, era el escritor que escribía sin cesar todas las noches,
hasta que China impuso en todo el mundo el silencio. Nadie podía reclamar nada,
no hubo Defensoría del Pueblo y todo era el coronavirus. Los únicos que no
morían eran los venezolanos que no creyeron en el virus y mendigaban por las
calles.
Me dijeron que era asintomático. Usábamos los barbijos cubiertos sólo en
el cuello. Una mañana le dije a mi padre: quítate esa mierda, el virus no
existe. Esa mañana dejamos de usar barbijos para siempre.
Recuerdo el ritual de la muerte. Fui con mi padre a sentarnos al parque
del barrio donde vivo y murieron alrededor de 40 personas: prefiero morir como
valiente y no ser un cobarde, ambos usábamos barbijos porque se pensaba que el
virus estaba en el aire. En un acto épico y memorable para ese entonces del
2020, me quité el barbijo y percaté que no me asfixiaba, le dije a mi padre:
¡no pasa nada! Y mi padre también se quitó el barbijo.
Genocidios, guerras y pestes. ¿Para eso nos crearon?
He vuelto a escribir con la misma pasión y una visión distinta de todo, hablé
hace un momento por celular con mi madre, entre cosas de saber que ella está
bien, al hecho de que vivamos en la misma casa pero en apartamentos
independientes, le recordé el libro de recetas y remedios que escribía hasta
antes de la pandemia.
-tienes suerte, me dice la señora que me venden los cigarrillos
mentolados, tus padres están sanos y vivos-
¿Recuerdan ese canal de YouTube titulado: Dios nos abandonó?
Dime conspiranóico, negacionista, covidiota, ¡estoy aquí! ¡sigo
escribiendo! No cedí al mal ni me corrompí.
Viví el momento más crítico cuando vi que los perros del barrio tenían
más moral que nosotros, los seres humanos. Entonces reaccioné, esto debe parar,
me dije y, mi instinto de supervivencia se multiplicó.
¿Qué aprendimos de la pandemia? Nada, el mundo está en guerra, mueven
grandes mercados con éstas. Ni a ti ni a mí nos preguntan si queremos guerra. Los
amos del mundo se están haciendo más ricos a costa de la guerra que se está
desatando.
Alguien debe resistir desde sus escritos ante lo que ocurre hoy en el
mundo.
-¿soy el único escritor que no se vendió ni se corrompió? –
Sin darme cuenta, me acostumbré a no necesitar de las mujeres. Otro fue
mi dolor y llanto en el mes de abril del 2020 cuando confinado en mi
dormitorio, no concebí un mundo sin mujeres ante un supuesto final del mundo. Ellas
me habían dado felicidad, había descubierto la vida. La pandemia se encargaría
de otra gran verdad: descubrir qué es la muerte.
No hay nada más que pueda derrotar a mis 53 años. Escribo de manera
victoriosa, sólo espero que pasen los años para cuando llegue el juicio a
China, dudo mucho que Xi Jinping siga vivo, tiene 72 años. Muerto él, el mundo
se habrá librado de quien ocasionó 120 millones de irreparables muertes en el
mundo.
Ya no hay censura. Promuevo el pensamiento libre. Soy el que sobrevivió,
el intelectual que no cesa de escribir otra vez por las noches, el que escribe
en paz.
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